Entre temporadas

Nos encontramos en estos meses de parada montera, en estos largos meses en los que el polvo coge apego a nuestras armas en el interior de sus cárceles de acero, lejos del olor a barro, a monte, lejos del estruendo del arroyo en furia que lentamente irá perdiendo la vida lamiendo los márgenes de sus cauces hasta perecer en el interior seco de la tierra, debido al fragor del verano que vendrá.


Es tiempo de descanso para todos y cada uno de los monteros que ocupan postura en las dispares acciones cinegéticas que se celebran a lo largo de la temporada en nuestra Extremadura, pero, hay gentes, MONTEROS con mayúsculas para los que el arduo trabajo no ha hecho más que comenzar. Algunos de vosotros, muchos, ya sabréis a quienes me estoy refiriendo, son protagonistas indiscutibles de nuestra montería, de la de hoy, y de la de antaño, por mucho que se esfuercen algunos por separarlos del resto de asistentes a la montería, los verdaderos monteros son los perreros o rehaleros. Es ahora, época de cría, de selección y de sufrimiento, ya que los campos de entrenamiento de perros escasean, y aún más para perros de esta clase, por lo que la selección de los cachorros que van a seguir en las filas de la buena rehala, habrá de tenerse en cuenta en la primera temporada de vida de estos, por lo que el primer año lo pasarán en la perrera asistidos con todo lo necesario, vacunas, chips y un largo etc, para que luego, de la camada seleccionemos los mejores para cazar, por eso, la lista se irá conformando a lo largo de la siguiente temporada. Es también época de compra y adquisición de nuevos ejemplares, para ir renovando sangre y evitar males mayores. Es época como hablaba de sufrimiento, ya que la cadena de nuestros perros nos pesará tanto a nosotros como a ellos en sus cuellos, las horas en las que podrán corretear y saltar por los aledaños de la perrera, serán pocas comparadas con las que pasarán bajo la custodia de ese trozo de metal que les impedirá causar males mayores. Las peleas nos causarán alguna baja y las jubilaciones de los campeones también tendrán lugar en estas fechas, en las que siempre se recurre a los amigos para alojar a los que reciben el merecido descanso. Y tal como el peso de las cadenas se dejará notar, el peso del bolsillo irá en detrimento debido a los fuertes gastos que afrontarán en estos largos siete meses en los que el perro estará asistido sin poder aportar beneficio alguno. Siete meses en los que alimentación adecuada, veterinarios con todo lo necesario, (enfermedades, chips, vacunas, etc…) y otros gastos adicionales en instalaciones o mejoras que puedan surgir, irán picoteando poco a poco de las reservas hasta quedarlos como Rocinante. Es por ello y tristemente real que en los últimos años estén desapareciendo de nuestra geografía numerosas recovas que, ya clásicas, asistían a nuestras monterías alegrando nuestras manchas con sus voces, con sus latidos, con sus carreras, y aportando a los monteros, a esos otros que si descansan, los lances que guardarán en sus retinas para el resto de sus vidas. Por ello desde aquí voy a pedir precisamente a estos últimos, que cuando uno de estos les pase por el puesto, lo salude, si sus perros le han gustado lo felicite, y sobre todo, lo mire como realmente es, un compañero más e imprescindible para el transcurso de la montería, porque sin rehala, no hay montería. Mi más sincero mensaje de ánimo a todos aquellos que dadas las circunstancias hoy andan en la cuerda floja, sopesando si seguir en el mundo del perro actual, es triste ver desaparecer recovas entre las que te has criado, con las que has disfrutado, que te han hecho reír y, por qué no decirlo, en ocasiones llorar. ¡Ánimo valientes! Os achucho yo ahora tal y como hacéis a vuestros compañeros canes en el monte.
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