El mundo de la caza: un volcán a punto de explotar

En los últimos días el volcán de La Palma no para de rugir y echar lava, un espectáculo natural impresionante pero trágico cuando se lleva por delante cualquier vestigio de civilización.


El volcán de La Palma me ha recordado estos días al sector de la caza, un volcán, válgame el simil, que lleva tiempo más o menos dormido pero que lleva meses sufriendo todo tipo de acusaciones, imposiciones e insultos que juntos está provocando un creciente malestar que mucho me temo que tendrá que explotar por algún lado. Los cazadores, aunque algunos no paren de insultarnos y llamarnos sicópatas y asesinos, somos bastante pacíficos. Quizá el miedo a perder las armas ante cualquier ilegalidad o que por naturaleza y oficio somos bastante discretos y silenciosos, el caso es que los cazadores hacemos poco ruido, salvo cuando batimos el monte, claro.

Salimos al campo con nuestros perros y amigos, cazamos pacíficamente, y para casa. No nos metemos con nadie y huímos de las aglomeraciones y los follones. Y así, a la chita callando, generamos mucha riqueza sobre todo en esa España vaciada, pueblos que no salen en las guías turísticas porque no tienen nada destacable pero que sin embargo son titulares de un buen coto de caza y hay varios más privados en su término municipal, y hasta se celebra alguna que otra montería. Si no fuera por los cazadores, que cada fin de semana acuden a cazar, comprar, comer y dormir, serían pobres de solemnidad. La caza les da vida en los meses más duros del año. Aparte de esto, repito, los cazadores son los ciudadanos más controlados de este país. Tienen permiso de armas, que les obliga a tener un expediente policial intachable, su actividad está regulada por infinidad de leyes de todo tipo y crecientes, sobre todo medioambientales, Y a pesar de esta insoportable presión legislativa, tiene que hacer un importante desembolso económico para poder salir a cazar. Antes estaban los llamados terrenos libres donde cualquier cazador podía salir a cazar sin pagar por pisar esos terrenos, pero se han prohibido ya en toda España.

Pues bien, a pesar de ser un ciudadano de comportamiento ejemplar, sometido y vigilado por todo tipo de leyes y que aporta al PIB, sobre todo rural, una buena cantidad de dinero, tiene que soportar continuos insultos y recortes de su actividad, a veces injustas e injustificadas porque cierto sector urbanita, que se dice amante de los animales, no los quiere, y la clase política, más pendientes de los votos urbanos que los rurales porque son más, los jalea, protege y ampara, dándoles además subvenciones millonarias.

Y los cazadores empiezan a estar muy hartos. Hartos de ser acusados de ir contra el medio ambiente cuando son los únicos que, con su dinero, mejoran el campo para que la fauna cinegética abunde, mejoras que favorecen también a muchas especies protegidas. Cuánto dinero —no ya propio sino del que le da la Administración—, destinan los ecologistas a mejorar la vida de los animales que dicen querer y proteger. Obras son amores y no buenas razones o mejor que rezar es echar trigo, dos refranes que vienen muy bien para retratar a ecologistas y cazadores: unos mejoran el hábitat y echan de comer a los animales con su propio dinero y los otros, a pesar de recibir millonarias subvenciones, no destinan nada al campo, donde viven sus queridos animales.

Bueno, pues a pesar de todo los cazadores siguen siendo vilipendiados y acosados sin tregua. Esta última media veda nos han prohibido la tórtola sin haber ninguna base científica que apoyase los argumentos de la SEO, y sin escuchar los argumentos del mundo de la caza que justificaban con estudios que la gestión de la especie era mejor que prohibirla. También nos quitaron la caza SIN MUERTE de fringílidos y han prohibido la caza del lobo en toda España atendiendo a razones puramente ideológicas, poniendo de muy mala leche a todos los ganaderos que sufren sus continuos ataques. Y estas restricciones de especies mucho me temo que irán a más hasta acabar con la caza, la traca final.

Y no contentos, ahora el gobierno anuncia una ley de bienestar animal que preparan declarados animalistas que no traerá nada bueno para los cazadores porque afectará a su animales auxiliares, o sea, reclamos, cimbeles y sobre todo a sus queridos perros. Ya se dice por ahí que a lo mejor obligan a esterilizarlos. El cazador está asustado, escandalizado y, hablando de esterilización, hasta los cataplines de esta clase política y sus círculos que disfrutan haciéndoles sufrir.

Después de hablar con algunos rehaleros, los he visto cabreados de verdad. Tienen muchos problemas para recortar orejas y rabos de sus perros para que puedan cazar sin hacerse daño y ahora les dicen que tienen que esterilizarlos por ley, impidiéndoles que crucen y cuando saben que un perro eunuco pierde su arrojo y valentía. No me extraña que ya haya eslóganes que dicen: «si quiero un animal sin huevos, adopto un diputado»

Bromas aparte, los cazadores, una vez más empiezan a estar más que hartos de estos políticos que los acosan sin piedad. Que a nadie extrañe que muy pronto toda esta rabia contenida, todo este magma incandescente, se derrame por las calles de Madrid, como ya se hizo cuando una anticaza radical como Narbona, ministra de Medioambiente, nos estaba haciendo la vida imposible.

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