Verdades molestas

Antes de nada, decirles, que tengo muy claro que hay comentarios que además de ser un tanto «punzantes», suelen molestar bastante a muchas personas, como por ejemplo puede ser el que a continuación voy a hacer. Pero también tengo muy claro, que a veces este tipo de comentarios tan molestos para algunos, son necesarios de cara a aclararles ciertas cosas a otros, en este caso a los más jóvenes.


Cosas que últimamente, los que ya peinamos canas y vivimos aquellas décadas gloriosas de la caza menor en España, no paramos de «tapar con la manta grande», posiblemente por la vergüenza que podemos sentir al confesárselas a aquellos a los que siempre hemos querido dar buen ejemplo, a los jóvenes, a los que no tuvieron la suerte de vivir aquella época dorada de la caza menor en España. Actualmente, de lo cual me alegro, parece ser que todos los que vivimos aquella etapa cacera de antaño, sin distinción alguna, nos declaramos apasionados e incluso verdaderos enamorados de algunas especies de animales de nuestra fauna, entre las que se encuentran, como no, el emblemático Lince Ibérico y algunas famosas rapaces de nuestra fauna. Unos animales éstos, sobre todo el Lince, que precisamente empezó a caer en picado o barrenas allá por aquella época en la que los que somos sesentones bailábamos la Yenka y que, actualmente, está a punto de tocar fondo, o lo que es lo mismo, al mismísimo borde de la extinción. Lo que realmente más me choca de todo lo anterior, es que el Lince se encuentre en la situación que se encuentra, cuando todos los que ya peinamos canas y vivimos aquella etapa de la abundancia de especies menores de caza, actualmente no paramos de decir que lo hemos querido y cuidado siempre. Es más, ahora, muchos propietarios de fincas o cotos de caza de aquella época, dicen algo que a mí, lo mire por donde lo mire, no me cuadra para nada. Dicen, que para ellos haber tenido por entonces linces y algunas rapaces de las más emblemáticas en sus cotos o fincas, fue y sigue siendo un verdadero orgullo. Así es que después de haberle escuchado decir a todo el mundo lo que dice del Lince, ya no sé ni qué opinar, aunque visto lo vito y escuchado lo escuchado, tendré que decir que al parecer los humanos hemos sido toda la vida muy buenacitos con este animalejo, y que para nada hemos sido los culpables de que actualmente se encuentre en la mala situación que se encuentra, y que el único y verdadero culpable de ello es ese animalejo que siempre fue la pieza clave de la cadena trófica y casi único en su menú, el conejo, por morirse de esa forma que se está muriendo a consecuencia de esas enfermedades o epidemias creadas en laboratorio por el hombre que últimamente parece que no es capaz de «pelar». ¿Para qué leches vamos a buscar otros culpables, con lo fácil que lo tenemos con el pobrecito conejo? Aunque también puedo decir, o mejor casi preguntarme, ¿Si realmente todos hemos amado y cuidado al Lince y a determinadas rapaces de las mas emblemáticas durante toda la vida, quiénes entonces eran los que en aquella época dorada de la caza menor en España, en aquella que como ya he dicho mas atrás algunos bailábamos la Yenka, ponían venenos de forma totalmente autorizada a todos los depredadores sin distinción alguna por los supuestos daños que pudieran hacer a las especies menores cazables? ¿O es que ahora va a resultar que todos estamos limpios de culpa en este aspecto, y que nadie ha puesto venenos en sus fincas o cotos de caza en aquella época del envenenamiento autorizado y hasta premiado? Pues miren, que yo sepa, en muchas fincas o cotos de caza de muchos puntos de nuestra geografía se pusieron de forma totalmente indiscriminada y se hicieron verdaderas masacres de depredadores y no depredadores, como era el caso de los carroñeros, e incluso de perros de caza, que se te escapaban en un despiste y ya no volvías a verlos más con vida, como me paso a mí mismo con tres podencos, entre los que iba mi Diana, la mejor perra de caza que jamás he tenido. Aquellos venenos, los que vivimos la sierra y en la sierra durante aquella época, vimos de forma muy cercana y directa lo crueles que eran, ya que mataban en cadena y haciéndole sufrir a los animales envenenados antes de morir