Cierre de temporada en el Norte

La temporada de caza mayor ha tocado a su fin, igual que un barco, que tras una larga travesía necesita ser revisado; quizás pasar a dique seco por un tiempo, calafatear, pintar y sustituir aparejo.


Cuando el barco está en tierra, sus tripulantes se sienten desnortados; sus pies, sobre firme, siguen percibiendo ensoñaciones de marejada. Al igual que esos marinos, nosotros los cazadores, aprovecharemos esa estancia en puerto que la falta de monterías nos proporciona, para reconciliarnos con nuestras familias, nuestro jardín, nuestros pequeños compromisos eternamente postergados por habernos abandonado a nuestra pasión venatoria. Pronto añoraremos que nuestro barco esté de nuevo pertrechado para salir a la mar. Mientras eso no ocurre, otros amores nos entretendrán en este puerto de inactividad. A la puerta de nuestras apetencias monteras llamarán los recechos de corzos, si la crisis nos respeta querer será poder. Es tiempo por tanto para recordar esta pasada temporada acariciando un vaso en la taberna de este puerto de obligada espera y reparación. Habrá pues que echar la vista atrás. ABUNDANCIA Ha sido una temporada anacrónica, extraña. Empezó con unos calores terribles hasta bien entrado octubre, la escasez de lluvias en Galicia ha sido casi absoluta. Un invierno sin usar una sola vez el chubasquero. En otras zonas, como en la cornisa cantábrica, las lluvias han sido más regulares, y salvo esta última ola de frío siberiano que ha dejado al final abundante nieve, durante la temporada, incluso este meteoro ha sido también insuficiente. Las piezas de caza mayor, tanto en batida como en montería han ido en aumento. Las capturas en Galicia han sido mayúsculas, tanto de jabalí como de corzo. Cotos que no pasaban oficialmente de la treintena de jabalíes en años pasados, hoy superan en muchos casos el centenar. Aquí encontramos también un ligero aumento del ciervo que ha hecho del macizo central ourensano un centro de expansión sólo frenado al norte por el río Sil. Hoy en Galicia se caza también en Leboreiro, ciervo, e incluso muflón o gamo, una experiencia que nos hace ver que algo está cambiando cuando, cerca ya de la costa se están dando estas experiencias comerciales. El futuro nos dirá. Se ha apreciado este año que el aumento de las capturas cuenta con una cierta complacencia de la administración, que se ve presionada por los daños a la agricultura, propiciando ya desde el verano los abates del suido, cuya guerra encubierta, parece haber sido declarada. En Asturias, como atestigua nuestro amigo Miguel Ángel Pérez, contumaz cazador de Illano, el jabalí ha aumentado, porque aunque se ha cazado lo mismo que el año anterior; hay que tener en cuenta que la caza ha estado parada durante los dos meses debido a que, a causa del cambio político, tardaron en renovar las concesiones de los cotos.
Asturias se sigue caracterizando desgraciadamente por ser, en mi opinión, la comunidad autónoma que peor trata a los cazadores. Para una muestra lo que ha pasado este año. Nos sigue tratando como a menores de edad. Hemos podido ver como la falta de diligencia en el control del lobo ha hecho que se disparase su población desequilibrando ecosistemas que superan las fronteras del principado. Esta demasía ha arrasado la riqueza económica que significaban las otrora florecientes poblaciones corceras de los Ancares gallegos y leoneses. Apunta el amigo Miguel, y también Pablo Lima, este último de Navia, que lo del lobo está llegando a tales niveles, que mucho se temen que cualquier día la gota colme el vaso de la paciencia de los ganaderos y se monte una desgracia muy gorda en forma de estricnina. También en mi tierra se escucha ya, a muchos ganaderos insinuar que como siga la cosa así, tendrán que salar el monte. ¡Dios no lo quiera! Extrapolo esta preocupación también a Castila y León. En la comarca del Tera y en la Culebra la población alcanza ya límites de insostenibilidad y esa posible reacción de venganza, no deseable de los ganaderos, nos puede llevar a un panorama desolador donde el primero en sufrir será el propio lobo, como especie. Detrás, como afectados inmediatos, estaremos los cazadores o quizás especies tan sensibles en la Cordillera Cantábrica como el oso pardo. Si desgraciadamente esto llegase a ocurrir mañana, no serán suficientes explicaciones simplonas de la administración parecidas a cuando explican, recurrentemente en Galicia, quién quema el monte. Todo palabrería, pero lo importante es que sigue quemándose. Las responsabilidades serán de los políticos de ayer por introducir el irracional pensamiento eco urbanita en la gestión del lupo, pero también serán responsables los de hoy por no cambiar el rumbo del timón que nos lleva a un desastre sanitario y ecológico seguro. Aragón y Cataluña, al igual que en todo el norte sigue aumentando el jabalí. Mención especial ha de hacerse de lo que está pasando en áreas periurbanas de Barcelona. La Collserola era, básicamente, un trozo de monte mechado