Las ciervas pagan las monterías

En los últimos años los altos precios que la carne de ciervo está teniendo ha provocado una situación anómala y peligrosa: la carne está pagando muchos gastos de los que tiene una montería: rehalas, veterinarios, recogida de reses, pago de la mancha. Organizadores privados y sociedades de cazadores de muchas comunidades se han acostumbrado a que la venta de la carne de ciervo, en torno a los tres euros o más, pague gran parte de los gastos de cualquier montería.


Tras los años de la crisis, en los que se vendía, a precio de oro, cualquier puesto de montería por mala que fuese, ahora el montero mira más el bolsillo y sólo asiste a monterías que, si bien no tiene mucha calidad ni cantidad, por lo menos su precio es más asumible. Se ofrecen así monterías a precios low cost, pero como se esperan abatir algunos venaúchos y bastantes ciervas, el alto precio de la carne hará que la montería sea rentable.

Pero supeditar la rentabilidad de una montería a la carne hace que se pervierta su esencia. La montería es una modalidad de caza colectiva cuyo fin es conseguir un buen número de animales, generalmente machos, mientras que a las hembras se les perdonaba la vida porque eran las que tenían que parir la siguiente generación de venados, garantizándose así la sostenibilidad del recurso.

Las piezas de caza, incorporando ahora a la cierva como pieza estrella de caza montera, no pueden ser las que financien las jornadas monteras porque el propio mercado las termina extinguiendo. El ansia de empresas y sociedades por rentabilizar sus cacerías hace que se exprima el recurso hasta la extenuación. Se echa de comer lo que sea y como sea por atraerlas y se paga más por aquellas manchas o fincas que sigan teniendo ciervas.

Lógicamente esta sinrazón sólo afecta a fincas abiertas, pues las cerradas son las primeras en cazar sólo lo debido porque nada entra ni sale de sus lindes. Muchos monteros se están acostumbrando a tirar ciervas porque no hay otra cosa y los propios organizadores animan a tirarlas porque la venta de su carne garantiza gran parte de su rentabilidad.

Yo recuerdo cuando hace unos 40 años en varias fincas de la Administración de la provincia de Huelva se repoblaron ciervos. En años sucesivos estaba muy perseguido, lógicamente, tirar un ciervo. Con el paso de los años, como eran todos terrenos abiertos y no se podían cazar, toda la provincia se llenó de cervuno, poniendo en pie de guerra a los ganaderos porque se comían las bellotas de sus ovejas y cerdos. Entonces la Administración autorizó la caza de ciervos y ciervas para bajar esas densidades, que en algunas zonas llegaron a ser altas, y coincidió que los precios de la carne de cervuno alcanzó precios muy altos, de modo que sociedades y orgánicas se acostumbraron a que la carne del cervuno era muy importante para tener pérdidas o ganancias.

Las empresas cárnicas ya están constatando que las canales tienen cada vez menos peso, lo que quiere decir que se estén matando más inmaduros.

Creo que es hora que los cazadores hagamos autocrítica, dejemos un poco en paz a las hembras y centrémonos en hacer caza de calidad, como siempre ha sido.

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