¡Ole tus… Picachu!

Pokemon Go. A ver quién caza más y sube de nivel. Qué frivolidad. Qué doble moral de la sociedad. Cazar. Cuando queremos es matar, cuando queremos es jugar.


En este medio, el texto, la explicación, sobra. Creo. Pero, qué pena no poder subirnos al carro de la coyuntura mediática y no tener una plataforma que grite a los cuatro vientos «no somos frikis», no cazamos realidad aumentada, somos cazadores de verdad y no hacemos daño a nadie ni vamos causando problemas, ni atascos, ni reuniones multitudinarias que acaban a tortas y cuestan el tiempo y los medios del Estado para contenerlas.
Cazar, y comer proteínas, hicieron crecer y evolucionar nuestro cerebro para evolucionar como especie. Negar la realidad natural, antropológica e histórica es de una simplicidad intelectual y social enorme pero, sobre todo, de una ignorancia infinita. Ahora bien, debemos ser malos, malos, porque ya se han cuidado bien el Wiki y los japoneses de omitir cuidadosamente la palabra clave en toda literatura, pero la calle no escapa al término. Debe ser ADN humano, cazar. Ni el videojuego se escapa.
Debería hacer reflexionar a los puristas. ¿Qué fomenta más la competitividad y la violencia, Call of Duty u otros similares carne de urbanita, o un apacible día en el campo observando la naturaleza y los animales en su esplendor, o estos juegos de salón? Me dice mi pequeño sobrino: «Tú matas a los animales». No, yo los cazo. No es lo mismo. ¿Por qué sirve para un puñetero manga y no para una actividad necesaria y ancestral?
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