Cara y cruz en las reservas regionales de caza

Cuando a nuestra mente llegan nombres épicos que nos recuerdan lances hermosos de caza de verdad, autóctona y salvaje, vemos en esos nombres fieles reflejos de la buena gestión que fue y sigue existiendo en muchas de las actuales Reservas Regionales de Caza. Pero también llegamos a atisbar que la ilusión y esfuerzo con el que crecieron muchas de las antiguas Reservas Nacionales de Caza, estrellas de nuestra reciente historia cinegética, ha llegado a su límite.


Hoy el legado de biodiversidad y de riqueza económica para los lugareños no es más que historia, pasado, y si me apuran despilfarro e hipocresía presente, que sigue permitiendo llamar Reserva de Caza a lugares que son en algunos casos desiertos de biodiversidad, donde ya solo campean especies predadoras sin control. Muy del interés de los mediocres responsables políticos que fomentan este destrozo con su actitud de mamporreo consentido con el ecologismo sensiblero de cuyos votos se nutren. De todas las visitadas, y cazadas esta temporada diré que, libro de esta opinión producto del empirismo más absoluto, solamente a tres: Las Reservas Regionales de La Demanda, de Urbión, y Batuecas. Otras habrá, pero no son el producto de mi reseña ni para bien ni para mal, por no poseer de ellas datos en primera persona. Daré pues mi opinión de las Reservas Regionales de Castilla y León y Asturias, que durante la pasada temporada han constituido en mis experiencias cinegéticas, la cara y la cruz de la moneda de la gestión con la que se paga el esfuerzo fiscal del ciudadano, y el sobreesfuerzo del cazador que opta a alguna de sus subastas o sorteos.
Hago de esta generalización, la expresión de una opinión personal, no aporto datos científicos, otros lo tendrán que hacer. Pretendo ofrecer un relato de experiencias, impresiones, vivencias e inquietudes compartidas con unos perreros, unos cuántos lugareños y una guardería que, incluso en aquellas reservas que funcionan mal, suele estar muy por encima de las capacidades de los que desde los despachos dirigen el cotarro, quizás más pendientes de trepar, como primates que somos, que de hacer lo que es de razón y necesidad. Nunca se contraría al político poltronero, responsable en muchos casos del nombramiento de los directores de estas reservas.

Los Oscos, hermosos pagos asturianos

Al anochecer de un sábado de septiembre llegamos a San Martín de Oscos, hermosa villa. Mi compañero Alfonso y yo nos encaminamos en pos del guarda, que ya nos estaba esperando para acordar los pormenores del día siguiente, una vez concertados el lugar y la hora, tuvimos tiempo para deleitarnos con la gastronomía de la zona, y sobre todo de sus caldos; tanto los de berzas y fabes, como los de la vid, que también son de interés evidentemente. La mañana despertó fresca y, después de cumplimentar el papeleo rápidamente, nos encaminamos a un monte querencioso en marranos, donde los perreros demostraron su buen hacer con la traílla. La abundancia de jabalí es considerable y fueron bastantes los puestos que tiraron, aunque la diosa fortuna solo llegó a sonreír a Ángel que abatió un pequeño marrano. Fue una auténtica delicia compartir caza de verdad con las buenas gentes de esta hermosa comarca. Buenos perros, y mejores perreros. La nota discordante la puso solamente la mezquina visión que de la caza, de su gestión, y del respeto debido a los cazadores tiene la administración asturiana.
La administración del principado, trata los temas de caza sin vocación de servicio, pretendiendo tutelar a los cazadores como si de menores de edad se tratase, ya es bastante vergonzoso el retirarnos el derecho a la caza sostenible del lobo, pues la practican bajo el eufemismo de la “extracción del medio” con funcionarios y cazadores profesionales” cobrando estos, dineros del erario público cuando de hacerlo los deslegitimados cazadores, incluso se percibirían dividendos. Despilfarra la administración asturiana nuestros impuestos y al mismo tiempo obliga a la realización de cualquier batida con un guardia oficial del principado, como si los responsables de los cotos no fuesen capaces a velar por el buen desarrollo de la misma. Condicionan el número máximo de perros a soltar, de forma que se deja de levantar mucho jabalí por la falta de presión derivada del escaso número de canes. Aún así la jornada fue placentera gracias al buen hacer de los buenos perreros y mejores monteros de aquellas hermosas tierras, su calidad fuera de serie.

