A la sombra de una crisis

A las puertas de otra temporada de caza la información económica es dueña y señora de la actualidad. Las cosas parecen pintar mal. Hay preocupación. Motivos no faltan, ¿pero estamos ante el abismo?…


Lo que sí parece cierto es que, de un tiempo a esta parte, muchos ciudadanos del primer mundo andamos desconcertados… La crisis financiera. A lo que se ve, ni éramos tan ricos como creíamos ni debimos gastar tanto como gastamos. Y no se trata solo de que no podamos cambiar de coche o mandar a los hijos a hacer masters a Estados Unidos, es que no podemos hacer frente a las deudas contraídas en los tiempos de bonanza. Ni las personas ni, lo que parece ser todavía más grave, los países. Porque también los estados y las diferentes administraciones más o menos públicas y más o menos locales gastaban más de lo razonable, es decir, más de lo que ingresaban. ¿Y en la caza qué? Pues en materia cinegética pasa que a sus males endémicos y a sus tradicionales enemigos tenemos que añadir otro: la tan mentada crisis, la desaceleración, esa que mantiene a muchos cazadores en casa más tiempo del habitual, a las empresas y los empresarios del sector en la cuerda floja y a los animales campando a sus anchas en fincas y concesiones sin un buen cazador que echarse a la huella. Triste. Pero como no hay mal que por bien no venga, así como hemos averiguado que las viviendas se habían sobrevalorado en exceso, estamos comprobando por parecido mecanismo que la escalada de precios de la caza tampoco tenía que ser imparable y menos aún inevitable. Y que, a poco que uno se lo proponga, es posible cazar en los mismos o parecidos destinos a precios más asequibles. Otra cosa. Mientras creíamos vivir en el mejor de los mundos y gastábamos en cazar lo que no teníamos (según parece), ¿qué pasaba en muchos de los lugares de destino? Si nos centramos en África, como gran continente receptor de cazadores foráneos, pasaba que cada año era más pobre. Según datos del Banco Mundial, en 1990, 216 millones de seres humanos del África subsahariana vivían por debajo del umbral de la pobreza (el 47,8% de la población), pero es que en el año 2000 los pobres de solemnidad eran ya 304 millones (un 49,7%), y siguen aumentando. ¿Es eso sostenible? Claro que sin los recursos que genera la caza la situación sería todavía más grave, pero ¿qué puede suceder en los próximos años? Hay quienes aseguran que los cazadores están acabando con la fauna africana verdaderamente salvaje, pero no es cierto. El principal enemigo de la fauna salvaje africana es la miseria, y el de la miseria un desigual reparto de la riqueza en connivencia con el exceso de población. Hay datos esclarecedores. Cuando Ariño —por poner un referente que nos es tan próximo— puso por vez primera sus pies en África, en todo el continente vivían en torno a 220 millones de seres humanos… ¡Un paraíso para los pocos cazadores occidentales que se aventuraban por aquellas inmensidades! Ahora, 60 años después, sobre ese mismo territorio viven más o menos 1.000 millones de personas, cuatro veces y pico más. Y los expertos auguran una población africana de 1.600 millones para el no tan lejano año 2025. Quiere decirse que, en más o menos 75 años (una edad en la que en nuestro mundo ya se es joven para morir) la población africana se ha multiplicado por siete. Y además no llueve.
Comparte este artículo

Publicidad