Rifles para caza mayor, pero... ¿Cuánta precisión se necesita?

Muchas veces se descuida la importancia vital del cartucho, la punta o la colocación adecuada del tiro en aras de una precisión no tan imprescindible.


Actualizado

Estando en una armería conocida, el maestro armero me comentó que se disponía a poner a tiro unos rifles y me fui con él a un club de tiro. Las primeras dos armas fueron como la seda, pero la tercera se resistía: no había forma de meter los tiros en un diámetro menor a los ocho centímetros o, lo que es lo mismo, 7 sobre 10 en una diana de competición.

El incremento del error corresponde más al propio tirador que al arma en sí

Aunque el profesional se veía muy contrariado, porque el arma era de un cliente muy quisquilloso, a mí me pareció que no está tan mal, y me marché pensando en el asunto. Si el calibre hubiera sido un .222 o un .243 y similares, entendería que el propietario quisiera una precisión superior, pero se trataba de un .300 magnum que sólo se usa para caza mayor y que muchas veces se dispara rápido y sin apoyo.

La realidad


Aún a cien metros de distancia y con el pobre (muy pobre) blanco obtenido con el .308 a esa distancia, tendríamos un margen de alrededor del 200% de dispersión para abatir este venado.

El rifle que más he utilizado es un Mauser deportivo. Su cartucho es el 7x57 y tiene en su haber varios axis, gamos, capibaras, jabalíes, nutrias, un puma, ciervos colorados, etc. Sin embargo, no recuerdo haber tenido nunca una gran precisión con él. Cuando lo conseguí, hace más de treinta años, tiraba con miras abiertas y me conformaba con acertar en la diana. Ésa era toda la comprobación que realizaba antes de cada temporada. Un par de años más tarde le monté un visor Weaver americano de cuatro aumentos fijos y al cabo del tiempo le sustituí por uno de 1,5 a 5x. A la misma vez probé con diferentes municiones y vi que los pesos intermedios daban el mejor resultado. Así he disparado puntas Nosler americanas, Mantel alemanas de RWS y Norma de Suecia, pero siempre con un peso en torno a los nueve gramos. Debo decir que llevo el visor en cuatro aumentos, y sólo bajo la intensidad cuando el monte es muy espeso o cuando necesito encarar muy rápido con poca luz. Los cinco aumentos los he utilizado sólo un par de veces cazando en la montaña. No recuerdo haber perdido ni un trofeo por este motivo. Es más, lo encaro con seguridad cada vez que lo uso.

Así las cosas, me propuse ilustrar cuál es la necesidad mínima de precisión para cazar. Tenía claro que esta premisa suele ser menor de lo que en general se exige, ya que casos como el del .300 que comenzó este artículo me habían pasado antes, y creo que a todos nos ha dicho alguna vez algún experto cazador que tuvo que cambiar de arma porque ésta fallaba mucho.

Trabajo de campo

Lo primero era determinar de manera ilustrativa el tamaño de la zona de impacto mortal en algún animal. Después habría que ver cómo de escasa debía ser la precisión para que los tiros comenzaran a salirse regularmente de esa zona y, por tanto, fuera aconsejable dejar de usar el arma.


Arriba, los cuatro cartuchos utilizados de izquierda a derecha: .7-08, .308 ó 7,62x51, .30-06 y .30-30. Abajo, los blancos correspondientes obtenidos a 40 metros y con apoyo (se aprecia claramente el mal estado de cada arma).

Para que el trabajo fuera realmente ilustrativo pensé que lo mejor era partir de un animal de nuestra caza mayor y de otro no tan común. Para este último en un principio pensé en un gran africano, pero éstos no se cazan con los mismos rifles de nuestros lectores y, además, se tiran en otras condiciones; así que puse la vista en un oso o un alce de los que hay en el Este.

Como era poco realista ir al monte y conseguir que un jabalí o venado se prestara para el experimento y mucho más improbable aún era cruzarse con un alce en los montes de Toledo, pensé que podía recurrir a especímenes de taxidermia, por lo que puse los blancos sobre el pecho de un oso y el flanco de un jabalí. La primera sorpresa, cuando uno hace estas cosas, es comprobar que no sólo el círculo de la diana que mide exactamente 12 centímetros es bueno, sino que todo el folio de 30x20 también es bueno y, por si fuera poco, muchos tiros por fuera del folio (algunos hasta en 15 centímetros) también serían mortales de necesidad. Y cuando decimos esto, queremos decir de muerte rápida y limpia. Por supuesto que intuitivamente ya lo sabíamos, pero verlo reflejado de esta manera sorprende.

