Juntas de Extinción de Alimañas (1/2)

En este post verán, con una cierta claridad, que la situación venatoria de hoy es una clara consecuencia de ayer y una nefasta gestión de pocos, pero indocumentados grandes propietarios y altos niveles de una administración juntos a quienes no les importan ni siquiera los difuntos que empiezan a dejar el estado del arte.


Las Juntas de Extinción de Animales Dañinos fueron creadas oficialmente en el año 1953, aunque en algunas provincias ya funcionaban desde el año 1944 perdurando hasta su desaparición en 1970 con la ley de caza del citado año. En este periodo se dieron muerte a más de 650.000 animales considerados alimañas.

Escrito: Félix Sánchez Montes.

Lista negra de animales

Desde 1940, buscando una mayor protección para la caza y la ganadería y sin haber efectuado estudios previos, se procedió a la elaboración de una lista negra de animales que deberían de ser exterminados por su presunta actividad dañina. Los criterios utilizados para determinar lo que era considerado una alimaña no tenían nada que ver con cuestiones ecológicas, ya que sólo se buscaba un objetivo económico, sin considerar las posibles alteraciones que se iban a producir en la fauna silvestre. No existió una concepción integral de lo que era un determinado hábitat o nicho ecológico y del papel que desempeñaban las citadas especies en la cadena trófica.

Asimismo, tampoco se tuvieron en consideración los posibles beneficios que esas especies podían generar a la caza, tales como eliminación de animales débiles o enfermos.

Los mayores beneficiarios de esas políticas fueron los propietarios de los grandes cotos de caza mayor y los organismos públicos que administraban los cotos y reservas nacionales de caza.

«Administrador que administra y enfermo que enjuaga, algo traga».

Nada más terminar la dictadura del militar Franco, se tomaron medidas venatorias que dieron en denominarlas: «booms cinegéticos» cuando no fueron más que simples artimañas para repoblar hasta la saciedad y con inusitada avaricia los cotos del Régimen y de los Poderosos con el dinero de un pueblo que comenzaba a vaciarse en aras de que las industrias periféricas dispusieran de una mano de obra barata, o, los que emigraban a otros lugares mandaran o trajeran divisas desde el extranjero. ¡Vente para Alemania, Pepe! Y así lo hicieron con el agravante de dejar bien claro, siendo incierto, que en España la guerra civil (golpe de Estado) había extraído de los campos y montes más caza de la debida para matar el hambre. Motivo este por el que la caza había disminuido, los depredadores habían crecido demasiado y la mengua o mejor escrito: EL EXTERMINIO de las aves de rapiña (alimañas) no terminaban de encajar en el «BOOM» vendido al mundo entero como un verdadero prodigio según los libros de la época de los que algo he copiado y mucho lo he vivido y estudiado desde diferentes ópticas y épocas, en parte, para librarme de esos moscones que volverían a resucitar al Caudillo si pudieran.

Había que hacer algo al respecto. ¿No?

Se beneficiaron y siguen en ello todavía empujando a la gente para que se marchara a la ciudad o al extranjero con vistas usureras y de puro latrocinio a fin de comprarles sus bienes a precios de saldo o sin competencia o con competencia mancomunada. Ese era el pago a los caciques por hacer de chivatos pasando información a sus amos de lo que ocurría tanto en el pueblo como en sus alrededores. Se les amontonaba el trabajo, pues también acusaban a la gente que mataban y enterraban en las cunetas de las carreteras y… ahí siguen sin perrito que les ladre ni familiares que les reclamen.