de chalets. Ahora es, básicamente, un grupo de chalets mechados de jabalíes. Se han cometido errores en el pasado, haciendo batidas por daños en vez de abates selectivos de inmaduros que hubiesen propiciado la deslocalización de las piaras problemáticas. Este mismo fallo lo comenten también en Galicia, donde la dispersión de la población y la tupida red de vías públicas, vedados y refugios de fauna, generan por doquier viveros de corzo y jabalí que en el futuro llegarán a matizar la componente social de la caza, redefiniéndola con una nueva componente de servicio público en el control de poblaciones. La nueva ley de Caza en Galicia define nuestra actividad como de interés público y social. Considero que, con todas las imperfecciones que se deben de pulir, esta afirmación en su preámbulo, la convierte, con seguridad en pionera en todo el Estado. Y SIGUE EL DESPILFARRO… Si algo caracteriza al ser humano es su eterna capacidad para tropezar, una y otra vez, con la misma piedra. En Castilla-La Mancha, se creen que acabando con los cotos sociales recaudarán algo que ayude a reponer las arcas vacías que los anteriores mandatarios han dejado. Se equivocan, pero ellos no lo saben porque solamente son políticos, nada más. Eso podría haber sido efectivo hace cinco años, cuando sobraba quienes quisiesen hacer negocio comprando derechos de caza. Hoy no. Hoy sólo la caza social puede dinamizar mínimamente el rural, ya que incluso los cercones más afamados están vaciándose de bocas que alimentar y descastando sus existencias por falta de demanda y exceso de oferta, claro está.
Los pueblos leoneses de la cara sur del Parque Nacional de Picos lo saben, sus alcaldes se defienden como gato panza arriba para evitar que se deje de cazar en sus territorios. Al lado de casa tienen un magnífico ejemplo de empobrecimiento; al norte, en la zona asturiana, la sarna en el rebeco abunda por mala gestión. Los cazadores asturianos pagan por cazar rebecos en León. Mientras tanto, en el principado, la administración tiene que pagar a la guardería para hacer, y mal, lo mismo que harían los cazadores pagando. Si estamos ante un despilfarro… ¡Venga Dios y lo vea! Esto no ocurre solo en Picos de Europa, pasa en todos los Parques Nacionales de España. Se han acabado los tiempos en que los chupópteros ecologetas, aduladores del poder, podían aspirar a conseguir una subvención para controlar la superpoblación de ungulados por medio de programas de castración selectiva, incluso de educación sexual a las ciervas si fuese preciso, o repartiendo, de ser necesario, preservativos a los machos en berrea. Cualquier cosa antes de hacer lo que hay que hacer: ¡Cazar! Recuerdo como el año pasado, un alto responsable de Picos de Europa se mostraba feliz pensando en la cantidad de ciervos que se habían muerto a causa de las grandes nevadas. Él era consciente de la superpoblación en algunas zonas. Yo, en cambio, era consciente de que si esos ciervos hubiesen salido antes en pública oferta, el Estado habría ingresado rentas importantísimas. CONSIDERACIONES FINALES Algo parecido pasa en todo el norte, desde Galicia a Cataluña, pues inmersos en esta crisis como estamos, no puedo dejar de pensar que, si fuésemos alemanes quizás no caeríamos en el despilfarro que significa la falta de aprovechamiento de tantos miles de kilos de carne de jabalí, que por no haber canales de comercialización, se desperdician en la España Norteña. He compartido esta opinión a principios de enero con un cazador de Barcelona. Ambos nos encontramos en Soria disfrutando de la tertulia al haber sido anulada la cacería por la Junta ya que, aunque allí han redefinido el concepto de día de fortuna, sigue dejando la redacción cancha libre al funcionario para poder interpretar a su libre albedrío, como así fue en este caso. El funcionario consideró que el concepto de día de fortuna, no se refiere solo a la dificultad de huída de la pieza. También cree que se produce cuando se merman las facultades del ciervo para el camuflaje. Tiene guasa, porque a ningún ratón de despacho se le ha ocurrido señalar la atura de nieve precisa en centímetros para considerarlo día de fortuna o no. Eso se llamaría seguridad jurídica. Cómo si no se cazase con nieve en el resto de Europa en invierno. Aquí somos europeos para los ajustes económicos, en cambio, para la caza seguimos copiando la imperfecta Ley de Caza de Franco del 70 de una comunidad autónoma a otra como papagayos repetidores. De esta forma también la administración ha dado al traste con las últimas jornadas de caza en Euskadi, por el extraño hecho de que en febrero nieva. Esperemos que este obligado dique seco venatorio se nos haga leve, y que para la próxima temporada temas tan importantes para que siga existiendo la caza, como pueden ser la exoneración de los daños a los cazadores, y la maldita crisis, hayan tenido solución o, cuando menos, caminen hacia ella. Publicado en la revista Caza Mayor de marzo
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