Criticamos

Son ya muchos los años que uno lleva en esto de verter tinta sobre las pantallas y páginas de algunas de las principales revistas del sector cinegético, rodando de aquí para allá, y por ello sé bien lo poco que cuesta hendir el cuchillo o sacar el botiquín. Pero es mucho mayor la facilidad con la que se te puede deslucir el resultado de una acción cinegética por el cúmulo de pequeñas circunstancias que, sumándose las unas a las otras, van haciendo la pelota más y más grande.


Es el caso de la montería que el pasado día nueve me toco organizar para el arrendatario del coto en mi pueblo. Si tuviese que ser crítico, diría que fue un desastre pese al resultado, y por ello, desde aquí, quiero pedir perdón a todos los que de una manera u otra fueron afectados, así iré enumerando uno a uno los pequeños fallos. Ya para comenzar, el sorteo se retrasó bastante y daban las diez y media cuando comenzaba, en el cual un pequeño desbarajuste con las posturas de gente con dificultad para andar dio como resultado dos personas que se saltaron de la lista, pero que como en esto de las matemáticas todo cuadra, allí estaban sus sobres. La primera en la frente. La salida de armadas transcurrió con normalidad hasta la penúltima de las mismas, en la que faltaba un señor, vueltas y vueltas llamando al susodicho, tiramos de móvil y tras un buen rato aparece, la cosa se retrasa, y la salida de la última de las armadas se retrasa aún más. Se distribuyen las rehalas y cuando todo está colocado se realiza una llamada para que suelten, el encargado de recibirla nos comenta vía telefónica que no puede soltar ya que SEPRONA les está pidiendo la documentación, que en cuanto terminen sueltan. Da la una cuando se abren los portones de los canes, de ahí en adelante todo es una fiesta y un tiroteo de lances, transcurre con normalidad la caza hasta las tres y media cuando se le da la orden a los perreros de salirse de la mancha, se han escuchado bastantes disparos y todo acaba. Es entonces es cuando comienza el desmadre, tres de los postores, familiares entre ellos, desaparecen sin decir nada ya que reciben una llamada de que un familiar tiene problemas de salud, los demás se quedan esperándoles para sacar las reses ya que por proximidad, ellos tenían los remolques, sacaban primero sus armadas y posteriormente recogían las demás que ya se habían encargado de arrimarlas al carril. Los monteros dan cuenta del catering sin llegar nada a la junta, seis concretamente esperan para llevarse sus bocas, y allí hay cierto descontrol esperando a los desaparecidos, cuando nos enteramos de lo ocurrido, prisas por aquí, desconcierto por allá, los perreros sin sus ticket de comida porque nos encontrábamos todos recogiendo, al final dieron las tantas cuando se terminó de sacar todas las piezas. Todo fue un cúmulo de circunstancias que poco a poco hicieron de la canica una gran bola de nieve que se nos vino encima. Fácil sería clavarme el cuchillo cualquier cronista estando tan agarrado por tan fuertes alanos, pero también sería fácil retirarlos ya que cansado y agónico no iba a emprenderla con nadie. Desde aquí, en primer lugar pedir disculpas a todos los que de una manera u otra se vieron afectados por estos fallos y dar mi más sincera enhorabuena a todos esos otros afortunados que disfrutaron de lances y de sus trofeos que espero que guarden en algún rincón de sus hogares.
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