No hay pan para tanto Chorizo

En un país enfermo de corrupción, donde el dinero de los parados se gastaba en drogas y lupanares, no debiera de extrañarnos el haber llegado a esta situación.


En adelante ya no será lo mismo, la tropa de sinvergüenzas acostumbrados a engordar sus pecunios con las libaciones de congresos, saraos y subvenciones disfrazadas de los más altruistas fines está tan menguada y acorralada que se dan de cuchilladas por conseguir plaza en el bote salvavidas de un barco que se hunde. En esto, como en la naturaleza, el último es siempre el más fuerte, en el caso que nos ocupa, quizás el más impúdico. El caso de los que metían la pasta de los obreros en putas, nos alarma sobremanera. Pero muchos lo supieron y sospecharon desde hace tiempo, pero no fueron valientes para denunciarlo. Alrededor de algunos eventos de quienes dicen que defienden, de boquilla, a la caza y a la Federación, está pasando lo mismo y, o nos falta valentía, o nos sobra vergüenza. Sólo quedamos novecientos mil mendrugos que nos dediquemos a la caza en España y… novecientos mil mendrugos ¡somos poco pan para tanto Chorizo! El dinero de nuestros impuestos tendrá, en adelante, que abandonar la subvención de todo lo que no sean trabajos científicos contrastados por las universidades o fundaciones científicas, avaladas por sus antecedentes de seriedad. ¡Que en el ámbito de la caza las hay! No digo su nombre porque el que sepa de lo que hablo, ya lo ha visualizado. Siempre he negado lo que muchos, desde la sociedad urbana, atribuyen a nuestras cacerías. Piensan, que al igual que en La Escopeta Nacional, nuestras juntas monteras, congresos, y ojeos, sirven para hacer negocios. Yo niego esto, pero afirmo que sí son útiles para verificar con quién nunca deberías hacerlos. La caza no tiene más grandeza que la que habita en el corazón de cada cazador. En algunos sólo hay mezquindad, en otros: Como en los de los Coca Vita, José Luis Garrido o Miguel Ángel Romero… auténtica grandeza quijotesca. Son ejemplos a imitar entre nuestras filas. Dijo concretamente Miguel Ángel Romero, idealista donde los haya, en unas fresquísimas declaraciones a la Radio Galega durante su anual peregrinaje truchero por tierras del Apóstol, que: La caza se había pervertido, que el rural, que se está muriendo lentamente no soporta ya más vividores y mercachifles que han hecho de la cinegética un negocio que degenera más, si cabe, la esencia del rural digno que él ha conocido. Cierto como que sale el sol que habrá que sumarle a esos mercachifles que nos venden perdices de bote llamándolas caza, a otros; en este caso magos del merchandising, que sin haber hecho jamás nada por la Federación ni por la caza, que presumen defender, sí han sabido vivir muy bien a su costa culebreando para su interés, porque por suerte o desgracia, nunca les hemos faltado algún cándido Tancredo del que aprovecharse. Cuando el pasto sobra, nadie se preocupa de que la vaca del vecino pazca en su prado. Cuando falta el pasto, hasta el más mediocre becerro se preocupa de los mugidos de los bueyes en prados vecinos. El pobre becerro no sabe ni mugir, ni siquiera es capaz a entender los motivos y fines de los mugidos de bueyes que le quedan demasiado lejos para sus pobres entendederas de usurero. El pobre becerro solo tiene miedo de que, quienes valen más que él, puedan entrar en su prado, no dejándole seguir degustando el poco pasto que otrora brotaba fácil de la administración. Asistiremos pronto a patéticas escenas de los serviles para seguir arrimados a la teta del estado. Veremos que los que han hecho de la caza mercantilizada de cría antinatural harán saldos de esquina. Al final, y viendo que unos y otros ya no nos engatusan a nadie, unos terminarán por levantar los cercones para librarse de las reses sobrantes. Pero peor lo pasarán los otros cuando se les acabe el pasto. Tendrán que reconvertirse… y quizás trabajen y dejen de vivir del cuento congresual. Para variar.
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