Aumentar densidades

La expansión que ha experimentado el corzo en los últimos años es bien conocida por los aficionados o estudiosos de este cérvido. Desde las poblaciones estables existentes en la Cornisa Cantábrica se han expandido, y lo siguen haciendo, por todo el sur de los Pirineos hacia el este; y de esas mismas poblaciones, hacia el sur, se introducen paulatinamente por todas aquellas sierras y arboledas con un mínimo de condiciones para albergar a la especie.


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Desde los núcleos centro-peninsulares se esparcen igualmente en todas las direcciones en las que encuentran un monte que ofrece alimento y cobijo, pero capaz sólo de brindar unos requerimientos básicos: el corzo ha demostrado tener gran capacidad de adaptación en este sentido. Más trabajo parece que tienen las poblaciones de Andalucía para que sus individuos invadan nuevos territorios, pero cierto es que no tenemos muchas referencias de esta población.

Parece que todo aquel terreno con condiciones adecuadas para la presencia del corzo y en contacto con lugares habitados por éste, se ve tarde o temprano colonizado

Es decir, parece que todo aquel terreno con condiciones adecuadas para la presencia del corzo y en contacto con lugares habitados por éste, se ve tarde o temprano colonizado por la especie. Podemos reseñar como únicos lugares no apropiados para la presencia del corzo las llanuras cerealistas y las zonas de regadío, pero si atendemos a lo que sucede en otras zonas de su área de distribución, todo se andará.

Es posible que sean diferentes las variables que influyan en este fenómeno. Algunas de las causas podemos argumentarlas en función de los datos de los que disponemos: la primera podría recabar en el abandono de nuestros campos y la considerable reducción de hombres, perros y ganado, principalmente caprino.


© Patricio López-Quesada.

Otro motivo de esta expansión sería el cambio en la mentalidad de aquéllos que incidían e inciden ahora en el corzo: se han dictado leyes que protegen a la especie y se cuida el entorno donde se desarrollan los individuos. Por otra parte, y en relación al cazador furtivo, cuando era el hambre quien le apretaba a actuar, machos y hembras caían fácilmente bajo la escopeta de un solo ojo o del mismo lazo. Ahora, el furtivo busca al macho, su trofeo, y así las hembras tienen la oportunidad de criar año tras año, hasta incluso los diecinueve, como algún ejemplar analizado en Extremadura.

Obviamente, más variables habrán influido y podrán acrecentar la lista de razones que expliquen la expansión de nuestro corzo, pero quien haya observado la evolución de nuestros campos en estos últimos años, podrá percatarse de la importancia de los dos argumentos expuestos anteriormente.

Presencia vs. abundancia

Constantemente tiene que estar haciendo acopio de alimento, y por ello debe desplazarse desde sus lugares de encame hasta los de alimentación

Sin embargo, no debemos caer en la fácil relación entre presencia y cantidad. Es decir, en numerosos lugares donde la presencia del corzo es un hecho relativamente reciente, se considera que debería ser objeto de extracción cinegética en tanto que es catalogada como especie de caza mayor; por otra parte, en aquellos lugares donde la presencia es habitual se puede considerar que la densidad poblacional, por ser estable, es elevada.

Pero la verdad puede ser otra y lo justifica la propia biología del corzo y su relación con el medio. La pregunta sería: ¿qué relación existe entre la presencia de corzos y la densidad de sus poblaciones?, ¿existe una relación entre el terreno y la densidad?, ¿se puede aumentar la densidad de las poblaciones o, en su defecto, la de machos? Veamos algunos aspectos sobre la biología del corzo que nos pueden ayudar a responder estas cuestiones.

El corzo es un animal territorial, donde machos y hembras poseen áreas de campeo fijas que no tienen que coincidir entre sí. Las causas de esta territorialidad, sin entrar a analizarlas, contienen componentes antipredatorios y de obtención de recursos como la comida, el refugio o lugares de cría, entre otros.

Este hecho ya implica una reducción forzosa de sus efectivos por puro razonamiento: si cada individuo ocupa una superficie de terreno mínima, esa superficie ya está limitando la densidad que puede llegar a ocupar la especie. Es decir, si cada individuo necesita para su territorio unas hipotéticas 50 hectáreas, nunca podrá haber más de un corzo cada 50 hectáreas, y lo lógico y habitual es que sea menos. En este caso y en una finca de 1.000 hectáreas tendríamos que contar con una población máxima de veinte individuos.


