La confusión está servida ante la caza, una actividad esencial

La confusión está servida. La pandemia ha traído consigo una crisis sanitaria y económica sin precedentes. También de la mano del BOE y de un estado fragmentando en diecisiete principados sanitarios y políticos, un caos morrocotudo. Primero fue el cierre de Madrid, luego el toque de queda, y ahora el estado de alarma ‘nocturno’ y las réplicas del seísmo en cada autonomía e incluso en cada ciudad o pueblo.


Vaya por delante que esta es una opinión muy personal, orientadora y, desde luego, no un análisis jurídico.

Conviene recordar a nuestros servidores públicos que uno de los principios informadores de nuestra Constitución es la seguridad jurídica: el que todos conozcan las reglas del juego y sepan a qué atenerse. Así se garantizan los derechos fundamentales y se da la estabilidad necesaria para que las empresas desarrollen su actividad y la gente mantenga sus puestos de trabajo.

En el anterior estado de alarma, ya indiqué el 27 de marzo de 2020 en uno de mis artículos, ante la laguna que se había dejado, que había que declarar la caza como una actividad esencial a la vista de la catástrofe de daños a la agricultura que algunos ya intuimos en medio de las palmas y las cacerolas. Entidades de varios sectores se hicieron eco y lo movieron. Finalmente, la caza fue expresamente recogida como actividad esencial. Ya hay pues una declaración expresa.

De entonces a ahora hay ya mucho y muy bien escrito sobre la esencialidad de la caza y los motivos de peso que lo justifican: control de daños a la agricultura, control de poblaciones de jabalíes, ciervos y conejos y de accidentes de circulación por tanto, control de enfermedades de transmisión a la cabaña ganadera como la tuberculosis o la peste porcina africana, etc…sin hablar que en muchos pueblos y regiones de España la caza es la cosecha de la que viven en otoño y en invierno muchas familias. En definitiva, cazar no es un capricho, sino una necesidad. ¿qué hacemos con los más de 400.000 jabalíes y cerca de 200.000 ciervos que cada año se abaten en España campando a sus anchas por cultivos y carreteras?

Me preguntan clientes y amigos si pueden o no moverse y qué pueden hacer. Y yo, de naturaleza prudente, les digo que la caza es una actividad esencial, lo declare o no el gobierno; lo recoja o no el BOE. Lo que es, es. También que la seguridad jurídica se la llevaron el Covid y el BOE por los aires.

A nadie se le ocurriría decir que no se puede cosechar el trigo en estado de alarma, o que no se puede recolectar la uva o la aceituna. Son producciones del campo, nuestras cosechas, al igual que la que anualmente se hace en los cotos de caza de toda España, después de período de veda, sembrando, cuidando y mimando la producción y cría de piezas de caza de perdices o jabalíes. En este caso los jornaleros van de verde y además pagan por esa recolección. Sin olvidar de que el riesgo sanitario debajo de un chaparro, en soledad, es infinitamente menor que en la cola del super, del centro de salud, o en las terrazas. Si me apuran inexistente.

La caza es esencialmente necesaria. Y ese es el enfoque que en medio de este caos normativo, sanitario y político hay que darle a esto. Con prudencia y pies de plomo. Con responsabilidad extrema, pero sin olvidar que la caza es una producción más del campo, un aprovechamiento más y por tanto tan esencial como recoger tomates, cebollas o aceituna. Ojalá las autoridades se pronuncien expresamente pronto, pero ¿mientras? Subrayo que esta es una opinión personalísima, ajena a cualquiera de las entidades con las que colaboro y trabajo, y que únicamente pretende orientar a quienes los árboles del BOE no les dejan ver el bosque.

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