Volverse un perro

Aquella mañana los amigos fuimos al campo de tiro a ver cómo respondían los cachorros con las codornices de granja. Antonio las fue sembrando una a una y las dejamos un largo rato, alrededor de una hora, antes de sacar los perros. Luego los cachorros las fueron mostrando y Willy, el mejor con la escopeta de entre nosotros, las fue tirando.


Pero a una de ellas se la había tragado la tierra. Batimos el campo de izquierda a derecha y de arriba a abajo, pero ni rastro de la codorniz. No la habíamos visto volar, así que debía haber apeonado. ¿Pero dónde estaba? Entonces Willy se giró y, abriendo las fosas nasales como el mejor perdiguero, dijo extrañado, como preguntando: «¿Pues no parece que me ha llegado el olor? La codorniz está ahí». Y señaló a un frondoso matorral a la entrada del campo de tiro. Al instante, los perros cayeron en muestra justo en ese punto y nosotros, cariñosamente, comenzamos a llamar a Willy el pachón. Durante muchos años me he resistido a creer que Willy de verdad captó las emanaciones de la codorniz, aunque él jura y perjura que fue así, y me he inclinado a pensar en que el acierto fue fruto del azar o de la picaresca. Pero hoy, leyendo la sección de Ciencia de El Mundo, lo creo posible. Científicos de la Universidad de Berkeley-California dirigidos por Noam Sobel han demostrado que el olfato humano es similar al de los perros y que, convenientemente entrenado, puede alcanzar un nivel de eficacia sorprendente. 32 jóvenes sanos de entre 18 y 26 años, de ambos sexos, han sido capaces de seguir distintos rastros con los ojos vendados y los oídos tapados, sólo guiados por el olfato, la nariz pegada al suelo como sabuesos. Pero no sólo eso. Los que recibieron entrenamiento durante 15 días, no sólo acortaron a la mitad el tiempo de búsqueda sino que desarrollaron conductas como olisquear con rapidez o buscar en zig-zag, o sea la en búsqueda cruzada, que es precisamente como suelen buscar los perros. Si les ha fallado el perro en esta temporada que ahora termina o lo han perdido —como lamentablemente le ha ocurrido a servidor— ya saben que además de emplear el dinero en un cachorro, ahora también pueden buscarse un adiestrador personal que les enseñe a dar con conejos y perdices en el campo. Si alguno opta por ello, que me avise, por favor. Será divertido verlo entrar en las zarzas, si es que se atreve. Pueden ser los inconvenientes de volverse un perro.
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