Dragó y la caza: ¿estrenar el Génesis?

No es por casualidad que Sánchez Dragó cerrara el I Congreso Nacional de Caza y Desarrollo Rural. Buscábamos a alguien con tirón mediático, que no fuera cazador o afín a la caza, polémico y que atrajera, aunque fuera simplemente por curiosidad, a público ‘no cinegético’. No era exclusivo para cazadores. No se trataba de convencer de lo buena y lo necesaria que es la caza a los convencidos, a los del sector. Fernando estuvo como se esperaba, brillante, vivaz e ingenioso.


Hace ya más de diez años que Naoko, su mujer, nos subió en su coche en una carreterucha de Soria. Éramos una caricatura de autoestopista. Mi primo Alberto Ojeda y yo regresábamos de un viaje a Barcelona, y andábamos parando coches. Se detuvo un Renault 21 blanco con el asiento lleno de bolsas de la compra. Alberto reconoció a Naoko al instante. Íbamos a Castilfrío de la Sierra, el lugar donde reside Dragó en el alto llano numantino. Andaba arremangado en su novela Muertes Paralelas, que narra el asesinato de su padre, el periodista Fernando Sánchez Monreal, y su paralelismo con el fusilamiento de José Antonio Primo de Rivera dos meses después de estar la guerra civil. Años más tarde, tras su operación a corazón abierto, asisti en Ciudad Real a la presentación de su nuevo libro, Kokoro. A vida o muerte. Aquel día le escuché decir que un hombre sin cicatrices no es de fiar. Compré su libro y sin embozo le saludé y le recordé que aquel día, el del autostop, era yo uno de los dos jóvenes que anduvieron esperando en el umbral de su puerta y echando la siesta en el zaguán de una iglesia románica que hay a cincuenta metros de su casón. Borrachera de júbilo, apretón de manos y emplazamiento para vemos en las tierras altas. Posteriormente mi primo, periodista de raza e inquieto porque su madre le parió asi, le abordó en la feria del libro de Madrid a los pocos meses de mi segundo encuentro. Postreramente, trabajando para El Cultural del periódico El Mundo, le ha entrevistado en varias ocasione. Siempre ha recordado aquel día y aquella anécdota. Dragó desarmó a los que le rechazaban, hizo saltar por los aires prejuicios e ideas preconcebidas y defendió la caza como escuela de filosofía, de religión de vida, de mística. Nos exhortó a seguir cazando para «dignificar la condición humana y la condición animal y hacerlo con ese mismo imperativo de los centuriones y los generales romanos antes den entrar en batalla: honor y fuerza». La caza: cultura, cavilación, naturaleza, historia, Sophia perennis (sabiduria perenne). Lástima que a Sánchez Dragó no le dejaran terminar. Es el discurso más hermoso que he escuchado en estos años sobre la caza y su razón de ser. Quienes se lo perdieron lo tienen resumido en la página web de la RFEC. Miel en los labios. Además, lo vamos a editar en la memoria federativa nacional de 2010. Al final, me despedí de él: «Maestro, gracias. Fuerza y honor». Me apretó la mano con fuerza y me dijo «Honor y fuerza. Nos vemos en las tierras altas».
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