Restauración de la perdiz: Censos normales

La situación actual de las poblaciones de perdiz en España es preocupante. El colapso estructural se extiende (los cazadores se concentran sobre la caza mayor, las migratorias y el conejo) y en amplias zonas aparece el colapso biológico (extinción local de la perdiz). Este no es ya un asunto científico para un mañana que a lo más acabaría siendo forense, sino un urgentísimo problema de restauración.


«De lo que tenemos a lo que queremos, mediante lo que haremos». Hoy lo que tenemos es demasiado poco. ¿Qué podemos querer, a qué podemos y debemos aspirar? Restaurar las poblaciones perdiceras, llevarlas a su estado natural de normalidad biológica, desarrollar toda su potencialidad, exige cifrar, poner números a este objetivo. Una vez cuantificado lo que queremos, será el momento de proyectar lo que haremos para lograrlo.

Alcanzar el estado poblacional de normalidad biológica implica:

1º/ La máxima posibilidad de capturas (óptimo biológico).

2º/ El máximo número de jornadas ejecutadas de cazador (óptimo social).

3º/ La generación del máximo valor económico (óptimo económico).

La normalidad implica por tanto alcanzar la sostenibilidad, en una cuestión que se ha hecho manifiestamente insostenible en lo biológico, en lo social y en lo económico. Estos son finalmente los beneficios y razones para la restauración de la perdiz.

En las zonas de mayor calidad estacional para la perdiz, las densidades normales son más elevadas que en las calidades menores. Propondremos ahora esas densidades según las diferentes calidades. Estas densidades se refieren al censo promedio ideal en la apertura de veda. Decimos promedio, porque en todas las especies que practican la estrategia ecológica de la ‘r’, como la perdiz, las variaciones poblacionales entre años suelen ser elevadas, y sobre todo en las mejores y en las peores calidades de estación: años buenos y años malos.

En ausencia de datos previos, solo la aplicación del principio de unicidad de los usos y recursos permite proponer un orden de cifras bien argumentables técnicamente. Cierto que esta propuesta debería ser objeto de debate, hasta llegar a los consensos precisos; pero, porque no parece fácil constituir una mesa de expertos sobre esta cuestión, avanzaremos aquí nuestros resultados, porque es tiempo ya de hablar menos y cifrar más.

Para las especies animales y vegetales sometidas a manejo, es habitual clasificar las calidades estacionales en cinco clases, una vez que se eliminan las demasiado buenas (EXTRA) y las demasiado malas (MARGINALES). De esas cinco clases centrales de calidad, la transición entre la tercera y la cuarta es la calidad típica: aquella a la que está evolutivamente más adaptada cada especie.

En el estado de normalidad biológica, según las diferentes calidades estacionales para la perdiz, los censos promedio ideales por cada 100 hectáreas son:

EXTRA. Calidad excepcional e inestable tradicionalmente, y mucho más aún en nuestros días. Más de 120 perdices.

Calidad I. Primera. Muy alta. Entre 90 y 120 perdices. Calidad II. Segunda. Alta. Entre 70 y 90 perdices. Calidad III. Tercera. Media. Entre 50 y 70 perdices. Calidad IV. Cuarta. Baja. Entre 40 y 50 perdices. Calidad V. Quinta. Muy baja. Entre 30 y 40 perdices.

MARGINAL. Menos de 30 perdices. Esta calidad, que ocupaba amplias extensiones en el pasado y más aún en nuestros días, es bastante inestable y muy compleja de manejar. Cuando el potencial baja de las 4 perdices por 100 hectáreas el riesgo de colapso biológico es calificable de extremo.

No debe caerse en el error de creer que restaurar los censos normales en un coto sea lo mismo que restaurar los censos tradicionales en él; porque las calidades estacionales actuales suelen ser menores e incluso mucho menores que las antiguas. Se ha hablado y escrito tanto sobre esta cuestión de pérdida de extensión útil y de degradación de la calidad estacional, y sobre sus causas, que no vale la pena insistir más. Una evaluación objetiva de la calidad ecológica actual es imprescindible, antes de utilizar los datos que hemos presentado.

Ciertamente la calidad estacional actual de la mayor parte de los cotos españoles, como consecuencia de la degradación ambiental de los mismos, no supera apenas la calidad V. Las densidades reales, por efecto de la caza banal, son todavía menores, muy frecuentemente marginales e incluso críticas. La realidad de campo está tan incómodamente por debajo de la ya muy degradada potencialidad biológica que no pocos recurrirán al cómodo absurdo de negar la mayor, y en el límite a la vieja práctica de matar al mensajero; pero esa y no otra es la realidad. ¿Y por qué, si no, la intensidad actual de todos los procesos de perturbación que actúan sobre la perdiz, depredación en particular, y la escasa reacción de la especie, cuando se le aplican vedas y otras actuaciones de protección? Ciertamente, en extensiones demasiado amplias estamos al filo del colapso biológico, en otras la perdiz silvestre ya se ha extinguido.

Es curioso que las diferencias entre las densidades normales según las distintas calidades estacionales no son demasiado elevadas. Esta es la razón por la que los cazadores de antaño no conseguían perchas iniciales mucho mayores en las mejores calidades que en las demás. En Burgos la percha inicial no era mucho menor que en Toledo. Hoy los resultados de todas las calidades se homogeneizan. Por todas partes se cazan muy pocas y más o menos las mismas, como consecuencia de los intensos procesos de supramarginalización que padece la perdiz.

Tampoco debe caerse en el error de creer que el asunto va por tipos de cotos, pueblos, comarcas, provincias o autonomías. En distancias muy cortas las calidades de estación de cada cuartel, incluso dentro de un mismo coto, pueden ser muy diferentes. Este es un asunto propio del plan técnico de cada coto y que no debe abordarse nunca a través de recetas genéricas.

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