Había que hacer algo. Y se hizo, pues desde 1940, se pusieron en marcha diferentes iniciativas en aras de mejorar la caza en España y empezaron poniendo en funcionamiento lo que por la Dirección General de Montes fue un servicio denominado Servicio Nacional de Caza y Pesca fluvial que se iba a ocuparse de la organización, protección y fomento de la caza, para lo que el citado servicio contaba con el trabajo de los funcionarios de alta alcurnia y el apoyo de un comité asesor perteneciente al «Régimen sin excepción». Esta iniciativa tenía un claro objetivo económico, pues generaba importantes beneficios a la Administración y a los propietarios particulares de grandes capitales basados en la agricultura y ganadería etc. O sea: en lo que hoy llamaríamos «Sector Primario». Además, en las cacerías se hacían grandes negocios y se siguen haciendo bajo la manera que describe magistralmente Luis García Berlanga en su trilogía de películas llevadas al cine. Películas que muestran un ácido retrato de la clase empresarial y política del tardofranquismo (primer lustro de los años setenta). Debido al éxito del primer filme le siguieron dos continuaciones más que conformaron la trilogía de la familia Leguineche: Patrimonio nacional (1981) y Nacional III (1982), que gozaron de las bendiciones de crítica y público. Berlanga se inspiró en las cacerías de Franco para realizar las tres películas.?

A partir de 1950, momento en el que comenzaron a proliferar los cotos de caza, públicos y privados, se tomaron diversas medidas para proteger estos espacios, en los cuales practicaban el arte venatorio determinadas personas pertenecientes a los grupos económicos más poderosos y miembros de la alta Administración del Estado.

La buena marcha de estos cotos y su rentabilidad económica se vinculó con la desaparición de todos aquellos animales que, como las aves rapaces o los cánidos, pudiesen causar daño a las especies venatorias. Desde entonces, la persecución de estas especies se intensificó y se establecieron incentivos económicos para estimular a los habitantes del campo en la persecución y aniquilamiento de aquellas. Más que la caza en general, se trataba de proteger aquellos cotos de caza mayor en particular, cotos en los cuales el desarrollo de actividades cinegéticas aportaba importantes ingresos a sus propietarios.

El Decreto del Ministerio de Agricultura, de fecha 11 de agosto de 1953, declaraba obligatoria la creación de las Juntas de Extinción de Animales Dañinos en el plazo de dos meses a partir de su publicación en el Boletín Oficial del Estado. Con la constitución de las Juntas se pretendía la eliminación de aquellos animales declarados perjudiciales para la caza, la agricultura y la ganadería. En virtud de esos objetivos, se estipulaba que en la composición de las Juntas debían de participar, además de los representantes de la Administración forestal, los propietarios de los cotos de caza y los representantes de los ganaderos (siempre y cuando pertenecieran al Movimiento). De esta manera, cada Junta provincial quedaría presidida por el Ingeniero Jefe del Distrito Forestal y también pasarían a formar parte un representante del Gobernador Civil, un miembro del sindicato oficial, tres ganaderos y tres propietarios de cotos, nombrados por la Dirección General de Montes.

En buena medida, la geografía de las Juntas venía determinada por la existencia de cotos o reservas nacionales de caza en las provincias españolas.

En 1944 existían las reservas de caza y cotos públicos de las provincias de Ávila, Oviedo, León y Santander.

Posteriormente se fueron constituyendo otros en las provincias de Huesca, Jaén, Toledo, Málaga, Lérida, Lugo, Guadalajara, Palencia, Badajoz, Ciudad Real y Teruel.

Por su parte, los cotos de carácter privado proliferaban en las grandes fincas ubicadas al sur del Sistema Central, en las provincias de Córdoba, Huelva, Jaén, Sevilla, Ciudad Real, Toledo y Cáceres, entre otras. Sus dueños eran grandes propietarios y destacados miembros de la burguesía financiera e industrial (Aznar, Gamero, Garnica, Mac-crohon, Oriol, Osborne, Ybarra, Urquijo), así como los herederos de antiguos patrimonios nobiliarios (Marqués del Mérito, Marqués de Salinas, Conde de Aguilar, Conde de Caralt, Conde de Gamazo, Conde de Yebes).

