¡Y bailarás sobre mi tumba!

Vivir tiene el inevitable riesgo de la muerte y la muerte forma parte de un proceso cíclico inherente a la naturaleza de la que formamos parte. La muerte y la naturaleza merecen respeto y ese respeto es una condición inamovible del ser humano.


No es ya ninguna novedad para nadie que las redes sociales se han convertido, en parte, en un gran basurero, una especie de taberna de bar donde acuden todo tipo de espontáneos de cualquier condición y nivel que no sólo pueden opinar, sino que también pueden soltar todo aquello que se les ocurra sin riesgo a represalias —o esto es lo que parece, dada la experiencia— desde la más profunda de las ignorancias, desde la más absoluta falta de respeto y en una total ausencia de educación básica. Todo vale en las redes… hasta escupir sobre los muertos y pisotear su memoria, impunidad total para estos jueces espontáneos de vidas ajenas que se atreven a todo sin ninguna censura, escudándose en las masas y siendo jaleados por la plebe que parece necesitar más sangre de la vertida. Se insulta sin pudor, se agrede de palabra, se violenta, se pisotea y se maldice. Nada ni nadie se libra de la vomitona fácil de los teclados, ni siquiera lo más sagrado: la memoria de los muertos y el duelo aún caliente de sus familias y amigos. Los que maldicen son malditos y malnacidos. Lo son por cobardes y rastreros, por lanzar escupitajos creyéndose anónimos contra alguien que no lo es y que ni siquiera conocen, alguien que ha elegido libremente su forma de vivir… y puede que de morir también, alguien que defiende con pasión aquello en lo que cree y es consecuente con su forma de pensar al vivir, sin hipocresías, sin tener que esconderse, alguien que seguramente ama y mucho, mucho más de lo que ellos son capaces de odiar, aunque ese odio que demuestran parezca ilimitado. ¡Respetad a los muertos y su silencio! ¡Respetad su incapacidad de defenderse ahora que no están! ¡Respetad su familia y su llanto! Miraos en el espejo si podéis, podremos estar equivocados, nadie posee la verdad absoluta… pero vosotros sois los miserables. Los miserables que habéis escogido serlo, tan pobres de espíritu como de valores, jueces de poca monta de exabrupto fácil y colérico falto de toda razón, argumento o principio. ¡Vamos! Yo os reto a bailar sobre mi tumba si se da el caso, os reto a maldecirme, a juzgarme por mi forma de vivir que no entendéis ni conocéis, ni respetáis… os reto a seguir vomitando sobre mi cadáver… pero a los míos… a los míos les dejáis en paz llorar sus lágrimas. Respetar a los muertos es una condición humana. Mucha gente hay, pero pocas personas. (En memoria de todos aquellos que fallecieron viviendo su vida de la mejor forma que les ha parecido y sus familias han sufrido en carne propia el acoso y linchamiento por parte de los miserables. D.E.P toreros, amigos y compañeros cazadores que supieron ser y estar).
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