Batuecas, sol y moscas…

A principios de octubre, nos encaminamos los socios de nuestro club de caza mayor, hacia, la muy hermosa y señorial Ciudad Rodrigo, el cazadero se ubicaba cerca, en Monsagro. El día nos esperaba lleno de de promesas cinegéticas, que serían incumplidas por la fortuna, desgraciadamente. La experiencia fue negativa, salvo un par de marranos que colgaron unos amigos de Madrid, lo demás consistió en una aburrida jornada de cochinos inexistentes, con la excepción de una pelota de cinco o seis que se levantaron a primera hora de la mañana. Sol y moscas, tiempo para ir a los toros y no para sudar bajo la canícula de un verano que se dejó arrastrar hasta noviembre. Los perros de pena. Porque pena es lo que dan cuando la suelta se convierte en un desfile en fila india, propio de las pocas ganas que exhibían aquellos tristes podencos. Los compañeros no hacíamos más que lamentarnos por tanto trabajo de gestión desplegado por el secretario de nuestro club y lo poco que fue recompensado por la fortuna. En el caso concreto de esta cacería achacaremos al capricho de la fortuna la poca caza levantada. Pasos y pisadas de reses se veían por doquier. De los puestos y su colocación ni tacha, es más, estaban referenciados por GPS, lo que nos hace ver la magnífica labor de la guardería en general, y de la guardesa que nos habían asignado en particular. Sucede simplemente que caza es incertidumbre, y lo contrario sería cercón pastoril, cosa que no es de mi agrado.

La reserva de La Demanda

Quisieron la fortuna y los denodados esfuerzos de José Antonio, nuestro secretario, que esta temporada diésemos de nuevo, los miembros de la “Recova Jabalinera el Sabueso” con nuestros huesos en estos hermosos parajes burgaleses de evocador recuerdo. La Sierra de Cameros y Demanda fue antiguo señorío de nobles familias vizcaínas, como eran los Lope de Haro, cuya cultura e impronta en forma de arquitectura tradicional y de magníficos frontones de pelota, ha quedado en toda esta comarca de la vieja Castilla, a tiro de piedra de Urbión, ya en pagos Sorianos.
Si Cameros saluda al levante riojano, Demanda mira hacia Burgos ofreciendo pueblos tan hermosos como Barbadillo de Herreros, de cuya montería hemos disfrutado el año pasado, muy bien organizada por el guarda Carlos Sainz. Nada que ver con el piloto, salvo su rapidez a la hora de colocar los puestos. En esta ocasión, tendríamos la fortuna de visitar Neila, sito en el centro de un acogedor valle al que se accede por nevados portillos que, a modo de guardianes de su natural belleza vigilan el paso del visitante. Con el permiso de la autoridad, pero con miedo a la nieve, nos encaminamos un grupo de gallegos en pos de la aventura cinegética que aquellas agrestes montañas nos concederían un frio día de enero. Neila es un hermoso pueblo, con unas instalaciones hoteleras que van de lo excelente a lo razonable, dependiendo de si te alojas en una casa rural, o en un hotel. Aunque el grueso de los cazadores éramos gallegos, aquello se convirtió en una conferencia cinegética interautonómica de primer orden. La mañana se levantó relativamente cálida, en el fondo del valle había desaparecido la amenaza de nieve pero, una fina lluvia que penetraba hasta el alma ya no nos abandonaría hasta el final de la jornada. Hubiese preferido la nieve, sinceramente. El trabajo, conocimiento y buen hacer del guarda, solo se puede definir como fuera de serie, como también así ocurrió con los perreros, quienes llegaron a enriscarse peligrosamente para hacer salir pepas, venados, jabalíes y hasta el mismo demonio hubiese emergido de haber estado emboscado en aquella mancha. Buen trabajo el de los perreros y en este caso también perreras, da gusto ver como una joven se anima a entrar en este mundo de la montería de una forma tan resuelta. Los lances se sucedieron en un terreno abrupto y duro, haciéndonos dudar de la posibilidad de llegar hasta los puestos, pues hubo que atravesar torrentes del deshielo, y tramos de nieve que hicieron poner algunos de los todoterrenos en serios aprietos. Disfruté del mejor puesto de la temporada, al final de la jornada la fortuna y mi viejo Rémington 700 me obsequiaron con dos ciervas, dos cochinos u un hermoso venado. No se puede pedir más. Algunos compañeros no tiraron, fueron los menos. Los más tiraron mucho, o muchísimo, como fue mi caso, obtuvimos un tapete de un par de docenas de piezas de caza salvaje y de verdad, disfrutada entre amigos de toda condición. Un “mata cuelga” participativo, que en esta ocasión y a causa de las muchas piezas que la fortuna me había obsequiado, llegué a sentir el lamento de mis lomos y piernas, ladera arriba y ladera abajo cargando las reses. Se ve que éstas, después de muertas quisieron vengarse de esta forma de su matador…”El que mata… cuelga”, no es solo una frase, en mi caso fue la realidad palpable y pesable. Después de desollar y hacer cuentas con el guarda, disfrutamos de una buena cena en el marco incomparable de aquel valle entre montes magníficos, queriendo no pensar que al día siguiente temprano, tendíamos que abandonarlo de regreso a casa.

