Atlántico… corzos con sabor a sal…

Cuando en nuestro solar patrio hablamos de corzos, nuestro magín vuela a las estepas cerealistas castellanas, o a sus frondosidades burgalesas o sorianas. Volamos hacia los conocidos pagos de seguras puntuaciones y precios prohibitivos.


Tendemos a emular en nuestros comportamientos cinegéticos a aquellos que en los años setenta salían en peregrinación a Torremolinos, pues el que no veraneaba allí, no era nadie. De la misma forma hoy, a más de uno le puede entrar la frustración cinegética si no caza su corzo en Soria, donde se podrá codear con las escopetas de más rancio abolengo.

Otros corzos son posibles

Fuera del ámbito de Castilla y León, otros corzos son posibles. Podemos encontrar abundancia del capreolus en toda la esfera de la Cornisa Cantábrica, incluso allí donde esta pierde su nombre y sus ansias de balconada sobre el mar, para llamarse Galicia. El recechista corcero vive quizás allí, entre verdores, más cerca de la tierra y más lejos de su cartera, el encuentro con el ansiado duendecillo. Que las poblaciones van en uno y otro lado en aumento es cierto, pero empiezan a aparecer algunos nubarrones cerniéndose sobre los corzos leoneses, que un año tras otro no hacen otra cosa más que mermar las calidades de sus cuernas. Bien es cierto que mi discurso generaliza, no pretendiendo profundizar en casos concretos, que a mi entender son una digna excepción a esta regla. Y es que la palabra mágica se llama “gestión”. Por diseño estructural de la propiedad, la gestión teóricamente es más fácil de afrontar en tierras de Castilla-León, que de Galicia. ¿Donde se encuentra entonces el problema en las poblaciones castellanas?. La respuesta es fácil, en la intromisión de la administración hace en la iniciativa privada de gestión de los cotos. En Galicia, al igual que en Castilla y León, la administración aprueba los planes técnicos firmados por los profesionales competentes en la materia. En ellos se define la superficie del coto, su carga de especies e individuos, y los aprovechamientos cinegéticos correspondientes, la diferencia estriba en que mientras la administración gallega cobra un euro por cada precinto, la castellana está cobrando unos quinientos euros. Si fuesen ladrillos, les llamaríamos especulación, personalmente yo creo que lo es. Creo que jamás se ha vendido el metro cuadrado de plástico tan caro. Cierto es que estos dineros revierten después en la Junta Vecinal, pero a efectos de la gestión y de la existencia de unas poblaciones corceras saneadas donde se invierta el dinero es lo de menos.

El descaste de hembras como herramienta

Además de todo esto la administración castellana no permite descastes mediante batidas a hembras, justo al contrario que ocurre en pagos galaicos. El aprovechamiento en algunos de los cotos que conozco en la sierra leonesa limítrofe con Galicia, ronda los ocho machos en un ámbito de 3000 Ha. Si además de esta exigua cantidad, no de rebaja el número de hembras, no nos debería de extrañar la aparición de enfermedades y defectos en la cuerna que cada temporada que pasa, no hacen otra cosa que acentuarse. En las zonas cantábricas, y en el Finisterre en concreto, aun siendo terrenos de menor contenido en calcio, de tener en la zona norte menos horas de sol que pueden actuar negativamente en la metabolización de la vitamina “D”, apreciamos muy poco a poco, año tras año, mejores calidades en la cuerna. Si tomamos como ejemplo un coto en la costa cantábrica de Lugo muy conocido por mi veremos que en sus 7.000 Ha se fija un aprovechamiento de 50 ejemplares mitad hembras y mitad machos, la Xunta da libertad para que los abates se produzcan mediante batidas, o recechos. La directiva del coto ha decidido, muy inteligentemente destinar diez precintos a rececho de machos. El resto de los precintos serán usados para la caza en batida, con lo cual aparte de regular el exceso de población de hembras, se abaten machos a la carrera sin valorar su trofeo, de forma que lo normal es que se abatan individuos que rara vez pasan de simples selectivos.
Estas prácticas hacen que la población se mantenga alta, pero no masificada. La consanguinidad controlada y los abates ajustados al plan técnico aprobado por la administración. En consecuencia y comparando ambos cotos, sin que ello tenga valor científico alguno, he de señalar que no pareciéndome mucho los ejemplares que se extraen en esta zona de Galicia, encontramos que entre machos y hembras se abaten en este coto gallego 4.44 corzos más que en el coto leonés de referencia por cada 1000Ha. La cuestión es que en el leonés ni se abaten hembras, ni machos defectuosos, por eso es imposible que se mejore la especie con ese tipo de gestión la situación en la zona castellano-leonesa. Otro aspecto a tener en cuenta, es la incentivación que del furtivismo se está haciendo en un mundo donde la oferta y la demanda imponen su tiranía. Hemos de pensar que resulta bastante improbable que se estén respetando tasas de abate en un coto como el leonés de referencia que describo, cuando cualquier salida campera nos permite contemplar “pelotas” de doce individuos. En estas zonas se está haciendo imposible dar una sola batida al jabalí, ante la gran densidad de corzo. Los perros se marchan con el goloso rastro de estos últimos dejando a los monteros con un palmo de narices, y a los perreros sin canes. De esta simbiosis también las poblaciones de jabalí se ven beneficiadas, pues difícilmente tendrán necesidad de levantarse de sus encames ya que no les sería fácil encontrar mejor escudero que varios corzos dejando rastros cruzados por todos lados.

Febrero y el descaste

En Galicia las batidas al descaste se hacen a primeros de noviembre, hecho de menos que no se produzcan en febrero. Época en que las hembras andan más apelotonadas en el monte, sus corcinos destetados y ya grandotes, los machos con la borra claramente diferenciados de las hembras, y de estas, las que estuviesen preñadas, con su diapausa embrionaria sin iniciar el desarrollo del feto. Y es que en noviembre cabe la posibilidad de abatir alguna madre que no tenga destetado al corcino, cosa que no encaja mucho con la ética que debe guiar los actos del cazador. De la realización de estas batidas, se destila un cierto efecto secundario, de alguna forma se produce una selección natural en donde los menos dotados, o más inexpertos, pierden su paciencia antes que los más veteranos y sanos. En la naturaleza perder la paciencia y la vida son todo uno, es la ley… Si durante la época de recechos pudiésemos tener el suficiente tiempo para disfrutar sin trabas de ese precinto, conseguiremos encontrar, sin duda, a ese veterano emboscado como el que recientemente ha abatido mi amigo Oscar Garriga en Castroverde…(Lugo), no tiene nada que envidiar a un oro suyo del año pasado, y para muestra un botón. Esto nos indica que fuera de los circuitos comerciales habituales, también hay vida, en el caso de Galicia, entre sus brumas atlánticas habremos de percibir en sus corzos un cierto “sabor a sal” que a poco que lo degustemos, jamás hemos de olvidar. Publicado en Caza Mayor
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