Mágico octubre

Mágico octubre, pórtico de otra temporada. El cielo derrama sus primeras aguas tras otro estío implacable. El aire refresca. Se despiden de sus ramas las hojas ocres de hayas, robles y castaños. Se quedan desnudos, pero reverdece la tierra y la esperanza.


Las carreteras se llenan de vehículos agradablemente “sospechosos”. “Ése es un cazador, ésos también”, diremos para nuestros adentros sintiendo que formamos parte del mismo barco, que nos embarga la misma pasión. También nos preguntaremos dónde desembarcarán, cómo les irá el día. Bares de pueblos y carreteras tendrán un bullicio familiar. Cruzaremos miradas cómplices, veremos los abrazos sinceros de amigos que vuelven a encontrarse y escucharemos las primeras bromas y “mentiras” de la temporada. Un éjercito de cazadores, pacífico, ilusionado y variopinto, se moviliza en todos los rincones de España ante la mirada atónita de los últimos noctámbulos que no verán amanecer. Los cazadores sí, y en todas las campiñas y serranías se recortarán sus siluetas y la de sus perros. En el norte, siempre verde y húmedo, volverá a escucharse la voz profunda y grave de los perros de rastro. Con ellos atraillados, no les importará a los monteros ni el frío ni la lluvia buscando los escames de los jabalíes en aquellas espesuras. Desde Etxalar, Valcarlos u otros puestos palomeros, muchos ojos esperarán ansiosos que azulee el horizonte y suplicarán al cielo que sople el sur para que las torcaces pasen a tiro. Mientras, esos mismos ojos se extasiarán ante tanta belleza y el paso cantarín de miles de pájaros y aves que buscan el sur. Benditos paisajes norteños y bendita pasión la de sus cazadores. En las sierras, cuando aún suenan los venados más tardíos, escucharemos la música de las rehalas y de los perreros, el eco de los tiros, el agua corriendo en los barrancos, el silbido de la perdiz desparejada, la grito alcahueto de la mirla y, por qué no, el tarameo de algún jabalí. Cuadrillas enteras recorrerán las campiñas con sus galgos atraillados esperando ansiosos el salto de la liebre más rápida del mundo. Otros lo harán con sus podencos o con sus perros de muestra esperando el arranque de liebres, conejos y perdices. Los habrá que verán amanecer con los pies en la tierra esperando el paso de zorzales o palomas; o con los pies en el agua sintiendo primero el paso de sombras que luego se convierten en patos cargados de colores. Pocos espectáculos habrá tan gratificantes como ver llegar el día en cualquier humedal. Cuánta vida en tan poco tiempo. Pero no sólo hay caza detrás de perros y escopetas. También, y de la buena, podemos verla en ese puño que sostiene un halcón; en aquel veterano que despliega su filat en cualquier collado mallorquín, o en quien, con sus verderones, pardillos o jilgueros enjaulados, practica con red o liga su particular caza sin muerte. Todo esto he practicado o he visto practicar en tantos y tantos mágicos octubres, y os aseguro que he sentido el mismo pálpito, la misma esencia, la caza con mayúsculas. Y ahora, suerte y a disfrutar cada uno con lo suyo.
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