La venda antes de la herida

La dialéctica Caza–Parques Nacionales pone de manifiesto bien a las claras como se puede llegar a hacer frente a las situaciones reales con criterios políticos de imagen y oportunidad antes que con el uso de la lógica y el sentido común.


Sin entrar en el análisis de por qué hay en España tantos y tan extensos parajes naturales dignos de la máxima protección, parece haber acuerdo mayoritario en que esa protección es necesaria. ¿Pero de qué hay que proteger a esos espacios? ¿Qué o quiénes pueden ponerlos en peligro? Se nos ocurren algunas acciones nocivas, tales como las propias de las empresas extractivas, o la construcción de grandes vías de comunicación, o el turismo masivo e incontrolado de fin de semana, también la caza con fines comerciales, que podría tratar de incrementar las poblaciones de las especies cinegéticas para aumentar las cacerías y los beneficios… Pero la caza como herramienta de gestión… ¿Por qué negar esa posibilidad, cuando están siendo los agentes forestales quienes tienen que eliminar animales para hacer posible una adecuada gestión para la conservación del ecosistema? El objetivo básico de un parque nacional es, como bien dice la normativa que los ampara, asegurar la conservación de sus valores naturales, por lo que es de lógica que en ellos prime la no intervención. Pero que prime no quiere decir que no haya que intervenir cuando sea necesario. Así, el propio anteproyecto de Ley de Parques Nacionales que se hizo público hace unas semanas establece que la caza, la pesca deportiva, recreativa y comercial, la tala con fines comerciales o la edificación seguirán estando prohibidas, pero no los controles de población de especies, que se entienden necesarios para la gestión. Es de sentido común. ¿Por qué entonces ha levantado tanto revuelo el que el citado anteproyecto de luz verde a programar y organizar actividades de control de poblaciones y de restauración de hábitats? Las organizaciones ecologistas han pedido que se eliminen del anteproyecto las ambigüedades e indefiniciones en relación con la caza. Nos les parece suficiente que la caza esté prohibida tanto por razones comerciales como recreativas, sino que exigen que esté expresamente prohibida aunque sea por razones de una mejor gestión, porque es una opción que quieren entender como una puerta abierta a la caza como negocio, al pim pam pum, al desafuero… Pues si me lo permiten, eso es ponerse la venda antes de la herida. Eso es hacer una interpretación gratuita y torticera de la letra de la ley. Y, ya de paso, eso es ahondar en el tópico del cazador malo que mata animales inocentes, cuantos más mejor. En definitiva, lo que parece molestarles es que un señor que se dice cazador haga la labor de otro señor que se dice agente forestal, aunque el primero pague y el segundo cobre por ello; aunque el primero lo haga con gusto y buena voluntad y el segundo como una obligación que muy bien le puede resultar molesta o inoportuna; aunque los dos porten arma y ambos eliminen estrictamente lo que hayan establecido los técnicos responsables. ¿Cederán las autoridades a sus presiones o gestionarán nuestros (escasos) recursos con sentido común?
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