Ladran, luego cabalgamos

Leía hace unos dias en El Confidencial, diario crítico tirando a frívolo —aunque no peca ni de progre ni de pureta—, el siguiente titular: «Madrid subvenciona a cada cazador con 5,5€, cinco veces más que a cada futbolista».


La verdad que una vez leído el reportaje no cuenta nada especial, ni escandaloso, ni relevante contra la caza. De hecho, varias federaciones resultan peor paradas que la caza. Y la motivación del propio artículo hace tan llamativo el titular. Y tan ofensivo a la vez.
 
 

Dejando aparte la mala leche de un titular que, como tantos, se quedará sin respuesta o nula defensa por parte de las instituciones y medios pertinentes, la lectura inmediata es que la prejuiciosa caza produce más ventas o más lecturas que otras actividades como el esquí acuático o el polo que, al contrario que la caza, sí son deportes marcadamente pijos y exclusivos. Y es que parece que la caza nunca resulta indiferente.

Parece que, en los últimos tiempos, taurinos y cazadores estamos en el ojo del huracán y que explosiones políticas como Vox en Andalucía, posiblemente muy ligadas a movimientos como la #cazatambienvota, favorecen esta popularidad, y no parecen ir contra el futuro de la actividad. Al contrario. Y todo esto, a pesar de las muestras de terrible irresponsabilidad en las declaraciones de algunos políticos, pero mucho peor aun, incluso a pesar de la inmensa ignorancia de los millones de urbanitas cuyo voto sí es determinante para ganar elecciones.

Pero en definitiva no hay como estar en la pomada para tener la oportunidad de hacerse notar, ya sea a través de muestras de sensacionalismo como las de este titular o al rebufo de imputaciones de toreros o bien de programas divulgativos o crítica social que ahondan en la pérdida neta de población o la desertización humana del 60% del territorio español a cargo de prestigiosos periodistas.

2019 es año de elecciones y en el que el fenómeno acaecido en Andalucía parece que ha puesto en guardia a algunos partidos que se ven en la necesidad de no incrementar la sangría en votos y ganar parte de ese electorado rural que sí caza o es sensible a la caza, o al menos lo es a los dineros que reporta en sus zonas. Ojalá sea así y que este miedo a la cuenta de los escaños dé la oportunidad al colectivo de hacerse oír, aprovechar el tirón y explicar en medios generalistas por qué cazar sí. Lo importante es que el mensaje caza llegue no solo a los habitantes de zonas rurales, sino especialmente a aquellos urbanitas de mente abierta de tal forma que podamos alejarnos del estereotipo y empezar a cambiar la actitud prejuiciosa hacia la caza, construyendo en positivo y que ponga el énfasis en el mensaje ambientalista, social y cultural que subyace tras la misma, como ocurre en otros países europeos, espejo en el que siempre, desde la acomplejada España, tendemos a mirarnos.

Ahora bien, ¿estamos suficientemente preparados como colectivo para subirnos a este carro publicitario y hacerlo rentable? ¿Están los representantes de las instituciones cinegéticas al nivel para encabezar ese liderazgo? ¿Están dispuestos todos aquellos insensatos cazadores, cuyas conductas reprochables en el campo como fuera del campo y que tanto afean la imagen y favorecen la proliferación de titulares como este, a modificar su conducta? Ojalá y surja este espíritu y un liderazgo real que elija buenos titulares y acertados compañeros políticos en la cruzada. Porque no todo aliado es válido.

Como decía el hidalgo, «Cambiar el mundo, amigo Sancho, que no es locura ni utopía, sino justicia». Feliz 2019.

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