Urbión, un paraíso de biodiversidad

A finales de Enero encauzamos nuestros coches al sur de la Sierra de la Demanda, donde en la muga de la mítica Numancia, ya se preludia Urbión. Es esta una de las reservas regionales más acrisoladas, que difícilmente puede defraudar al cazador de verdad, el que es carne de sierra y lance montaraz. San Pedro Manrique es famoso por la inmemorial tradición del “Paso del Fuego,” donde sus mozos descalzos pasan sobre una alfombra de brasas la noche de San Juan.
En cambio a nosotros, el termómetro nos esperaba con temperaturas mucho más bajas que las de la noche de San Juan. Recio y seco frío castellano, que hacía preludiar un magnífico día de caza, de esos que enero nos suele regalar con algún que otro rayo de sol, siempre cómplice del montero aterido de frío. Sopa castellana y muchas ilusiones puestas en la jornada siguiente, nos hicieron entrar pronto en calor. Amaneció helando, y después del sorteo, realizado en la oficina de los guardas, partimos hacia un monte congelado que poco a poco se fue mostrando más amable. Fuimos ocupando nuestras posturas. Ese día, mi cumpleaños, no defraudó en regalos; el primero y mejor fue que mi esposa me acompañaba en el puesto, el segundo las cuatro piezas que terminé colgando y el tercero la camaradería que reinó en este enclave tan magníficamente gestionado. El vuelo majestuoso de los buitres leonados preludiaba la buena percha que al final del día se acercaría a la veintena de piezas cobradas, entre ciervas, venadotes y marranos, que da una idea de la buena marcha de la reserva. Amén de estas piezas, rompieron en los puestos buenos pavos y algún que otro magnífico ejemplar de corzo, que fueron respetados, pues solo son tirados en rececho. Al terminar, pitanza por partida doble. Por una parte la de los monteros, consistente en una impresionante paella hecha por los valencianos, y una pulpada aportada por los gallegos con queimada incluida, como es de ley. No se puede pedir más. La otra parte de la pitanza como es natural, la disfrutaron los maravillosos buitres leonados, a los cuales les llegué a disputar una pieza, haciendo valer mi derecho de primera sangre.

Ancares, ya solo es recuerdo del pasado

Si el fin primordial de la existencia de una Reserva de Caza, es la protección de la biodiversidad, Ancares Leoneses no es una Reserva de Caza. La biodiversidad existía mientras concurría un equilibrio entre las especies. Es hoy que ese equilibrio no existe, se ha roto.
Tristemente he de señalar que de los miles de corzos de unos años atrás, se ha pasado solo a unos pocos cientos, que sobreviven acobardados cerca de las casas. Jabalí hemos visto muy poco, solo se pudo rastrear algún gran navajero que es ya un hueso duro de roer para los lobos. Eso sí abundancia de excrementos de lobo, la que se quiera y más. He tenido la triste constancia de contabilizar una quincena de deposiciones de lobo en un día. La mayor parte de pisadas en cualquier otro lugar corresponderían a jabalí o corzo, aquí se invierte el orden lógico, y son realmente de lobo. Esto es insoportable y alguien lo tiene que decir, moleste a quién moleste. Pronto los guardas solo serán necesarios para llevarles a los lobos su diaria ración de pienso. Mientras, el cazador, tiene que sufrir en esta reserva una rigidez normativa por parte de su dirección, no solo en cuánto a la rigidez de las listas, sino que además te obligan a soltar solo catorce perros. Norma absolutamente ridícula, cuándo existe una falta de diligencia absoluta al permitir que los perros del pueblo campeen a sus anchas por el monte, como así hemos podido constatar. Lástima del tiempo y del dinero que nos ha costado el ver tan magnífico paisaje, que podríamos haber disfrutado igualmente de él gratis, simplemente no llevando rifle. Ancares se muere más rápido de lo que pensamos, su sostenibilidad se arruina y a nadie le importa, triste, muy triste. Publicado en Caza Mayor
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