26 feb. 2013 10:14
Avanza una tarde fría de invierno en un cortijo de cualquier sierrucha de nuestra piel de toro. Una niebla espesa y meona apaga los ruidos y esconde las almas. El pastor y su señora se van a descansar sobre su colchón de lana, con una pila de mantas para soportar el intenso frío, que de una forma u otra, acaba penetrando en la vieja construcción de gruesos muros y viejas ventanas. Se retiran sin comentar sus solitarias existencias. Sigue »