El trabajo de las Juntas debería comenzar por organizar los planes de lucha contra las alimañas, para lo cual podían suministrar venenos y otros medios de extinción a aquellas personas que los solicitasen. Estas personas, denominadas alimañeros, tenían derecho a percibir ayudas económicas y premios, según el número de piezas cazadas.

Los fondos utilizados por las Juntas procedían, en forma de subvenciones y donaciones, de diversas fuentes: del Servicio Nacional de Caza, de los presupuestos de los Ayuntamientos y de las asociaciones de ganaderos y cazadores.

En la justificación de motivos se alegaba que en aquellas provincias en que ya funcionaban las Juntas de Extinción unos resultados que habían sido excelentes, pues se habían eliminado cientos de alimañas y ello había beneficiado, en su opinión, a la ganadería y a los cazadores.

Es posible que el legislador conociese la estadística de animales eliminados por la Junta de Extinción de la provincia de Santander, la primera que se constituyó en España en el año 1944. Esta provincia tenía una importante cabaña ganadera que pastaba en régimen de libertad y siempre había destacado por la existencia de abundante de caza mayor, especialmente en la zona de Picos de Europa. Precisamente, fue aquí donde se creó uno de los primeros Cotos Nacionales de Caza, el 9 de abril de 1932, durante la II República Española. Dicho coto, denominado Coto Nacional de Picos de Europa, incluía el municipio de Potes, en la provincia de Santander, y los de Panes y Cabrales, en la provincia de Oviedo.

Ciertamente, la actividad de la Junta de Extinción establecida en Santander había conseguido en sus primeros años de existencia notables éxitos en su empeño por reducir el número de depredadores que atacaban al ganado y este hecho, muy divulgado en los medios de comunicación de la provincia, no podía dejar de llamar la atención de las Autoridades forestales.

Un ingeniero forestal, buen conocedor del tema, afirmaba que: «Era de capital importancia disponer de fondos suficientes para que los cazadores de alimañas recibieran los premios necesarios para que les alentasen y recompensen de los gastos, molestias y tiempo que empleaban en tan ‘magna’ empresa».

Consciente de esa situación, el Servicio Nacional de Caza y Pesca fue una de las instituciones que apoyó a las Juntas con una subvención anual que se distribuía en función de la actividad desarrollada por las citadas Juntas. La aportación era modesta pero su carácter regularizado permitía a las Juntas contar con un presupuesto anual mínimo, máxime teniendo en cuenta que las contribuciones de los Ayuntamientos rurales y otras asociaciones de cazadores o ganaderos no se ingresaban con puntualidad. Seguimos igual. No obstante, en la mayoría de las provincias los municipios estaban obligados al pago de un canon anual como aportación a la Junta respectiva, al igual que las asociaciones de ganaderos y cazadores.

Cada especie tenía un valor previo asignado por la Junta que era abonado en el momento de su presentación. Este valor, medido en puntos y que posteriormente se convertía en pesetas, no era el mismo en toda España y podía ser modificado en función de determinados criterios. Por ejemplo, en 1956 la Junta de Guadalajara elevó el valor concedido al búho real: «Ya que por razón de sus dimensiones y potencia combativa pueden ser elevados los daños que ocasiona a la caza». Sin embargo, las subvenciones no se fueron incrementando anualmente por lo que a comienzos de los años 60, a medida que aumentaban las piezas abatidas, las Juntas no disponían del presupuesto suficiente para hacer frente a sus gastos, lo cual repercutía negativamente en su actividad y provocaba el rechazo de los alimañeros, que no veían recompensado su esfuerzo. En 1965, el Gobernador Civil de Ciudad Real declaraba que el problema económico de la Junta de Extinción era cada vez mayor y no había posibilidad de solucionarlo: «Ya que por todos los medios a nuestro alcance no se nos han concedido más que 82.897 pesetas y sólo la captura de animales se ha elevado en 1964 a 106.503 pesetas, cifra que expresa claramente la gran labor realizada si se tiene en cuenta que en 1961 se pagaron por tal concepto 51.239 pesetas». En general, todas las especies fueron sometidas a una persecución intensa en la que se emplearon todo tipo de artes y no se tuvieron en cuenta los períodos de reproducción. Las especies que tenían una peor consideración entre ganaderos y cazadores posiblemente fuesen el lobo (Canis lupus) y el zorro (Vulpes vulpes), dado que eran las que más daño causaban a sus cabañas y por las que más dinero abonaba la Administración. No obstante, la actuación de los cazadores afectó a muchos otros animales, como podemos ver en el siguiente cuadro que recoge los apresamientos efectuados en las provincias en las que existía la correspondiente Junta.