Caminos, lindes, rayas o arroyos ayudan a la definición de los territorios en los machos. ©Patricio López-Quesada.

¿Podemos intentar reducir ese área de campeo de los individuos? En efecto, al menos podemos intentarlo. Como comentamos anteriormente, están definidas algunas de las variables que inciden sobre la dispersión superficial de los individuos y algunas de ellas podemos intentar manejarlas. Otras, sin embargo, chocan con el propio desarrollo y estrategia social que observa la especie con la territorialidad y serán de difícil modificación, con lo que tendremos que contar con un mínimo imposible de rebasar. Esto significa que aunque a unos corzos les ofrezcamos una superficie donde la comida, las zonas de encame o paridera abunden, no vamos a observar grupos de corzos ni van a desaparecer los territorios, puesto que seguirán manteniendo la misma organización social que viene determinada de manera genética y, por ejemplo, también los machos seguirán rechazándose entre sí junto a otros comportamientos ligados a la territorialidad.

Veamos de todas formas cómo podemos gestionar para intentar la reducción de sus territorios o, lo que es lo mismo, cómo podemos aumentar la densidad de una población de corzos.

Todos queremos comer mucho, y bien

En primer lugar, debemos considerar los recursos alimenticios como base para este aumento de los efectivos. Mil veces se ha dicho que los corzos son selectivos y delicados a la hora de comer… y no será aquí donde queramos exponer lo contrario a lo que expresa esta idea. Los corzos siempre intentarán comer aquello que les sea más palatable y que les aporte una mayor cantidad de recursos en términos energéticos, pero igual que el ciervo o el jabalí, por poner un ejemplo. Sin embargo, el corzo tiene un problema que quizá no tenga el resto de sus vecinos en lo que respecta al almacenaje y digestión de la comida: su estómago en relación a su cuerpo es pequeño y el paquete intestinal también tiene una trayectoria más reducida que éstos. Eso significa que constantemente tiene que estar haciendo acopio de alimento, y un inconveniente asociado a esta situación es que debe desplazarse desde sus lugares de encame hasta los de alimentación.

Los lugares de cría serán menos cuanto más molestias humanas, y llegarán incluso a ser elementos limitantes a la hora de establecer áreas de campeo entre las hembras

La mejor manera de subsanar este problema es mediante la instalación de pequeñas superficies en las que haya comida de calidad, no importa que sea en pequeña cantidad, pero distribuidos de manera abundante por el territorio. Los pequeños claros dentro del bosque son ideales para este objetivo, claretes de pocos cientos e incluso decenas de metros cuadrados rodeados de bosque, diseminados por la superficie de gestión, serán lugares muy querenciosos para los corzos. Por otra parte, la realización de linderos de bosque propicia la proliferación de especies arbustivas que se complementan en el tiempo con la hierba e incluso su alternancia enriquece sobremanera la dieta de los individuos.

La realización de grandes claros donde coinciden varios individuos, nos habla de la convergencia de varios territorios, lo que nos puede dar una pista de por dónde anda la limitación de éstos. En este caso, y para la particularidad del corzo, podremos estar desperdiciando terreno y recursos, y no es la actuación más adecuada para el incremento de la densidad.

De manera general, la dispersión de los claros, la creación de linderos de bosque, y, en definitiva, aumentar el efecto mosaico de la vegetación, serán elementos que incidan en la concentración de los individuos.

El agua, elemento indispensable en la gestión

El agua será fundamental sobre todo en las gestiones que se emprendan en poblaciones del centro y sur peninsular. El corzo necesita beber de manera frecuente, sobre todo en aquellos lugares de climas secos o donde la vegetación, lejos de encontrarse jugosa, precise aporte de agua extra para su digestión. En lugares donde este elemento escasea, el corzo habitualmente establece territorios cuyos confines mueren en el punto de agua: zonas francas donde los individuos coinciden en el espacio, aunque prefieran no hacerlo en el tiempo. Podemos llegar a encontrar el caso de los corredores que permiten el paso al agua de machos cuyos territorios no lindan con ese punto, lo que nos da una idea de la necesidad de este recurso.


