Soltamos, y que sea lo que Dios quiera

Esta temporada es otra más en la que la caza del jabalí en Galicia ha sufrido otra vuelta de tuerca. Solemos pensar que las vueltas de tuerca son para apretar un poco más, estas no. Estas vueltas de tuerca son de las que aflojan y se convierten en laxas.


Aflojan porque se ha empezado la temporada oficialmente el día 18 de agosto. Es legal, no señalaré a quien comienza la temporada antes de septiembre, que era la fecha tradicional, quizás la fecha moral. Muchos de mis amigos lo hacen; otros al igual que yo, no. Somos un cuarenta por ciento de los cazadores gallegos los que no hemos pisado el monte hasta iniciado septiembre. Yo lo hago por una convicción personal, pienso como otros muchos que es un abuso que la administración baraje estas tempranas fechas de apertura, aunque más daño a la especie lo provocan las cacerías de febrero, que es la fecha habitual de la paridera. Sea como sea, que en Galicia comience la caza un 18 de agosto hasta mediado febrero raya con algún tipo de responsabilidad negligente, en los que lo promueven y también en los participan, o quizás debería decir… participamos. No hay culpables del despropósito solo por acción, también tenemos entre nuestras filas culpables por omisión, o acaso colaboración necesaria. MUNDO CAMBIANTE Aunque hoy en día, por un exceso de alimento, así como debido a un profundo desequilibrio en la estructura de las poblaciones, la paridera del jabalí se produce durante todo el año, el grueso, la paridera de las viejas hembras, sigue produciéndose en esas fechas del final del invierno. Las jóvenes hembras, aquellas que se han quedado sin madre, muerta en esas batidas por daños que se hacen ya coincidiendo con la siembra del cereal, paren en medio de los maizales y plantíos el año entero. La comida sobra, cuando no es maíz o patatas, es el abandono de los centenarios sotos de castaños que, al no recogerse el fruto, dan comida para casi todo el año. Sólo con hurgar en cada nuevo esqueje de castaño o roble, durante el verano, encontraremos entre sus incipientes raíces la bellota, o quizás la castaña que había quedado semienterrada. Estos frutos habían escapado de las fauces del suido durante el invierno. Es ahora, al principio del verano, mientras no llega la nueva cosecha de maíz, cuando el jabalí encuentra en lo más profundo de las fragas el alimento cómodo gracias a este rebusco, ahora facilitado por el incipiente arbolillo que, a modo de banderola, señaliza donde se encuentra el sustento. Sólo los que no tienen ni puñetera idea de campo pueden pensar que en la naturaleza, las cosas siempre son iguales.
En los últimos cinco años, para compensar las subidas de los piensos, se ha duplicado la producción de maíz forrajero. Lo que es seguro es que un mayor aporte de alimento, junto con una geometría de plantación continua, sin trochas o cuadrículas desbrozadas que la fragmenten, es el caldo de cultivo ideal para que aumente el número de parideras. Luego, es inadmisible que se siga cargando desde la administración las responsabilidades al sector cinegético. Las soluciones simplistas únicamente le interesan a las posaderas acomodadas en la administración. También, quizás a los que desde estamentos de representación de los cazadores, presumen de que su gestión es magnífica porque durante su mandato se han matado no sé cuantos miles más de piezas de caza mayor que durante el mandato anterior. Penoso, es totalmente falto de sentido común apropiarse de un éxito poblacional que nos ha sido regalado. Que ha aumentado por cuestiones de dinámica de deslocalización humana en el rural, por cambios económicos y sociales etc. Nunca por la gestión de quién desconoce al jabalí, viendo en él un sucedáneo del conejo, al que no son capaces de recuperar aunque gastan cantidades ingentes de dinero y esfuerzos de sus asociados. LA GESTIÓN DE LA ABUNDANCIA Esto se parece mucho a cuando cinco años atrás el gobierno despilfarraba presumiendo de superávit, y el pueblo creyendo que todo el monte era orégano reía sus gracias. Eso es lo que, cazadores inconscientes y administración complaciente están haciendo en este momento, con lo que algunos responsables cinegéticos llaman hoy en Galicia superpoblación. Algo que nadie en su sano juicio podría atreverse a afirmar por no existir censos y datos de aprovechamientos cinegéticos fiables.
Los motivos de este estado de cosas son diversos:
  • Planes técnicos realizados a medida del contratante.
  • Modificaciones de los aprovechamientos hechas por la administración sin criterio científico, solo en función de denuncias de daños que muchas veces obedecen a intereses de matachines sin escrúpulos.