En fin, con esos resultados en la mano, verdaderamente notables, parecía evidente que éste era el instrumento más adecuado para proceder al exterminio del enemigo. Es decir, una organización de ámbito provincial que gozase de autonomía y con cierta capacidad económica, que estuviese dirigida por personal cualificado y fuese apoyada por los grupos sociales y económicos influyentes. Los éxitos alcanzados por las primeras Juntas fueron divulgados de manera profusa y con tono elogioso en diversas publicaciones oficiales. Así, a la hora de hacer el balance de sus actividades en 1956, la Dirección General de Montes, Caza y Pesca fluvial enaltecía la labor de aquéllas:

«Merece consignarse la plausible labor que están desarrollando las Juntas de extinción de animales dañinos y de protección a la caza de varias provincias, cuyo haber en el año 1956 puede estimarse en la destrucción de 221 lobos, 3.787 zorros, 28 garduñas, 322 gatos monteses, 581 jinetas, 19 linces, 26 nutrias, 253 tejones, 376 turones, 2.196 águilas y otras rapaces, 1.224 córvidos, 4.222 urracas, 45.095 nidos y huevos de urraca y 385 reptiles». Desde una perspectiva actual el balance es aterrador, en opinión de la Dirección General no estaba mal, al menos para empezar, expresiones semejantes fueron empleadas en años sucesivos, en los que la cosecha de alimañas también fue meritoria.

Por eso, una de las mayores preocupaciones de las Juntas era la de conseguir el dinero necesario para hacer frente a sus gastos y poder recompensar el esfuerzo de los alimañeros. Un ingeniero forestal, buen conocedor del tema, afirmaba que: «Era de capital importancia disponer de fondos suficientes para que los cazadores de alimañas recibieran los premios que les alienten y recompensen de los gastos, molestias y tiempo que han de emplear en la empresa». Consciente de esa situación, el Servicio Nacional de Caza y Pesca fue una de las instituciones que apoyó a las Juntas con una subvención anual que se distribuía en función de la actividad desarrollada por las mismas. La aportación era modesta pero su carácter regularizado permitía a las Juntas contar con un presupuesto anual mínimo, máxime teniendo en cuenta que las contribuciones de los Ayuntamientos rurales y otras asociaciones de cazadores o ganaderos no se ingresaban con puntualidad. No obstante, en la mayoría de las provincias los municipios estaban obligados al pago de un canon anual como aportación a la Junta respectiva, al igual que las asociaciones de ganaderos y cazadores.

En el siguiente cuadro podemos ver la evolución de las subvenciones concedidas por el Estado a las distintas Juntas a lo largo de varios años.

De alimañeros, guardas y hasta carboneros, tenemos mucha legislación desde el Pleistoceno. Pero a algunos les va muy bien aun cuando les salga el tiro por la culata como en el caso del urogallo o del lince. Cuantos millones se han gastado en mantener a unos indocumentados tanto por saber más de lo debido como por interpretar al revés cuatro fotografías. Pero el tema resulta tener gancho retratándose los políticos al lado de un oso como el señor Revilla hablando de su oso Furaco. Charlatanes de feria todos ellos que triunfan con menesteres tales y enchufan a sus leales. ¡Qué coches 4x4 llevan los vigilantes, que dicho sea de paso, hay más que osos y encima hacen outsorucing cuando hay que doblar el lomo! Señoras y señores, amar al oso no es tratarlo de domesticar e incluso humanizarle. No. No se escandalicen, por favor, pero demuestra más amor quien los caza que quien les tortura de por vida en circos y cercones al aire libre. Pero hombres de Dios, con sus recetas de Cagliostro les vuelven locos y atacan sin piedad a quienes practican esta iniquidad. Lo malo es que pagan justos por pecadores.

