Una verdad incómoda

Soy lector asiduo de El Mundo desde hace años. Me parece un periódico comprometido con la búsqueda de la verdad periodística, quizá demasiado escorado en los últimos tiempos hacia la escombrera de la política nacional. Por esto me ha causado estupor el sectarismo, la falta de rigor y la simplicidad con la que aparecía una noticia relacionada con una cacería de descaste en la Almoraima (Cádiz).


El titular era nada menos que Matanza de ciervos en la Almoraima. Precisamente unos días antes El País, ajeno tradicionalmente a la caza, publicaba Sin cazadores para los ciervos. Era un artículo con opiniones de técnicos, científicos, y representantes de la Administración, en el que, a la postre, se ponía sobre el tapete y se mostraba a la opinión pública como la caza es algo imprescindible para mantener los equilibrios naturales en espacios protegidos como Monfragüe o Cabañeros. Esta misma cuestión la planteamos abiertamente en uno de nuestros observatorios, invitando a gente de todos los bandos, por eso de los problemas de la endogamia. El caso es que cazar, le guste o no a determinados grupúsculos, y a algunos periodistas e incluso directores de medios de comunicación, es objetivamente una necesidad. Siguen hablando de eufemismos como control poblacional en lugar de descaste. Es lo que pasa cuando las decisiones se toman en base a prejuicios en lugar de hechos o realidades. Afortunadamente, los prejuicios a una caza racional y respetuosa son ya restos de otra temporada, pasados de moda y que visten algunas minorías. Que El País dedique una página a reivindicar la caza en los espacios protegidos es poner una pica en Flandes. Se encabezaba la noticia de El Mundo con una foto de una casquería. Sí, de una casquería, de un matadero al aire libre, que es en lo que se convierte la junta de las reses una vez llega el camión de la carne y comienza a despiezar los animales. Es como si la foto la hubiera tomado en un matadero de pollos o terneros. Seguro que los autores de la exclusiva le hacen ascos a la caldereta o las chuletas asadas. Pero tenían que transmitir el mensaje subliminal y simplista de que los cazadores son unos carniceros y de que la Administración es mala con los animales. Lo penoso de todo esto es que tras esta «información» no hay detrás más que intereses y venganzas. La realidad es que son los intereses de un particular por conservar una concesión de la que se le había desahuciado por el MARM en el Parque de la Almoraima, la pataleta y la venganza frente a la Administración, que por falta de pago le echa a la calle. En definitiva, la caza y las reses, cuya carne preparan los carniceros, son la excusa para meter el dedo en el ojo, son el prejuicio para atacar a una Administración que no hace otra cosa que cumplir con sus funciones y gestionar los recursos. Desde la Federación hace tiempo que hemos pedido al Ministerio que permita la caza en los Parques Nacionales como tal, y nos consta que el atranque para no dejar de seguir llamando control de poblaciones a la caza es el sectarismo y desconocimiento. Nos consta que todos los funcionarios con alguna responsabilidad en este tema son conocedores de la necesidad de la caza en los espacios naturales. Es una de esas cosas que a veces denominamos una verdad incómoda. En todo caso, una verdad.
Comparte este artículo

Publicidad