Furtivos ‘de Play Station’

«Si un hombre entra en terreno ajeno y no lo trincan, sino que el dueño se entera cuando el que entró anda en lo libre y no en lo suyo, castigo para el guarda: 10 bastonazos. Para el que entró no hay castigo: se la jugó y ganó, pagó ya con el miedo. Si el


¡Cómo ha cambiado todo! Tal y como refleja en uno de sus libros Luis Berenguer, estas leyes no escritas, por muy injustas que nos puedan parecer hoy día, eran normas aceptadas y respetadas por todos, furtivos, guardas y dueños de fincas. Sin ánimo de encumbrar a los personajes de esa época, la necesidad apretaba y el furtivo de carne tenía como único lucro mantener a su familia. Grupos organizados, GPS incorporados, cartografías en sus PDAs, equipos de intercepción de radiofrecuencia, emisoras de largo alcance, gafas de visión nocturna, visores última generación, silenciadores… éste es el furtivo de hoy, furtivo de Play Station. Del Patarra, Novaliches, El Tío Sena, El Higuero o los más modernos Culebro o Gasolina, pasamos a lidiar la noche con furtivos de nombre y apellidos, con la única necesidad o ambición del fanfarroneo en el bar o la de reducir el blanco de sus paredes. Aunque, desde hace unos meses, hemos vuelto al peligroso furtivismo por necesidad. Los altos precios de la carne de caza unidos a la economía de subsistencia que tenemos en el medio rural, ha hecho que retrocedamos en la máquina del tiempo cuarenta años. La última, la semana pasada, descubren a varios furtivos organizados… recogiendo cuernas de venao, y aunque las investigaciones están en marcha, parece un grupo de más de 50 personas organizadas. A todo ello, súmenle la escasa o nula ayuda que los agentes de la autoridad (agentes medioambientales, Seprona…) hacen a la causa. Atrás quedaron las estrechas relaciones de los guardas con los ‘forestales del ICONA’. Estos últimos, más preocupados en saber si se han eliminado jarales, si la malla cumple con el Reglamento o si el lince campea por esos lares, se han convertido en auténticos policías judiciales del campo. Craso error. Si se pudiera reducir el furtivismo en las fincas, los guardas realizarían otras labores más dirigidas a la gestión y conservación del medio natural. No lo duden. Del bastonazo o castigo físico que se ejercía al furtivo, hemos pasado a que el guarda tenga que pedir permiso para detener un coche, o que le solicite amablemente al furtivo que se entregue a los agentes de la autoridad, que «están al llegar»… NI TANTO NI TAN CALVO.
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