Las edades del cazador

Todos los cazadores pasamos por varias etapas, y generalmente son las mismas. Todos empezamos —quizá porque somos jóvenes y engreídos— queriendo pegar muchos tiros, matar mucho. Pero con los años nos vamos serenando y valorando más la compañía y el echar un buen rato en el campo solo o con nuestra cuadrilla que disparando mucho. La frase latina «Venare non est occidere» —cazar no es matar—, lema del Real Club de Cazadores de Madrid, cobra más sentido.


Nos conformamos con salir de caza con buenos amigos y si se abate algo, bien, y si no también. Y esta misma evolución también la llevamos a las armas e incluso a la munición. Me explico. Al principio, cuando no dominamos mucho el tiro al vuelo, y además nos gusta presumir y hasta competir, recurrimos al arma y a la munición a priori más efectiva: esa fantástica superpuesta o esa repetidora con sus tres tiros y esos cartuchos de 36 gramos high velocity que nos deja el hombro dolorido pero que llena el cielo de perdigones y por tanto aumentan las posibilidades de dar a la pieza.

Pero el tiempo te serena y te enseña que si esos 36 gramos no van en la dirección correcta no valen para nada, y que con esa paralela del 20, finamente grabada y fabricada a principios del siglo XX por la magnífica armería vasca, aparte de ser más ligera y disparar sólo 25 gramos, es tanto o más efectiva que la sicodélica repetidora porque el problema estaba en que tirabas fuera de tiro o sencillamente no sabías tirar. Además, cazar con esta escopeta te llena más. No sé, es como si te sintieras más realizado con ella, quizá por su estética, su historia, su diseño… Y sí, además te ha hecho más deportivo, disparas sólo cuando la pieza está a tiro.

Cazar es sólo eso, nada más y nada menos, buscar la pieza e intentar abatirla limpiamente, solo o en compañía de buenos amigos, y si no ha podido ser, no pasa nada, venare non est occidere.

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