Más de 70 años cazando

«La caza es educación y compañerismo. Nunca debería cambiar»


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Hace más de 70 años que Francisco Fernández comenzó un largo camino como cazador. Un camino recto, con sabor a otra época pero que ha pisado con paso muy firme y siempre recordando el mejor consejo que le hizo su padre desde el primer momento, cuando comenzó a acompañarle como morralero. Le dijo, «hijo, en la caza, como en la vida, siempre con educación. Sé señor y caballero».

Siete décadas después de seguir a su padre por la Serranía de Ronda, Francisco sigue disfrutando del perro mientras trabaja tras conejos y, cada vez menos, como nos reconoce, tras el pájaro, esas perdices que han llenado de recuerdos su mochila como cazador, y que comparte con nosotros.

Aprendamos todos de un verdadero maestro de la caza.

Con 14 años consiguió su permiso de armas. Un conejo fue la primera pieza que abatió, porque su padre, mayormente, era conejero, como nos confiesa Francisco. La última fue una perdiz que alcanzó con sus disparos hace poco en un ojeo organizado por Cinegética Manilva. Mientras nos lo cuenta, Javier, su hijo, que está presente durante la entrevista, apunta: «Una perdiz bastante alta, de un disparo que era bastante complicado». Esto nos prueba que Francisco se mantiene en buena forma.

Décadas compartiendo la caza con los compañeros de siempre. Compañerismo con mayúsculas en unos cazadores de los de antes, pero que le hacen mucho bien a la caza actual. Esta gente no debería faltarnos nunca.

Más de 70 años cazando

Recuerdos en blanco y negro

Por circunstancias de la vida, algunos compañeros de Francisco han abandonado la caza. Unos, desgraciadamente, han fallecido. Otros han tenido que renunciar a la escopeta por la edad. «Hoy estoy cazando con un compañero que comenzó junto a la cuadrilla de niño, con seis o siete años, acompañando a su tío, y hoy tiene sesenta años».

Entre las miles de vivencias que atesora en su memoria relacionadas con el campo y caza, recuerda una que protagonizó su querido Careto, un garabito, perro mezcla de varias razas, con el que ha compartido grandes momentos durante muchos años: «Iba cazando con un buen amigo. Él tiró a una perdiz en una zona alta. Yo sabía que había alcanzado al pájaro con los disparos, así que nos encaminamos hacia el lejano lugar donde había caído. Careto, nada más llegar, se puso a buscar. Mi compañero renegaba. No tenía esperanza de encontrar a esa perdiz. La zona no invitaba al optimismo, debido a la presencia de mucha vegetación. Pero le dije que tuviera paciencia, que el perro no mentía.

»El perro bajó la nariz y se alejó al menos 200 metros. Cuando llegó a un arroyo, se metió en él y le escuchamos. Entonces dije: ‘El perro ya tiene el pájaro’. Mi compañero aún no lo creía. Dijo que estaría picado con algún conejo, pero tras un buen rato, le dije: ‘Mira por dónde viene el perro. Y mira lo que trae en la boca’. Careto traía la perdiz con una gran alegría. Cuando nos la entregó, mi compañero se echó encima del perro, dándole besos y abrazándole. Es solo una muestra de lo que era capaz Careto. Aquel día no se me olvidará jamás».

Más de 70 años cazando

13 conejos en el mismo sitio

Francisco comparte con nosotros otra experiencia que quedó grabada en su memoria junto a este perro: «Una jornada inolvidable junto a Careto fue el día que, en pleno mes de agosto, pasando por una zona de escombrera y unos acebuches, me echa un conejo. Tras un disparo, lo abato y me lo trae. Acto seguido, vuelve a repetir la operación: queda puesto, echa el conejo, lo abato y me lo trae. Nada más soltarlo, lo repite… Y así hasta que llega a 12 conejos. Eran otros tiempos. Había muchísimo conejo, menos enfermedades, y muchos daños a los cultivos.

»Cuando llega a la décimo tercera muestra, le digo: ‘Careto, ¿cómo va a haber otro? Si hemos cazado 12 conejos donde no parecía hacer ni uno’. Pues otro me echó de allí. Este último ya me lo traía, pero paró en un charquito de agua que había de camino, y aprovechó para parar a refrescarse echándose encima del agua. Son días irrepetibles en los que el perro disfruta de la caza».

