Control de censos instantáneos: el ejemplo de la perdiz

Se caza más donde hay más, se caza menos donde hay menos, luego «lo que se caza» es la mejor guía sobre los censos existentes en cada momento en un coto ¿Cómo hacer los censos instantáneos, con mejor precisión y sin malgastar tiempo ni dinero?


Definimos la cazabilidad, de una especie, mediante una modalidad y en una fecha ‘i’ (CZi), como el cociente entre el número de piezas cobradas en esa fecha por jornada de cazador ejecutada con esa modalidad (NPi), y la densidad que por cada 100 hectáreas de coto presenta esa especie en esa fecha (Di).

CZi = NPi / Di

Cazabilidad al principio del periodo de caza

Existen especies más o menos fáciles de cazar, con distinta cazabilidad. Una perdiz es más difícil de cazar que una codorniz. Para cada especie la cazabilidad al principio de su periodo de caza es el producto de varios coeficientes.

  • Cazabilidad de la especie. Cada especie tiene su cazabilidad propia. En el caso de la perdiz es de 0,0456.
  • Cazabilidad de la modalidad. Las modalidades aplicadas a una especie suelen tener cazabilidades diferentes. No es igual cazar la perdiz en mano, que en ojeo o con reclamo. Para estas modalidades proponemos los coeficientes 1, 2, y 0,5 respectivamente.
  • Cazabilidad del coto. En cada coto, tanto las especies (posibilidad de defensa en el coto) como las modalidades (adecuación de la modalidad a las condiciones del coto), presentan cazabilidades diferentes. No se caza igual la perdiz en mano en los llanos que en las sierras, en el monte que en las viñas… En los cotos más típicos usamos el coeficiente 1,5.
  • Cazabilidad por las condiciones técnicas aplicadas. No es igual cazar con cupo que sin cupo, con horario que sin él, con perro que sin perro… La cazabilidad varía con estas condiciones. Cuando no existen limitaciones de cupo, horario u otras (o no se cumplen…) usamos el coeficiente 1,0.
  • Cazabilidad por heterogeneidad poblacional. Las especies que dentro de un coto forman agregados por alguna razón (por su propia naturaleza, por la heterogeneidad del medio natural interno, o por la misma acción del hombre) presentan en esos lugares densidades superiores a la media, densidades que incrementan los resultados de caza, porque los cazadores tienden a cazar en esas zonas de mayor densidad. Por ejemplo: en ese par de cerros donde todos los años sobreviven y crían los últimos bandos de perdiz, en esos barranquillos conejeros, o en esos chopillos o girasoles tortoleros…
  • Cazabilidad por densidad de cazadores. Una densidad de cazadores demasiado elevada conduce a una menor (conejo) o mayor cazabilidad (perdiz). Consideramos típica la densidad de un cazador por cada 100 hectáreas. Las perdicillas tiernas, y en su defensa sus heroicos padres, en los días calurosos del inicio de la temporada general se cazan muy fácilmente con esas densidades de cazadores atípicas tan comunes en esas fechas. O unos u otros las agotarán y, sobre todo a última hora, caerán a muestra de perro, o casi. En densidad típica el coeficiente sería 1,0; pero puede elevarse en ocasiones al doble y más. ¿Vamos entendiendo porqué se extingue la perdiz? ¡Porque abrimos mal la temporada! Abrir más tarde, cazar menos horas, no ser tantos…

Los últimos cuatro coeficientes son propios de cada coto, sin que quepa usarlos como una simple receta; excepto, tal vez, al empezar.