Una vez que tenía la idea del tamaño a lo que debía tirar, lo siguiente era mostrar la capacidad o incapacidad de llevarlo a cabo, de manera al menos igual de ilustrativa que la anterior. Decidí que usaría preferentemente puntas de diámetro de 7,81 milímetros, ya que son las que corresponden a todos los cartuchos que se conocen con la denominación .30, .300, .308 y .7,62. Pero necesitaba armas que no fueran muy precisas. Preguntando entre los conocidos conseguí un rifle de caza en .30-06 con varios miles de tiros —del que no indico la marca por razones de discreción—, un .30-30 con cañón muy corto y que algún bicho raro le había puesto un alza ortóptica de precisión, un cetmetón en calibre .308 y uno de acción pequeña que probé sólo por ver si agrupaba menos que los otros, ya que era en calibre .7-08 que descarté de inmediato porque no era el peor. Este galardón se lo llevó, lamentablemente, el exponente de la industria nacional en 7,62x51.

Para las pruebas utilicé un viejo y oxidado potro de ochenta kilos que está cortado a la altura justa para permitirme tirar de pie. Puedo, si necesito hacerlo, incluso fijar el arma al potro con prensas y demás aditamentos para hacer comprobaciones similares a las de fábrica. Para asegurarme los resultados suelo disparar desde la penumbra hacia el blanco situado en el exterior con toda la luz. Tengo un rifle en calibre .25- 06 que en estas condiciones mete cinco tiros en una moneda a cincuenta metros, pero éstos que probé necesitaban, por lo menos, una taza de té para cuatro tiros a sólo cuarenta metros.

Como en este caso buscaba una información diferente a la que se persigue normalmente, no me centré en medir el diámetro de la concentración. Por el contrario, me interesé en saber la distancia entre los dos impactos más alejados entre sí.

El resultado

El primer blanco con el .308 a cuarenta metros y con todo el apoyo necesario, mostró una dispersión de 6,9 centímetros entre los dos impactos más separados.


La clara dispersión de tiros a 50 metros no hubiera sido óbice para cobrar limpiamente este hipotético trofeo.

A continuación puse el blanco de prueba a los cincuenta metros justos, teniendo presente que ésta es una distancia de tiro muy normal, aunque muchas veces los que calculan mal la distancia en el campo —error en el que es muy fácil de caer— la consideran escasa.

Levanté el arma como imitando la acción de cazar, es decir, desde el hombro sin apoyar y a pulso. Disparé igualmente cuatro veces y conseguí que la distancia máxima entre dos centros fuera de 17 centímetros. Todavía muy por dentro del tamaño de la zona mortal. Repetí la operación anterior poniendo el blanco a cien metros. Esta vez la distancia mayor entre centros fue de 23 centímetros.

Conclusiones

El rifle en cuestión carecía de forma muy ostentosa de precisión. Hasta una escopeta de plomos, si es de las buenas, podía mejorarlo. Teniendo en cuenta que a cuarenta metros con apoyo dispersaba 7 centímetros y que con agregarle sólo diez metros para poner el blanco a cincuenta metros, la dispersión fue de 17 centímetros (+150%), queda claro que la mayor influencia de ese incremento cabe adjudicarla al hecho del pulso del tirador.

Considerando también que a cien metros la dispersión máxima fue de 23 centímetros (+60%), se confirma, asimismo, que el incremento del error corresponde más al propio tirador que al arma en sí, ya que ésta, con apoyo y manteniendo la proporción, debería meter los tiros en 13 centímetros.

Por tanto, podemos afirmar que la precisión del arma, aunque no sea muy buena, en la mayoría de los casos será muchísimo mayor que la mejor que consiga el tirador. En otras palabras: el que falla con toda probabilidad es el tirador y no el rifle.

Y, por último, ninguno de los tiros a cien metros se salió del papel. Conviene recordar que en muchos animales de caza mayor la zona vital permite todavía varios centímetros de dispersión, con lo que la distancia de tiro máxima bien podría estar por encima de 150 metros. Lo que es más que razonable —y poco probable— para este tipo de cacerías.

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