Hablemos de caza de conejos con perro

Más de 70 años cazando

Ante la gran oportunidad de departir con un verdadero maestro de la caza con perro, aprovechamos para preguntarle cuál es el número ideal de perros para la caza del conejo.

Esta modalidad es la preferida de Francisco: «porque disfruto mucho viendo el trabajo del perro tras el conejo. Se trata de una modalidad muy bonita, pero también requiere cazadores diestros. Lo primero que hay que hacer es tener cuidado siempre con los perros. Suelen perseguir a los conejos de cerca, y la integridad del perro es lo primero. Yo, antes de disparar, compruebo dónde están los perros. Ante la más mínima duda, no disparo. Esto puede que reste capturas, pero ha también ha contribuido a que, en más de 70 años, jamás haya plomeado a un perro.

»El lance más bonito para mí es poder cumplir con el duro trabajo del perro, que ha entrado en la mata, ha perseguido al conejo hasta dar con él, lo ha desalojado y ha posibilitado el disparo. Ver cómo se acerca con el conejo en la boca no encuentra nada que lo supere».

EL perro es lo más importante en la caza del conejo. Así de categórico es Francisco: «Hacerte con un perrito bueno y cazar mucho con él, que aprenda cazando. Muy importante: dejar que vaya aprendiendo y dejar que cace.

»Y, si tienes buenos perros, con un par de perritos es suficiente para disfrutar de la caza del conejo. Hay compañeros que llevan muchísimos perros, más de veinte, pero yo prefiero disfrutar de dos buenos perros y de su trabajo, porque la caza que practicamos no es en zonas de monte apretado y grandes matas. En las zonas en las que cazamos, en Medina Sidonia, abundan eriales, lo que nos permite ser testigos de primera fila del trabajo del perro. Vemos al perro seguir los rastros, los vemos parar ante el conejo, sacarlos de la paja donde esté… Esto nos permite disfrutar de su trabajo».

Antes y ahora: la caza ha cambiado

Más de 70 años cazando

Francisco destaca que en sus inicios como cazador no existía el egoísmo que se puede percibir hoy en día. «El respeto marcaba la cacería. Nadie pensaba en cazar más que el compañero. Nadie te quitaba un coto para cogerlo él. No te cortaban la mano cuando cazabas para robarte el lance de una pieza. Eso no lo había antes. Ni mucho menos.

»Se ha perdido la caballerosidad que debe mandar en la caza. Me ha pasado que he tirado a un pájaro, lo he alcanzado y, al ir a cobrarlo, encontrarme que otro se lo está llevando. Eso tiene que desaparecer de la caza. En el campo hay que comportarse con educación».

Armas de ayer y de hoy

Francisco tiene dos armas con las que sale al campo tras conejos y perdices: una semiautomática Benelli Premium Superligera, y una escopeta de más de 150 años, que era la que heredó su padre del suyo y este, a su vez, del suyo, y que Francisco conserva como un tesoro y utiliza de vez en cuando, una escopeta inglesa de dos cañones alambrados o Damasco.

El campo descansa. El cazador, no

En los meses de primavera, el campo se regenera, pero los buenos cazadores, como Francisco y su hijo, trabajan para que en sus cotos no haya carencia de agua o comida: «Trabajamos en fincas de amigos en labores de mantenimiento, ayudamos a construir majanos y bebederos», nos comenta Javier. «Mi padre es el primero que va cargado con seis bombonas de agua para llenar los bebederos de las perdices». Porque «el coto hay que cuidarlo, y los que lo cuidan son los cazadores».

Más de 70 años cazando

Lances y compañerismo

«Los conejos se me dan muy bien. El pájaro me cuesta un poquillo más llegar a él, pero con los años la calidad está por encima de la cantidad. La calidad de los lances, no de las capturas. Y la compañía. Porque la caza debe ser así: lances y compañerismo.

»Nosotros seguimos parando a mitad de mañana para echar el pincho. Recuerdo disfrutar de estos momentos tanto o más que de la caza. De vez en cuando teníamos que levantar los pies porque el perro cruzaba por allí con un conejo por delante. Y ninguno se levantaba a por la escopeta. Porque estábamos disfrutando de una parte muy bonita de la caza. Nací cazador y moriré siéndolo. Es mi pasión».

Francisco no entiende que alguien pueda disfrutar más de la cantidad de piezas abatidas que de estos momentos.

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