Cuanto se ha escrito del oso pardo en España y… todos libros dicen lo mismo con modificaciones parvularias. Escribiremos de los famosos alimañeros asturianos especializados en la captura del oso pardo cantábrico, tanto asturiano como palentino, navarro o maragato, pues de esos hay, hubo y habrá.

Ahora les ha dado por presumir de Ciencia a nuestros probos y competentes desocupados, de esos que no encuentran trabajo en la administración… Pero hombres y mujeres de Dios, la ciencia no sobra en ninguna parte, pero no es nada, si no se refiere a algo en concreto en un mundo que cada vez tiene más claro que el trabajo debe de ser multidisciplinar. ¡Qué bonito es cobrar por lo que no se va a controlar! Escribiré sobre todos los factores que intervienen en la caza. Y no lo olviden: «toda esta patraña de profesiones liberales receptoras de contratos multidisciplinares, plurianuales y de gastos de gestión ampliada, buscan el ‘outsourcing descarado’. Aquí sobra pan para tanto chorizo». No, no vamos a mejor en nada y en la caza… menos todavía. Ay la caza, la caza… Claro que lo dejó atado y bien atado para los del Régimen… Y quienes le sucedieron no le fueron a la zaga. No. Mucho parrapleo y poca Cárcel.

Me gustaría dejar bien claro que con la política de las RESERVAS Y COTOS NACIONALES DE CAZA sólo salieron ganando los del «Régimen», los ricos de por casa (generalmente los hijos de los caciques pueblerinos responsables de vaciar España) y los que hasta ahora han seguido con privilegios que claman al Cielo. Sepan que a pocos, muy pocos, han encarcelado por tamaño sacrilegio y a otros los tienen en puertas. ¿Encima, para recochineo del pueblo, quieren arreglar el tema a través de las Reservas Nacionales y los Cotos no dejando cazar en ellos. Escribiré sobre esto y sobre quienes practican las regalías con las que se camuflan semejantes iniquiedades.

Hay «barberos de difuntos» que se autodenominan «estilistas de Tanotestética» y que si el maquillado abriera un ojo, le rompería los morros. Extrapolen esto a la caza y verán muchas similitudes.

En fin, con esos resultados en la mano, verdaderamente notables, parecía evidente que éste era el instrumento más adecuado para proceder al exterminio del enemigo. Es decir, una organización de ámbito provincial que gozase de autonomía y con cierta capacidad económica, que estuviese dirigida por personal cualificado y fuese apoyada por los grupos sociales y económicos influyentes. Los éxitos alcanzados por las primeras Juntas fueron divulgados de manera profusa y con tono elogioso en diversas publicaciones oficiales. Así, a la hora de hacer el balance de sus actividades en 1956, la Dirección General de Montes, Caza y Pesca fluvial enaltecía la labor de aquéllas: «Merece consignarse la plausible labor que están desarrollando las Juntas de extinción de animales dañinos y de protección a la caza de varias provincias, cuyo haber en el año 1956 puede estimarse en la destrucción de 221 lobos, 3.787 zorros, 28 garduñas, 322 gatos monteses, 581 jinetas, 19 linces, 26 nutrias, 253 tejones, 376 turones, 2.196 águilas y otras rapaces, 1.224 córvidos, 4.222 urracas, 45.095 nidos y huevos de urraca y 385 reptiles». Desde una perspectiva actual el balance es aterrador, en opinión de la Dirección General no estaba mal, al menos para empezar». Así, tuvieron cuartelillo para lanzar a los cuatro vientos expresiones similares empleadas en años sucesivos, en los que la «cosecha de alimañas» también fue meritoria.