  • Comités de caza donde ciertos lobbys administrativos toman decisiones en función de que, cada vez con más frecuencia, muchos de los que se sientan en esas sillas dicen velar por la caza social y lo que defienden son sus intereses personales para obtener, si son lo suficientemente serviles, algún precinto más para vender. Algunos de ellos dirigen empresas cinegéticas con ánimo de lucro, o incluso cobran un sueldo como presidentes de un coto, al tiempo que pretende erigirse en representante de la caza social gallega. El sistema se pervierte a pasos agigantados.
  • Otra cuestión importante es que no existen censos ni en las zonas libres ni en las vedadas, que son responsabilidad de la administración.
  • La gran mentira es que se cazan 16.000 cochinos y 8.000 corzos. Todos saben que se mata más del doble de estas cifras entre las batidas por daños, que no contabilizan para el plan técnico, además del furtiveo con el cual se es sospechosamente condescendiente. Porque si no fuese así se harían controles aleatorios del precintado de las piezas, pero tales actuaciones no existen. Luego, será que a alguien no le interesa que dichos precintos funcionen como elemento de control y disuasión. Soy de los que piensan que las casualidades no existen, y que el desastre ambiental se cierne sobre el jabalí, promovido por una conjura de intereses que dan auténtica nausea.
LA HISTORIA SIEMPRE SE REPITE Lo penoso del que desconoce la historia es que está condenado a repetirla. De la misma forma que, por ejemplo no debería existir un cargo federativo que no conociese los orígenes y tribulaciones de los grandes hombres que crearon en pleno franquismo nuestra Federación, por poner un ejemplo; tampoco debiera existir un responsable de medio ambiente que no conozca como en el pasado se han comportado la dinámica de nuestras poblaciones cochineras.
Un patrón que me parece un plagio de lo que está ocurriendo en Galicia es lo acontecido en el S.XIX en Francia. Esta es una realidad histórica perfectamente descrita por el autor de una delicia literaria como es el Manual de la Vénerie Francesa. Magnífico alegato del viejo Sr. Conde Le Coteaux de Canteleu, allá por el 1890 y que es un claro aviso a navegantes responsables de la gestión nefasta que, de la caza mayor, se está haciendo en mi tierra. Y cito textualmente: «…El jabalí es extremadamente viajero. Una zona puede estar veinte años o más sin jabalíes, y luego, de golpe, llegan uno o dos jabalíes exploradores y al año siguiente comienza la invasión, que se extiende y que se propaga. En este siglo… (XIX)… podemos contar dos grandes invasiones de jabalíes. Habiendo salido de la gran Selva Negra de Alemania, como consecuencia de un año de gran sequía en el que el ayuco y la bellota habían faltado, los jabalíes cruzaron el Rhin entre 1816 y 1818 e invadieron las Árdenas y Luxemburgo, y de allí se extendieron, en siete u ocho años, a toda Francia hasta los Pirineos. La segunda gran invasión tuvo lugar algunos años antes de la guerra de 1870. (Guerra Franco- Prusiana) Poco acostumbrados a verlos y a perseguirlos, los habitantes de las zonas invadidas por ellos, los dejaron pulular durante algún tiempo; luego, se formaron jaurías para el jabalí, aprendieron a cazarlos y, sobre todo, a matarlos. Por regla general, al cabo de veinticinco o treinta años, estos jabalíes invasores fueron exterminados y ya no quedaron sino en los grandes macizos boscosos como las Ardenas, el Alto-Marne, el Aube, Borgoña, Morvan, el bosque de Orleans y todos los grandes bosques de los alrededores de Paris. El resto de Francia ya no los vio apenas, sino accidentalmente durante un período de veinte a treinta años, hasta que una nueva invasión los propagó de las Árdenas a Bretaña y de Bretaña a los Pirineos…».
Esto, estimados y pacientes lectores, es historia, su cronista el viejo Sr. Conde Le Coteaux de Canteleu, allá por el 1890. Pero a mí me suena muy reciente, me suena a la reciente colonización del jabalí en los montes galaicos. Desgraciadamente me suena este refrito montero actual a que, la historia desgraciadamente se repite. Antes fue Francia a mediados del S. XIX. Hoy es Galicia, que a principios del XXI pero se adoptan las mismas medidas terribles ya descritas sólo que, hoy y aquí son instigadas por la propia administración teóricamente protectora de la naturaleza, con la colaboración necesaria de la falta de conocimiento que sobre la gestión de ungulados suelen tener los presidentes de los cotos y demás responsables cinegéticos. Puede pasar lo mismo, y pasará con seguridad. Como ya he dicho antes, la historia está condenada a repetirse, con el aliño preciso de la ignorancia, la incompetencia y los oscuros intereses económicos y personales. Evidentemente.
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