Ganadero-lobo, buscando una convivencia viable

El binomio hombre-lobo existe desde el principio de los tiempos, cargado de desencuentros y conflictos a los que ambos sobrevivieron, incluso se produjo un sutil acercamiento al descubrir el hombre, en tiempos ancestrales, que asociándose con él, cazaba más y mejor.


Con su domesticación, no olvidemos que los perros son descendientes directos del lobo, se produjeron los mayores desencuentros. El lobo doméstico, el perro, auxiliaba al hombre en sus tareas de caza, mientras que el lobo salvaje competía por sus mismas piezas. Este antagonismo se fue agrandando al hacerse el hombre sedentario, ganadero y agricultor, ya que no sólo competían por las piezas salvajes, sino que el lobo se hacía también predador de los animales domésticos, siendo un lastre para su economía. Con el paso del tiempo los conflictos no disminuyen, al contrario, son mayores, y en la era de la comunicación en que vivimos, más conocidos por la sociedad. Hay algunos aspectos como los referidos a la alimentación y al territorio que merecen algún comentario que nos ayude a entender la situación actual. En los últimos años, como consecuencia de la extensión del mal de las vacas locas, todas las reses que mueren en las explotaciones ganaderas gallegas, son retiradas para su destrucción. Esos miles de animales, antes pudrían en nuestros montes, y eran una proteína muy asequible para los carnívoros salvajes. Ahora, al no existir esa carne tan accesible, que formaba parte preferente de su alimentación —en la naturaleza también se cumple la ley del mínimo esfuerzo—, el alimento deben buscarlo entre animales vivos, salvajes o domésticos, y por esa misma ley, en líneas generales, el animal doméstico es más accesible que el silvestre. Esta es una de las razones fundamentales del aumento de los ataques del lobo a las ganaderías, en los últimos años. Galicia es una tierra muy humanizada y con un territorio extremadamente antropizado, en el que el lobo como animal generalista se adapta a la perfección. Hay un hecho reciente que no se puede soslayar: los cambios de uso de la tierra, tanto en los cultivos agrícolas como en los forestales. Las zonas loberas bien delimitadas hasta hace unos años, generalmente boscosas y de montaña, ahora se introducen y se confunden con las zonas ganaderas, sin la existencia de fronteras naturales para el lobo. Por eso su presencia ya no es exclusiva de esas comarcas tradicionalmente loberas. Consecuentemente cabe preguntarse si el lobo podrá seguir colonizando determinados territorios debido a su configuración agrícola, ganadera y poblacional, porque la conflictividad que genera su presencia y su actividad parece inasumible por esas gentes con sus legítimos intereses. Existen dudas razonables sobre si la existencia del lobo en muchas áreas, lejos de ser útil para la especie, puede convertirse en un problema para el propio lobo. Es cierto que las zonas loberas deben estar unidas por unos corredores ecológicos, que hagan permeables sus poblaciones en beneficio del cánido, pero una extensión indefinida de los espacios loberos puede no favorecer a la especie y mucho menos al ganadero. Si reconocemos que el lobo forma parte de nuestro patrimonio natural, y queremos garantizar su existencia futura, se debe mantener una población de lobos que aseguren su supervivencia como especie, pero que a su vez no haga imposible la ganadería como actividad necesaria —tal vez imprescindible— en Galicia. Como casi todo en la naturaleza, esto se consigue buscando equilibrios inestables, pero equilibrios al fin y al cabo. Es fundamental que se desarrollen las medidas preventivas al menos en dos vertientes, por una parte regulando las poblaciones y por otra aquellas que minoren o eviten los ataques a la cabaña ganadera. Por tanto se hace imprescindible buscar la eficacia en la reducción de los ataques en determinadas zonas ganaderas. Es primordial la colaboración de los cazadores con los ganaderos y la Administración para extraer mediante su caza los ejemplares necesarios, y así regular la densidad de la especie en los términos que estimen los técnicos encargados por la propia Administración de esta tarea. Paralelamente se debe divulgar, extender y fomentar el uso de medidas preventivas tendentes a que, aún con la presencia del lobo, los ataques al ganado sean mucho menores. De todos modos, el lobo siempre producirá ataques al ganado, y esas consecuencias económicas deberán ser sufragadas por el conjunto de la sociedad, no por los ganaderos que las sufren. En los últimos años en Galicia se avanzó en esta línea, y la Administración habilitó ayudas para los propietarios de ganado que sufren quebrantos. Las ayudas deben tender a soluciones cada vez mas justas y diligentes, una vez comprobada la certeza del ataque. El futuro del lobo en nuestra tierra pasa por tener garantías de que no va comprometer la existencia de la transcendental figura económica, social y medioambiental del ganadero, todo ello sin ejercer una presión extrema que extinga la especie, siendo tarea de todos encontrar ese punto de convivencia posible entre ganadero y lobo. José María Gómez Cortón Presidente da Federación Galega de Caza
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