lo que muchos ni se pueden imaginar. Pero no crean los mas jóvenes, los que no vivieron aquella época, que los que antaño ponían esos venenos en el campo eran como ahora se consideran los que los ponen, unos delincuentes, ni mucho menos, lo hacían, como más atrás he comentado, de forma autorizada y, por tanto, totalmente legal. Pero es que además, yo creo que estos venenos los ponían, más que por otra cosa, por la mala «información y educación» que recibían de quienes jamás deberían haberla recibido, pues al ponerlos lo hacían, además de legalmente, como algo muy bien hecho y totalmente necesario. Yo recuerdo, que antaño hubo personas tan confundidas o «perdidas» con el tema de los venenos, que se crearon, o les crearon, una doble moral sin que tan siquiera se dieran cuenta de ello, pues no se podía entender, que por un lado se dedicaran a predicar «ética cacera» en sus tertulias de caza y en otros lugares, incluso en algunos medios del sector cacero, diciendo que a los animales había que cazarlos haciendo que su muerte fuera rápida para evitarles sufrimiento y, por otro lado, que se dedicaran a envenenar indiscriminadamente y sin ningún tipo de control a otros que morían entre el mayor de los sufrimientos. Aparte, claro está, de todos los que en sus nidos y madrigueras morían también de hambre esperando que sus progenitores, ya envenenados y muertos, les llevaran una comida que jamás les llegaba. Yo creo, que lo que deberíamos hacer muchos de los que vivimos aquella época es dejar a un lado la «hipocresía» y decir la verdad, que durante un tiempo de nuestras vidas, bien por equivocación o por la mala «educación e información» que recibíamos de quienes jamás deberíamos haberla recibido, actuamos muy mal, y que gracias a Dios, ahora, o mejor dicho, desde hace ya bastante tiempo, estamos siendo «educados e informados» de una forma muy diferente y correcta en este aspecto y, que gracias a ello, nos hemos dado cuenta que a algunos animales que en su día, posiblemente de forma equivocada, llegamos a perseguir en demasía por los supuestos daños que pudieran ocasionar a las especies cazables, ahora debemos mimarlos, cuidarlos y gastarnos verdaderos dinerales para que no desaparezcan de nuestra fauna, incluso sentirnos orgullosos al hacerlo. Esta es la verdadera postura que creo deberíamos adoptar, la de decir la verdad y no la de mentir diciendo que siempre hemos querido y cuidado a ciertos animales, cuando en realidad antaño los veíamos como unos competidores en caza a los que había que eliminar como fuera. ¿Cómo es posible que algunos propietarios o gestores de cotos que se han hartado de poner venenos en ellos cuando era legal ponerlo, ahora digan, incluso hasta en algún medio, que siempre han querido y cuidado a ciertas especies depredadoras de animales cazables? Yo pienso que confesarles a los más jóvenes los errores que antaño hayamos podido tener o cometer no es ninguna deshonra, sino todo lo contrario, una valentía. Lo que pienso que no es para nada de recibo, a mi corto entender, es querer ahora engancharnos todos al carro de lo bueno, bonito y moderno y seguir «tapando con la manta grande» lo que antaño hicimos muy mal, diciendo que siempre hemos querido y cuidado lo que en realidad hasta que no fuimos bien «informados y educados» perseguimos hasta la saciedad con artes y formas que, aunque por entonces fueran legales, jamás deberíamos haber utilizado por lo crueles que eran. Lo que deberíamos hacer, según mi opinión, de una vez por todas, es asumir cada uno su parte de culpa de todo lo que antaño pudiera haber hecho mal y unirse al resto de cazadores para hacer un bloque todos juntos y tratar que lo que ocurrió en su día no vuelva a ocurrir más, y tratar de «educar e informar» todos juntos a los que aun queden —valgan tantas redundancias— por «educar e informar» en este aspecto, para que de una vez por todas desaparezcan los terroríficos venenos de nuestros campos y no vuelvan jamás a ellos, pero jamás, pues en la época en que vivimos y con la información y conocimientos que deberíamos tener sobre ellos, sería, además de tercermundista su utilización, vergonzosa, canallesca y lo que es aún peor, criminal.
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