Cancho de Ramiro

Cómo han cambiado las cosas en los últimos tiempos, aparte de esta pandemia que estamos viviendo y que tanta desazón y pérdidas de vidas humanas está produciendo.


Me viene a la memoria una de las salidas de pesca de hace ya algunos años, que voy a relatar. Hay una zona de pesca que desde mi infancia me fascinaba, iba a pescar y a cazar con mis tíos y primos, frente al pueblo de mi abuela paterna, Garrobillas de Alconétar, que se encontraba la desembocadura de los ríos Arrago y Alagón, afluentes del río Tajo. Esa zona es conocida como la sierra de la Garrapata, Cancho de Ramiro, en el término municipal de Cachorrilla. Eran los tiempos de la construcción de la grandes obras hidráulicas, en este caso el pantano de José María Oriol - Alcántara.

De los peces que se capturaban en aquellos tiempos lamento no poder contar nada, porque los peces del río Tajo eran autóctonos, pero los del Alagón y Arrago eran endémicos. La cola de caballo o caída de agua que se producía en el Cancho impedía la subida de cualquier pez. En las Arribes, en  el río Camaces, hay una cascada parecida conocida como el pozo de los Humos. Después de unos cuantos años sin volver a pescar en ese lugar tan privilegiado, decidimos volver a recorrer sus orilla.

Una fría noche de primeros de octubre salimos a las tres de la noche, no sé por qué se dice de la madrugada cuando la noche era fría y oscura y sin luna. Salimos de mi pueblo adoptivo de Bañobárez, en la comarca del Abadengo, zona de las Arribes, en un coche Renault 8 conducido por mi tío Pedro y en compañía de buena gente, rodamos por aquellas carreteras de los años ochenta, cruzamos Ciudad Rodrigo, el puerto de Perales, la ciudad de Coria y otros pueblos hasta llegar a Cachorrilla, donde por caminos de servidumbre y polvo llegamos al Cancho de Ramiro.

Allí estaban esperando nuestros peces motivo del viaje, barbos comizos y comunes, bogas, madrillas, carpas, blasses, colmillejas, anguilas, entre otras especies. Después de disfrutar de la pesca, había que desandar lo andado. Por cierto, entonces muchas capturas se aprovechaban para el consumo y existían pescadores profesionales de barca, trasmallo y red.

Han pasado años y volvimos a visitar estos parajes tan espectaculares, y cual sería nuestra sorpresa que toda la naturaleza sigue igual, más o menos, pero han arreglado el camino, ya no hay porteras que abrir y cerrar, sino unas canadienses de fácil paso. Seguían los buitres, búhos reales, ciervos y demás especies terrestres, pero la vida en el río había cambiado, ya no quedaba nada, desgraciadamente, de lo que yo había conocido y, para colmo, había una productora de documentales grabando las aves y fauna. Cuando nos pidieron permiso para grabar alguna captura, mi amigo David consiguió pescar un hermoso siluro, fue el primer siluro documentado oficial, y mi recordado Isi el niño de las Monjas, de Alba de Tormes, Q. E. D., una lucioperca. Esto fue el principio del fin, les pedimos que no sacaran las imágenes y al poco tiempo aquello se convirtió en una romería.

A raíz de esa noticia la junta de Extremadura sacó la Zonas ZEPAS. He vuelto en esta época y me encuentro con limitaciones, barbacoas, mesas y accesos para disfrutar de las vistas y de la naturaleza, quedando limitadas la pesca y la navegación entre el uno de enero y el treinta y uno de julio.

No es tarde para volver a sentir la berrea de los ciervos, ver los buitres y demás animales que habitan este enclave tan espectacular y disfrutar del contacto con la naturaleza y la captura de los grandes peces que habitan en sus aguas.

Salud y buena pesca.

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