La caza es libertad

La caza también, y sobre todo, es un ejercicio de libertad. Cuando cazamos, solos o en compañía, disfrutamos de una libertad casi absoluta, al margen de buscar la caza y mantener con el grupo una estrategia común que tenemos que poner por encima de nuestros intereses, pero quitando estas normas elementales, nos sentimos libres, olvidamos por un tiempo nuestras obligaciones ciudadanas y nos sumergimos en la naturaleza haciendo lo que más nos gusta y más disfrute nos proporciona.


No obstante la caza está regida por multitud de normas que recortan esa libertad. Estamos sometidos a normas medioambientales, veterinarias —nuestros perros— de armas o de sanidad, amén de las normas que nos imponemos los mismos cazadores perteneciendo a una sociedad de cazadores o a un coto privado: días de caza, horario, cupos, invitaciones… Es normal que una sociedad de cazadores, con muchos socios, regule los días de caza, las zonas a cazar o los cupos, pues es la única forma de garantizar en el tiempo el recurso cinegético y que el terreno de caza no se convierta, si todos salen a cazar sin orden y concierto, en un campo de batalla que ponga incluso en peligro la vida de sus cazadores. Sin embargo, tampoco es deseable que impere, y menos en los cotos privados, un exceso normativo que convierta la actividad cinegética en una carrera de obstáculos con cientos de vallas impuestas por el titular del mismo o una minoría de cazadores. Ocurre a menudo que un coto privado se convierte en una cárcel, un lugar excesivamente normalizado porque así lo quiere el titular o los socios con más poder porque tengan terreno o fueron quienes hicieron el coto, que lo convierten poco a poco en su cazadero personal, regulando según sus intereses. Y ese socio, que entró con unas condiciones que poco a poco ve mermadas, si no tiene otra cosa, se quede en el coto por inercia, convirtiéndose con el paso del tiempo en un cero a la izquierda que sólo paga a comienzos de temporada. Lo normal es decidir qué días se cazan, de qué forma y qué especies. Creo que en cada coto debe haber alguien, con cabeza y responsabilidad, que marque unas pautas porque siempre hay gente que le das una mano y se toma un pie, pero esto no debe ser la norma. En cualquier coto privado, pues para eso lo es, debe votarse todo por mayoría, votando, eso sí, con responsabilidad y siempre de acuerdo con las leyes. Y quien no cumpla, que sea expulsado ipso facto. Mano izquierda, pero firme. La legislación andaluza, por ejemplo, permite cazar la menor, salvo el zorzal, todos los días de la temporada, y eso permite a los cotos privados regularse con libertad, cazar si se quiere cualquier día. Un coto privado se basa en el conocimiento, respeto y confianza de todos los socios y por tanto las decisiones deben tomarse entre todos, pero teniendo también en cuenta la voluntad de quien, por lo que fuere —conozca mejor el coto o sea su titular— sea un poco más precavido ante la situación de una determinada especie.
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