Ancares terminal

Durante la pasada temporada de caza, mi periplo nómada me ha llevado por fortuna a visitar varias reservas regionales de caza en Castilla y León. He cazado en Batuecas, Demanda, y Urbión, con buena estrella en unas, y en su ausencia en otras, pues la caza de verdad no puede, ni debe ser de otro modo.


El cómputo general ha sido bueno, la vieja Castilla no suele defraudar. Es más, incluso en alguna reserva donde la suerte no me ha acompañado, como ha sido Batuecas, he llegado a la conclusión de que su gestión es buena, cuánto mejor será mi opinión de Urbión o Demanda, donde la campana me ha sonado abundante, quizás en exceso. La mancha negra la ha puesto Ancares; es esta una reserva de mítico y evocador nombre, por la cual yo tenía, y tengo, una especial inclinación y afecto. Conozco el lado gallego y su problemática, tenía pues verdaderas ansias de experimentar los encantos de la ladera leonesa. Desgraciadamente la decepción ha sido mayúscula, empezando por la absurda y absoluta rigidez burocrática de las listas, que no obedece a ningún razonamiento coherente, y terminando por la ausencia de caza, que es lo más importante. No exagero al decir que una jornada jabalinera ofertada allí se puede tildar de engaño con mayúsculas. No es de recibo que después de haber abonado las tasas oportunas y habiendo enviado, con trece meses de antelación, la lista de veinticinco cazadores nacionales, llegada la cacería, no permita la dirección de la reserva cambiar ni un solo nombre del listado. En un año pueden pasar muchas cosas, y un servidor público, aparte de aplicar las normas, no debería perder nunca el sentido común, pero mucho menos las formas. El trato respetuoso, incluso por teléfono debe ser exquisito. Toda esa rigidez oculta realmente una incapacidad de gestión colosal. De los miles de corzos que poblaban los Ancares leoneses, al igual que ha ocurrido con los gallegos, ya no quedan más que unos pocos cientos que, curiosamente los perros los levantan cerca de las casas. ¡Pobrecillos, allí buscan su último refugio! Después de un día entero trotando esos montes, del jabalí solo hemos podido hallar pisadas de un gran macho. Otro navajero apareció comido por los lobos; hembras y crías huyen de la reserva. La mayor cantidad de rastros de lobo que he visto nunca están concentrados en los alrededores de Candín. Durante la jornada, amén de una docena larga de heces del lupo, sus huellas, vistas en la nieve y el barro, fueron incontables. Los guardas se quejan de que todo empezó cuando en Asturias dejaron que se les fuese de las manos el correcto y necesario control equilibrado de predadores, y ahora ni son capaces, ni tienen apoyo político para meterle mano al asunto. La administración de esta reserva miente y oculta la realidad, pues en las subastas y sorteos siguen apareciendo precintos para corzos y ciervos, siendo su población cada vez más escasa. Se dan batidas al jabalí, donde no existen. Nadie tiene el valor de reconocer la necesidad de proteger a las presas en esta reserva, no a la superpoblación de predadores. Esta verdad incómoda denuncia la ruina económica para los pueblos del entorno. Año tras año verán achicarse más y más sus ingresos por la caza. Mi amado Ancares que, desde los anhelos de Castroviejo, llegó a convertirse en un paraíso real de biodiversidad; hoy no es más que una fachada vacía, un desierto biológico, o mejor dicho, un monocultivo donde falla la base de la pirámide ecológica. Pronto, muy pronto, solo será un parque monotemático donde la labor de la guardería consistirá en llevarle comida al lobo en carretillas, porque ya no encontrarán nada salvaje sobre lo que predar. En España somos así… o el todo, o la nada. Hemos estado a punto de aniquilar al lobo, al que llamábamos alimaña; pocos años después lo sobreprotegemos para que llegue a destruir la biodiversidad de una reserva. Al final, concluyo que el problema no es la sobreprotección del cánido. El problema es la sobreprotección al responsable de una reserva que, para ocultar su ineficacia está barriendo la porquería para debajo de la alfombra. Solo es cuestión de tiempo que se descubra la basura, pero para entonces el daño ya será irreparable y Ancares habrá pasado de terminal a cadáver. Publicado en la revista Federcaza
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