Cuando el hambre aprieta, la vergüenza afloja

Pasada la época de monterías, las reservas carroñeras naturales se agotan. La retirada de cadáveres y restos de animales procedentes de explotaciones ganaderas merman los estómagos de nuestras aves necrófagas por excelencia… y les convierte en depredadore


 Buitre leonado
Buitre leonado

En una finca de mi Extremadura, estos son los restos que me encontraba de la paridera de las ciervas esta primavera. Cervatillos recién nacidos convertidos en pellejo y unos cuantos huesos, pasto de los buitres hambrientos. ¡Se los han comido vivos! Y es que ya lo dice el refrán, «cuando el hambre aprieta la vergüenza afloja».

Los llevan a hecho. De los gabatos que han nacido en la dehesa, pocos habrán quedado. Estos son solo los restos que he encontrado a pie del camino.

Es la primera vez que me encuentro en una situación así. Alguna vez había escuchado el problema de los ganaderos al atacar los buitres a las crías de ovejas o vacas recién paridas. Tras días de observación, fruto de mi curiosidad, di con los culpables: los buitres negros.

 Buitre leonado
Buitre leonado

Día sí y día también estos ejemplares han estado sobrevolando la dehesa, bajito, a diferentes horas del día, pero todos los días casi a las mismas horas.

Las leyes les protegen, dictadas seguramente por los mismos que dictan leyes en contra de los cazadores para prohibir nuestra actividad. Sin que entre en sus cabezas que los que ejercemos esta actividad de manera legal somos parte de esta cadena de supervivencia que es la naturaleza y que la protección de sus animales sería inviable sin nuestra colaboración… porque nosotros podríamos parar de cazar, si ellos nos obligaran, pero la caza no se acabaría, la propia naturaleza se encargaría de seguir su curso, como acaban de ver, a cualquier precio.

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