El sotobosque juega un papel fundamental para la presencia de esta especie.© Patricio López-Quesada.

Es correcto concluir entonces que la falta de agua devalúa el precio de la tierra para los corzos, y que la tendencia para éstos será la de formar grandes territorios donde se incluya este recurso. Para el gestor, esta situación aleja la posibilidad de alcanzar densidades elevadas.

Corregir esto es fácil: puntos de agua diseminados por toda la superficie, sin necesidad de que éstos sean grandes, limpieza de cauces y fomento de abrevaderos a lo largo de éstos para los momentos en los que el agua escasee. Tratándose de esta especie, la instalación de simples fuentes donde la presencia de agua sea constante, será suficiente para los individuos. Debemos considerar en todo momento que la proliferación de éstas hará que el estrés disminuya entre machos y no tengan la necesidad de cubrir grandes áreas para establecer su territorio.

La tranquilidad es importante

Para marcar su territorio el corzo se ayuda de marcas químicas (difícilmente localizables) y marcas visuales. En este último caso los corzos buscan lugares despejados donde se vea claro su mensaje

El corzo es un animal que se introduce en el jardín de casa si no se siente acosado, pero que se vuelve nocturno y busca refugio en los lugares más ocultos si se le persigue de continuo. Parece a priori un elemento que no va a influir en el incremento de su densidad, pero si tenemos en cuenta que un individuo debe alejarse desde sus lugares de comida hasta el encame, todo ese recorrido necesario formará parte de cada territorio. Un corzo por tanto, requiere de un mínimo de tranquilidad y de lugares de encame acordes a esa tranquilidad. Si sumamos a este hecho que debe comer de manera regular, podremos combinar esos factores para favorecer estas necesidades en el corzo. El ideal consistiría en aquellos lugares de sobrada tranquilidad, con suficiente alimento y cercanos lugares de encame.

Los recorridos por el territorio por falta de tranquilidad pueden incluso señalar a los lugares ocultos para el encame, como lugares limitantes codiciados por los corzos, lo que implica una disminución de la densidad. Si hablamos de lugares de cría, tal y como sucede con el jabalí, serán menos cuanto más molestias humanas, y llegarán incluso a ser elementos limitantes a la hora de establecer áreas de campeo entre las hembras.

La tranquilidad, sin embargo, no tiene por qué sustituir a los encames y lugares de cría, ya que no dejan de ser elementos imprescindibles dentro del desarrollo de los ciclos del corzo. En zonas demasiado abiertas es adecuada la creación de pequeños pegotes en los que se favorezca la vegetación del sotobosque; estos lugares, además, sirven y son buscados por los individuos cuando, en el verano, son importunados por miríadas de parásitos o buscan el refresco que ofrecen el dosel arbóreo y arbustivo.

Cortafuegos, lindes y caminos: todo vale

El sistema territorial del corzo, en el caso de los machos, se delimita y comunica mediante una serie de marcas repartidas de manera muy concreta a lo largo del bosque. Las marcas más preciadas, en tanto que más información aportan, son las químicas, pero son las que más difícilmente se localizan. Para ello el corzo se ayuda de una serie de marcas visuales que anuncian donde se encuentran aquéllas que hablan del individuo que la dejó. Por otra parte, las marcas visuales en el interior de un bosque no son siempre apreciables y pueden pasar desapercibidas. Por este motivo, y en lo que se refiere a las marcas que limitan los bordes de los territorios, los corzos buscan lugares despejados donde se vea claro su mensaje.


El cauce de ríos sirve a los corzos para separarse entre sí; pedreras que se vierten por una ladera o cambios en la vegetación, propician fronteras naturales.

¿Qué quiere decir esto y qué implicaciones tiene dentro de la gestión? Podemos decir que muchas y muy importantes. El corzo busca lugares donde fijar su mensaje en su frontera, y tal es la importancia de este mensaje para el corzo, que no le importa amoldarse a las circunstancias del terreno para delimitar su propiedad por aquellos sitios donde sus marcas puedan ser bien vistas o donde ya exista una frontera previa.