Por eso, una de las mayores preocupaciones de las Juntas era la de conseguir el dinero necesario para hacer frente a sus gastos y poder recompensar el esfuerzo de los alimañeros. Un ingeniero forestal, buen conocedor del tema, afirmaba que: «Era de capital importancia disponer de fondos suficientes para que los cazadores de alimañas reciban premios que les alienten y recompensen de los gastos, molestias y tiempo que han de emplear en la empresa». Consciente de esa situación, El Servicio Nacional de Caza y Pesca fue una de las instituciones que apoyó a las Juntas con una subvención anual que se distribuía en función de la actividad desarrollada por las mismas. La aportación era modesta pero su carácter regularizado permitía a las Juntas contar con un presupuesto anual mínimo, máxime teniendo en cuenta que las contribuciones de los Ayuntamientos rurales y otras asociaciones de cazadores o ganaderos no se ingresaban con puntualidad. No obstante, en la mayoría de las provincias los municipios estaban obligados al pago de un canon anual como aportación a la Junta respectiva, al igual que las asociaciones de ganaderos y cazadores.

En el siguiente cuadro podemos ver la evolución de las subvenciones concedidas por el Estado a las distintas Juntas a lo largo de varios años.

Con esas ayudas y subvenciones, las Juntas pagaban las capturas a los alimañeros, concedían premios a los más destacados y divulgaban los logros alcanzados. Las cantidades abonadas por las Juntas constan en el siguiente cuadro.

Si queremos completar el cuadro podemos incluir otra serie de especies, incluyendo volátiles y reptiles, que también fueron víctimas de ese frenesí sanador. Y los incluiré. Faltaría más.

Así se estudiará el cuadro del próximo post ubicado en esta misma web.

Si ustedes navegan por las webs de las antiguas estructuras del Régimen, observarán y comprenderán muchas mentiras con las que nos hicieron comulgar como si se tratara de piedra de molino. Y … verán que una cosa fue lo que ocurrió, otra como nos la cuentan que ocurrió y otra más como pasó a formar parte de una historia que conculca los hechos con las falaces mentiras de los intereses que no han variado desde los primeros albores de la humanidad.

Artículo basado y transcrito de lo publicado en:

Monteros: El blog de la montería tradicional y las rehalas.

La actividad de las juntas de extinción de animales dañinos.

NARDILEÓN: Juntas de Extinción de animales dañinos.

Ley 37/1966, de 31 de mayo, sobre creación de reservas nacionales de caza.

Control de alimañas hasta 2021.

Reservas y cotos nacionales de caza. Libros 1,2,3 y 4 (las 4 regiones de España).

• BIBLIOTECA personal de Miguel Ángel Romero Ruiz.

• Texto: La actividad de las juntas de extinción de animales dañinos en España, 1944.

1968. Escrito y fotografiado por Eduardo J. Corbellé Rico y Eduardo Rico Boquete. (Posiblemente el mejor resumen de la época, pero no el único)

• Modificaciones y resumen: Miguel Ángel Romero Ruiz

• Soporte principal: FEDERCAZA mayo.

• Fotografías : Ayuntamiento de Vitoria – Gasteiz, Federcazamayor – Félix Sánchez Montes y Miguel Ángel Romero Ruiz.

• Cuadros estadísticos: varios procedentes de los libros oficiales de la época.

• Modificación de las formas de los cuadros estadísticos: Miguel Ángel Romero Ruiz.

Pudiera ocurrir que me jugara alguna pasada la memoria, cosa que a mi edad no es de extrañar y aun cuando tengo buen cuidado, algo me puede salir mal, cosa por la que les pido perdón si así fuera. Ah, los de ahora no son mejores que los de antes, no, todos ellos son unos verdaderos robaperas.

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