Millón y medio de jabalíes; cincuenta millones de conejos

Un millón y medio de jabalíes, cincuenta millones de conejos es la estimación de la cantidad de piezas de caza que los cazadores han abatido en los últimos diez años.


El dato lo ha hecho público José Luis Garrido, reciente Premio Caza y Ciencia de la Asociación del mismo nombre y Premio Quijote Cazador de la Federación de Caza de Castilla La Mancha. Son los datos de captura de los últimos diez daños en cada rincón de España de las principales especies cinegéticas. Desde el zorzal, hasta el venado, pasando por las codornices y las tórtolas. Los hechos hablan por sí mismos, res ipso loquitur. Millón y medio de cochinos campando a sus anchas por la geografía española son muchos gorrinos. Tantos que de no haberse controlado harían imposible la circulación de vehículos en muchas comarcas y e inviable una agricultura rentable en muchos puntos de España. Cincuenta millones de conejos en los morrales de nuestros cazadores han permitido en estos últimos diez años sembrar y sobre todo recoger en la campiña cordobesa, amplias zonas de La Mancha, Aragón, Navarra, La Rioja el Campo de Montiel, y un larguísimo etcétera. Las escopetas han hecho de medida correctora y han sido una herramienta al servicio de la agricultura. También al servicio de la ganadería al reducir las posibilidades de transmisión de enfermedades como la tuberculosis controlando las poblaciones de ciervos. Podría decirse que circular por muchas carreteras es hoy posible sólo gracias a la labor de descaste que realiza el colectivo cazador. En definitiva, la caza ha cumplido con creces una relevante función social. Los ganaderos también se han beneficiado de la acción de caza. Donde el lobo es una pieza de caza, son los cazadores los que han asumido la tarea de reducir sus poblaciones. En aquellas zonas los cazadores son considerados desde siempre unos aliados del hombre. Sigo sin entender por qué algunas regiones como Asturias no permiten a los cazadores cazar al lobo, mientras que Galicia y Castilla y León por ejemplo le consideran pieza de caza. En Asturias los lobos se cazan con dinero del contribuyente y las autonomías colindantes sin coste al erario público. Las conclusiones de estos importantes datos son incontestables: hoy en España hay mucha más caza mayor. Mucha más. Y en la menor, tras la explosión del conejo, y su posterior pinchazo, ¿ahora otra vez en el dique seco? Pues la cura va bien, pero el ojo lo pierde. En la mayor, el jabalí y el corzo se llevan la palma. En sólo una década hemos pasado de cazar 6.400 corzos, a los actuales 30.000 anuales (un quinientos por cien más), y de 117.000 jabalíes en 2001 a los más de 200.000 actuales por temporada. Seguramente serán muchos más los que no aparecen en la estadística oficial. Ello en un panorama en el que número de cazadores se va reduciendo. La peor parte en todos estos años, quizá, se la llevado la perdiz roja silvestre. Es cierto que los datos revelan que se cazan en España más cantidad de perdices. Pero todos sabemos que esto es una verdad a medias, un dato engañoso, una ucronía, algo que podría ser verdad, pero que no lo es. Si se contaran sólo las silvestres capturadas, el dato del descenso en las capturas sería, ya sin duda, motivo de preocupación. La perdiz es la gran caída, y lamentablemente la gran olvidada. En estos momentos no se está haciendo nada por ella. Vemos como desaparece, nos lamentamos, nos quejamos, le echamos la culpa a los zorros, a la agricultura, bla, bla, bla, pero no se hace nada. Y la verdad, la menor sin la perdiz y con el conejo otra vez en mínimos en muchos lugares de España, a mí se me antoja demasiado cuesta arriba. Publicado en la revista Trofeo
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