Matar la caza

No es que se vea venir, es que está pasando. A la caza la están matando, porque nos disparan a discreción y desde tantos puntos al mismo tiempo que nos resulta imposible defendernos. Estamos rodeados, sí señores, y lo estamos porque nos han ido cercando sin que nos diéramos cuenta, porque los cazadores somos muchos y todo lo que queramos y más, sí, pero estamos dormidos.


De otro modo no se explica que el integrismo ecologista de los anticaza, un sector residual dentro del verdadero conservacionismo, haya vencido tan claramente la batalla de la prensa. Pero también porque —esto es un ejemplo— en los colegios los maestros que cazan no se preocupan por explicar sus ideas como sí lo hacen los anticaza, de colmillo por lo general más retorcido y más intoxicadores. Lo que faltaba era que se sumaran los políticos a la cruzada contra la caza. Pero eso ya está aquí. Claro que antes los presidentes de turno han tenido que poner al frente del Medio Ambiente a ecologistas empedernidas y, en algunos casos, pijo-ecologistas, lo cual es aún peor. Y nosotros durmiendo… A esto hemos llegado y, aunque estén matando a la caza poco a poco y ahora amenacen con prohibirla de facto, somos tantos que, si despertamos, ganaremos la batalla. En un país con dos Españas enfrentadas permanentemente, creo un error pensar que un partido de cazadores pintaría algo en el Congreso. Por eso, nada mejor que una demostración de cuál es nuestro poder de convocatoria y movilización. Enseñar los dientes, que se dice, y vigilar a los nuestros, a los que nos deben representar, no vayan luego a venderse por un plato de lentejas. Entonces sí que estaremos muertos.
Comparte este artículo

Publicidad