Como elementos naturales, el cauce de ríos y arroyos sirve a los corzos para separarse entre sí; pedreras que se vierten por una ladera o incluso cambios en la vegetación, propician fronteras naturales que los corzos utilizan. Es decir, si en nuestra unidad de gestión vamos a establecer una linde, un cortafuego o un camino, podremos, siempre obedeciendo en primer lugar al objetivo de ese elemento, ubicarlo de tal forma que nos separe y apriete territorios contiguos con el fin de crear otros nuevos. Los caminos son muy utilizados para separar territorios entre corzos y despejar terrenos buscando la creación de un pequeño pastizal, puede modificar el trazado de territorios de manera importante. De la misma manera, nuevos caminos o nuevas modificaciones sobre el terreno pueden empeorar las condiciones de densidad de nuestra población, por lo que estos elementos deben trazarse con cautela.

Por lo general, estas fronteras —las naturales siempre y las artificiales en numerosos casos— ya se encuentran distribuidas por la zona de gestión. No deja de ser, en todo caso, un factor que debemos considerar cuando queremos conocer la densidad de nuestra población, siempre que hablemos de machos, o queramos modificar para condensar, dentro de lo posible, los territorios presentes de corzo.

Sin embargo, es importante en la gestión del corzo, como comentamos con anterioridad, el diseño de charcas o fuentes, lindes de bosques y zonas de pastoreo; ubicados estos elementos de gestión en lugares apropiados, una vez bien conocido el terreno y la disposición de los corzos, nos pueden ayudar a incrementar la población de manera considerable.

Los otros

Ninguna gestión será completa si no tenemos en cuenta a aquellos ungulados que comparten monte y moscas, hierbas y miedos, con la especie que nos ocupa. Hay que contar de manera ineludible con las necesidades, las limitaciones y la influencia que ciervos y jabalíes, o más especies si se diera el caso, ejercen sobre el corzo en el lugar que debamos gestionar.

Son escasos los estudios llevados a cabo entre la relación del corzo con estas especies y su influencia en la densidad. La función que cada uno de ellos tiene en nuestros montes es tan diferente, que no parece que deba existir un perjuicio mutuo. éste existirá de manera irremediable en aquellos lugares en los que los recursos sean limitados y no se estiren para varias especies, pero podemos asegurar que en estas condiciones hasta los individuos de la misma especie se perjudicarán entre sí.


La presencia de otros ungulados aconseja corregir siempre las medidas planteadas para el corzo.

No parece que la presencia de otros ungulados en condiciones de densidad normales interfiera en la propia densidad de los corzos. Otra cosa sería que la alta densidad de una especie perjudique a otra con la que conviva. En todo caso, los estudios que se llevan a cabo en la actualidad por quienes escriben estas líneas, podrán aportar algo en este sentido, y las páginas de esta revista ser el vehículo que transfiera estos conocimientos a gestores, conservacionistas y cazadores en un futuro próximo.

Tenemos confirmado el perjuicio de corzos en terrenos donde existe una alta abundancia de ciervos y jabalíes, pero en estas circunstancias el perjuicio viene determinado sobre todo por la sobreexplotación de los recursos comunes. Sí es cierto que los que más contribuyen a la disminución de los recursos son aquellos de mayor tamaño, pero sufrirlo lo sufren todos, y no parece salir el corzo peor parado a medio plazo. En todo caso, hay que profundizar en este tema y resolver las numerosas cuestiones que plantea la relación de los ungulados en nuestros montes peninsulares.

Conclusiones

Allí donde el agua y la comida escasean el corzo establece territorios que mueren en el punto de agua encontrado

Hasta aquí tenemos algunas de las claves fundamentales para favorecer la expansión de nuestros corzos y aumentar la densidad de sus efectivos dentro de lo posible. Es cosa de cada gestor desarrollar un criterio en el que intercalar estos elementos en función del terreno que tenga en responsabilidad gestionar. Los estudios que dan a la luz nuevos conocimientos sobre la biología de nuestro corzo, ofrecen herramientas interpretativas con las que construir modelos de gestión adecuados para cada caso y para cada finca. La ciencia pone en manos del gestor valores que deberían ser considerados para el bien de una especie tan particular como es el corzo, para beneficio, en definitiva, de nuestros montes y de nuestro propio futuro. La caza, como herramienta de gestión, siempre debería tener acceso y utilizar los frutos de la ciencia como búsqueda de un bien particular y común, en tanto que bien común son nuestros ecosistemas ibéricos.

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