Denominador común

El pasado 10 de junio me desplazaba como miembro de JUVENEX a la localidad portuguesa de Reguengos de Monsaraz, con motivo del I Congreso sobre Desenvolvimento Rural, organizado por la Universidade Aberta y la Câmara Municipal de Reguengos de Monsaraz.


La jornada transcurrió entretenida con la exposición de temas de actualidad en el sector cinegético del país vecino, como son los principales cambios en la legislación vigente, la nueva orden de vedas y los problemas que asedian al entorno de la caza, y es ahí donde entrábamos nosotros tocando una pequeña parte de las inquietudes de los portugueses quienes, conocedores de nuestra labor por la educación en la caza en Extremadura en particular, y España en general, nos habían invitado a realizar una ponencia de nuestros proyectos. Hasta ahí nada fuera de lo corriente. Lo que realmente llamó mi atención fue que, a pesar de las diferencias notorias entre ambos países en cuanto a política socioeconómica, legislación, costumbres, etc., los problemas venían a ser prácticamente los mismos. Un país sumido en una crisis que, poco a poco, continua ahogando a los ciudadanos y, por lo tanto, una decadencia económica que, por supuesto, se deja notar en el mundo de la caza. El efectivo que se movía en torno a nuestra actividad en un cercano pasado ha sufrido un notorio receso, por lo que, a la par, ha conllevado un detrimento en lo que a gestión se refiere. Por otro lado, la administración o administraciones en este caso han ido cerrando el grifo en torno a subvenciones y proyectos de recuperación, y esto ha causado mella en las pequeñas sociedades que han visto cómo estos han caído en saco roto. A las orgánicas les cuesta vender dentro lo que venían ofreciendo y ahora buscan soluciones fuera del país, ampliando la oferta con paquetes que incluyan caza y turismo rural. Por otro lado, y en menor medida, está el caso de las enfermedades del conejo o el detrimento en las poblaciones de caza menor, sobre todo en el caso de las migratorias, en general, y la tórtola común, en particular, lo que también se ve reflejado en nuestro país. Ante lo cual proponían algunos sectores del mundo cinegético suspender su caza durante un plazo de dos años, pero, al final, no se consideró viable, ya que, aunque no se cazasen en Portugal, sí que lo seguiríamos haciendo aquí, en España. También está, por supuesto, la preocupación por la problemática del envejecimiento progresivo de los cazadores, por lo que nos encontrábamos allí presentes, para mostrar nuestro proyecto aquí y firmar un convenio de colaboración con Alvorada, uno de los mayores clubes de cazadores de Portugal, y realizar actividades conjuntas donde fomentar la caza y educar cinegéticamente a los jóvenes portugueses. Y, luego, el archiconocido problema de la imagen que la sociedad tiene de nosotros, una imagen que entre todos nos tenemos que encargar de lavar, porque los cazadores no somos los que matan a Bugs Bunny, no somos despiadados asesinos que liquidamos cuentas con todo ser viviente que se cruza delante de los oscuros ojos de nuestra paralela. Imagen que los que dicen ‘vestir de verde’ se han encargado poco a poco, junto con los medios de comunicación, de irnos creando. Porque, tristemente, cuando se comete un asesinato con una escopeta, se le coloca la coletilla ‘de caza’ y, muy señores míos, la escopeta será de caza, de tiro o de lo que le dé la gana a su dueño, pero los cazadores no tenemos culpa de que se haya cometido tal atrocidad con ella. Cuando los cuerpos encargados a tal efecto capturan a un furtivo que ha cometido un acto delictivo, siempre se le coloca la coletilla de ‘cazador’. No, señores, se ha cogido a un furtivo, esa coletilla es la que nos hace daño y es la que ha creado esa cierta cortina de humo entre la realidad del cazador y la imagen que nos ha dispuesto la sociedad. Por ello tenemos que luchar entre todos: medios de comunicación, asociaciones y cazadores, y cambiar esta manera de ver que tiene el resto de la población hacia nosotros, porque siempre he dicho y diré que no hay mayor ecologista que un cazador, ya que todavía, en la vida, me he tropezado con ninguno de los ‘ecologistas de boquilla’, colocando un comedero a las perdices, disponiendo bebederos y puntos de agua donde las poblaciones de conejo necesitan, aportando suplementos alimenticios a las reses donde su población supera con creces las que el hábitat soporta. Simplemente, se preocupan de dar cuatro voces cuando interesa, echarnos encima toda la tierra posible a los demás y poner el cazo cuando venga de camino alguna subvención. Eso sí que se les da bien. Ardua tarea nos queda por delante, compañeros; pero considero que hay que luchar porque esta forma de vida que hemos heredado de nuestros mayores no se pierda y, por supuesto, que se siga practicando de una forma ética y cuidando el campo, que si no lo hacemos nosotros…
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