Batida en Riaño

Otra aventura más en la que me embarcaba. Esta vez ponía rumbo al norte de España, en concreto a la localidad de Riaño (León), en el corazón de los Picos de Europa.


Todo comenzó con una llamada el verano pasado por parte de Rubén Mounsieur, comentándome que estaba organizando una batida exclusiva para mujeres en aquella zona tan emblemática para la caza en España.

Sólo con saber la zona en la que cazaríamos y que tendría un buen número de compañeras, me sirvió para apuntarme.

Una vez recibida toda la información del evento, le transmití mi ilusión por participar en una modalidad de caza que hasta entonces no había practicado, que es la de la caza con perros de rastro o a traílla.

Una modalidad empleada habitualmente en el norte peninsular, pero que para nada se usa en mi tierra de procedencia, Andalucía.

Conforme se iba acercando el momento me surgían pequeños miedos: quién me mandará a mi cruzarme España entera sola. Menos mal que venía mi amiga Yuka conmigo porque yo sola…

Pero el chip cambió cuando en un evento de 3M en Madrid me encontré a otra buena amiga, Vanessa Barba, y me dijo que ella también participaría en la batida. Qué alivio, qué descanso y qué alegría.

Comenzamos creando un grupo de WhatsApp para organizar el pequeño viaje que teníamos entre manos. De esta manera tuve la oportunidad también de conocer a Teresa Hijano, conocida mundialmente como Lunaritos, una joven y avezada montera que desde ese día se convirtió en una amiga para toda la vida. Ella sería la cuarta integrante del grupo que subiríamos para cazar en las montañas leonesas.

Málaga, Jerez de la Frontera, Córdoba y Madrid. Cada una de un punto diferente nos organizamos de las mil maravillas para que el viajazo fuese más ameno. Dos meeting point, Córdoba y Madrid, para unirnos e ir más acompañadas a nuestro destino, porque así la aventura, como dice Vanessa, «es más auténtica».

Por fin llegamos al Hotel Sainz que era donde nos hospedábamos. Estábamos citadas por el organizador a las diez de la noche en otro pueblecito cercano, llamado Burón. Allí cenaríamos con el resto de las participantes que llegaron de diferentes puntos de España y celebraríamos el sorteo.

¡La cena, exquisita! De primero una sopita bien calentita para entonar nuestros cuerpos y de segundo lomo de jabalí. Que se note bien nuestra pasión por la caza. Un buen plato con esta deliciosa carne para coger ánimos de cara al siguiente día.

Recargamos pilas con tan suculento menú y, acto seguido se celebró el sorteo, a la par que se daban las instrucciones de la batida.

Una entretenida y distendida sobremesa, que sirvió para ir conociendo mejor al resto de participantes, puso punto y final a la primera jornada de viaje. Pronto nos fuimos a la cama, pues queríamos estar al 100% para el día siguiente.

Después de no pegar ojo en toda la noche por los nervios, por fin poníamos rumbo a la Aldea de Llomba de Retuerto donde el Ayuntamiento de Burón se encargó del desayuno como anticipo a la cacería.

Los tiempos cambian y las tecnologías están cada vez más presentes en la caza, y por ello colocamos las emisoras a punto para comunicarnos entre los cazadores. Los perros estaban provistos de collares con GPS, con lo que podíamos saber la trayectoria que llevaban tras la pieza. Además teníamos de cupo para toda la cuadrilla un lobo y la primera en abatirlo tenía que transmitirlo al resto. ¡Qué emoción!

Puse mis trastos en el coche de Begoña Laiz y su marido Miguel Ángel Robles para salir al puesto, ya que Vanessa y Teresa les había tocado en otra zona totalmente opuesta a la mía. Ellas tenían que andar un poco menos.

La subida a mi postura fue un poco dura. Iba dejando al resto de compañeras en sus puestos deseándole toda la suerte del mundo y parecía que no llegaría en toda la mañana a mi posición. Pero todo cambió cuando llegué. En ese momento pensé que todo esfuerzo había tenido su recompensa por sus vistas, sus bosques de hayas, acebos… etc. Un bonito puesto de balcón que me dejaba contemplar toda la grandiosidad de un paisaje otoñal al que no estoy muy acostumbrada en el sur. Todo tan verde, tanta agua y ese contraste de colores, parecía que estuviera en otro país. Lástima que la caza no diera la cara por aquellos contornos. Hubiera sido la guinda para un lugar tan mágico.

La batida en la Reserva Regional de Caza de Riaño fue una experiencia única, no tuve la suerte con los lances y la meteorología tampoco nos acompañó gracias a la presencia intermitente de niebla, frío y nieve. Pero a pesar de todo, me quedo con los conocimientos aprendidos de esta modalidad de caza. Es una maravilla ver el fantástico trabajo que realizan los sabuesos adiestrados al rastro del jabalí, llevados en traílla, así como la de sus dueños, los resacadores, que se funden en el monte para llegar hasta al encame de los guarros y empujarlos a las posturas.

Imposible olvidar las personas que conocí en estas jornadas, quienes nos hicieron pasar unos momentos estupendos con su hospitalidad y su generosidad. Nos transmitieron su forma de vivir la caza tan diferente a la nuestra, pero siempre con la misma pasión y dedicación al campo, a los animales y a todo lo que les rodea.

Aprender a vivir y valorar las riquezas de nuestro entorno, en diferentes modalidades y territorios, para que no caigan en el olvido, es algo en lo que todos los amantes de la caza tenemos que contribuir para que no se pierdan y se queden en el olvido.

Para finalizar, me gustaría dar las gracias a Rubén por todo su esfuerzo y dedicación a la hora de organizar esta fantástica cuadrilla de mujeres, para batir un duro y áspero monte como el que nos ocupó aquel día.

Aunque el resultado es lo que menos importa, destacar que se cobraron unos cuantos jabalíes y que una de las participantes pudo hacerse novia en este día.

Espero, pronto, volver a cazar por aquellas impresionantes montañas leonesas.

Muchas gracias por todo.

¡Os espero en el siguiente artículo!

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