Determinación del censo real al principio del periodo de caza

En apertura, la cazabilidad de la perdiz roja en mano, en un coto de condiciones medias en el que se cace sin cupo ni horario, será:

CZp (Cazabilidad al principio) = 0,0456 (perdiz) x 1,0 (caza en mano) x 1,5 (coto típico) x 1,0 (sin condiciones técnicas añadidas) x 1,0 (densidad de cazadores típica) = 0,0684

Si la percha media lograda en la apertura es de dos perdices, la densidad de perdices será entonces:

Di = NPi / CZi = 2 / 0,0684 = 29,2 perdices cada 100 hectáreas

Si el coto tiene 1000 hectáreas perdiceras, en ese momento tendrá 292 perdices. Este censo variará respecto al previsto en el plan de caza, según haya sido la anualidad de cría; pues las especies de caza menor practican la estrategia ecológica de la «r». Estamos ante un censo fácil, barato, y establecido sobre bases tangibles: las piezas cobradas. Cierto que los coeficientes deberán de irse ajustando progresivamente a la realidad de cada coto, pero ¿Por qué no hacerlo al principio de cada temporada? Así podremos adecuar nuestro plan de caza a la anualidad que nos haya tocado en suerte ¿Para qué otra cosa está un gestor? Porque no estamos tratando con especies protegidas sino con especies de caza, las piezas cobradas deben ser la fuente principal de información para todo buen gestor.

Cazabilidades instantáneas. Censos corrientes y censo residual

Todos los cazadores saben que la cazabilidad de cualquier especie varía a lo largo de su periodo de caza. Usualmente es mayor el día de la apertura que el del cierre, por:

  • Reactividad. Conforme se van acumulando las jornadas de cazador ejecutadas, las especies reaccionan frente a la caza y sobre todo frente a la modalidad aplicada, lo que reduce su cazabilidad. Esta reducción parece seguir una progresión inicialmente geométrica, cuya razón (siempre menor que uno), depende del comportamiento etológico de cada especie, pues unas son más reactivas que otras. No obstante, esta reducción de la cazabilidad parece tender a un límite. Con todas las cautelas científicas, calculamos la cazabilidad instantánea de la perdiz conforme a esta fórmula:

CZi = CZp x DJi-0,122

Siendo: CZp esa cazabilidad al principio del periodo de caza que hemos calculado antes, DJi el número de jornadas de cazador previamente ejecutadas por cada 100 hectáreas de coto, y CZi la cazabilidad calculada para ese instante genérico i.

  • Otras causas. En la variación de la cazabilidad, la evolución de la meteorología durante cada temporada, el mero paso del tiempo (mayor edad de los individuos), las variaciones de carácter etológico (celo, reproducción, crianza, migraciones) y los cambios fenológicos del hábitat natural y de los cultivos (brotes, floraciones, agostamientos, defoliaciones, cosechas, derrota de mieses, alzados…) pueden contribuir a incrementar o reducir la cazabilidad instantánea. Todos sabemos lo que cambia la caza de la perdiz según que la vid esté en hoja o sin ella; también cómo se matan de fácil con perro las perdicillas (sobre todo las hembritas nuevas en el Sur de España), cuando a finales de enero comienzan las primeras picadillas del celo durante los días más soleados ¡Qué pena…!

Determinada cualquier cazabilidad instantánea, el censo que nos va quedando en cada instante (censo corriente) es de cálculo bien sencillo: se calcula igual que el censo inicial, pero usando a cada vez la cazabilidad instantánea correspondiente (CZi). No bajan los censos tan deprisa como las perchas.

Pero dejar la madre debida es lo esencial y no cumplir o no unas determinadas cuotas de captura, preestablecidas y siempre más o menos proféticas: la imbecilidad de las tasas admisibles de captura (TAC). Los planes de caza, con sus censos y TAC, enmarcan el manejo y guían al gestor; pero jamás podrán sustituirle en la gestión «día a día» de su coto. Seguir los censos corrientes, para dejar siempre el censo residual debido (ni más ni menos que el debido), permitirá suspender las cacerías en el momento oportuno, con datos, racionalidad y buen sentido. Como mínimo dará argumentos sólidos al buen gestor, frente a cuantos puedan llegar a cuestionar sus decisiones.

¿Vamos entendiendo porqué se extingue la perdiz? Entre otras cosas, porque además de cazar mal, además de no saber cazar (pocos cazadores y muchos cazandangas), abrimos mal y cerramos peor su temporada de caza. ¿Están quienes de hecho gestionan nuestros cotos suficientemente formados para hacerlo? La formación y cualificación de los gestores cinegéticos (la extensión cinegética) está demasiado abandonada. La modernidad exige nuevas formas de trabajar, nuevas formas de querer al campo.

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