Tórtolas y otras aves africanas

El mes de mayo viene este año pletórico. Hay hierba para aburrir y flores de todo tipo y color. El campo está cursi, pero este esplendor durará poco. A medida que avance mayo y llegue junio todo se irá poniendo amarillo marchito. Espero que las perdices pongan y no llegue ninguna tormenta importante.


Por aquí por el sur, a partir de junio, no hace mucha falta que llueva hasta mediados de septiembre. A partir de ahí que jarree sin parar para que la otoñada sea temprana y próspera, pero las lluvias estivales, aunque refresquen el ambiente, sólo pudren el pasto. Y si caen torrenciales hacen mucho daño a las crías.

Me gusta mayo porque el campo está precioso y se ven muchas aves que se fueron en septiembre a África a pasar el invierno y vuelven ahora para criar, como el alcaudón común, con su sombrero rojo, un implacable cazador de insectos, que alegra las dehesas y en las que pronto comenzará a criar. Pero algo debe estar pasándole en África porque vienen muy pocos.

Pienso yo, y espero equivocarme, que una masiva utilización de insecticidas en el Continente Negro los está diezmando al matar y envenenar su alimento. Recuerdo cómo de niño los recechábamos por la dehesa con la escopetilla de perdigones. Los había a cientos, pero hoy, que están protegidos, apenas se ven.

También llegan, con su griterío característico, los abejarucos, un hermoso pájaro que reúne en su cuerpo los siete colores del arco iris y que son el terror de los apicultores porque comen sobre todo abejas, de ahí su nombre.

Y llegan las primeras tórtolas comunes, alegrando la dehesa con su canto. Es el momento de echarles de comer, un poco de trigo, en un gran cercado blindado a las ciervas. Sí, es el comedero que hacemos todos los años y donde esparcimos ya algunos sacos de trigo para que se queden a criar por aquí y alimenten mejor a sus polluelos. Y se nota, todos los años crían muchas tórtolas en nuestra dehesa.

Cuando se dejó de sembrar por la voracidad del cervuno y no se aportaba grano, muy pocas tórtolas se veían por aquí. Me figuro que seguirían volando hacia el norte buscando siembras y un mejor futuro para su prole. Cierto que después cazamos el comedero, pero aseguro que sólo se abate una mínima parte de las que entran. Además sólo cazamos media jornada cada siete días. Y debe ser bueno porque todos los años tenemos, al menos, las mismas tórtolas, pues los censos son parecidos.

Siempre digo, y éste es un ejemplo, que es mejor una gestión racional de un recurso que su prohibición, pues cuando un recurso deja de interesar se abandona a su suerte. ¿Y qué decir de los muchos pájaros y aves, todos protegidos, que también aprovechan este grano para criar con más éxito? Hablo de cogujadas, de trigueros, de fringílidos, de gorriones molineros y chillones…

A medida que se agostan los pastos, comienzan a verse las ciervas con su cría o crías, que tienen que abandonar las manchas para comer los pastos de las cañadas, y empiezan a verse, generalmente en junio, los primeros bandos de perdices, pollos que, desgraciadamente, rara vez llegan al tamaño de tórtolas porque alguien los devora antes. Y todos los años igual, de hecho muy pocos bandos —ninguno diría yo— salen adelante, envejeciendo nuestra población autóctona y obligándonos a perseguirla menos, aunque las perdices viejas saben latín y cuesta mucho más cazarlas.

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