Los zorzales han sido siempre muy apreciados por el hombre como pieza de caza y han sido capturados con todo tipo de trampas, algunas de ellas de lo más ingenioso, como cepos, costillas, jaulas-trampa, anzuelos, ligas, paranys, filats…
David Rubio Alza | 27/01/2009
Prácticamente todas ellas están prohibidas hoy día, y algunas injustamente perseguidas y acosadas, como el parany, modalidad única, diferente y más cercana a un modo de vida y obra de arte que a una caza indiscriminada, como quieren hacernos ver los que a ella se oponen.
Caza en alza
Amén de entretenidas jornadas cinegéticas en cualquiera de las modalidades hoy día permitidas, el zorzal constituye, además, un exquisito manjar, habiendo pasado de ser considerado, hasta fechas no tan lejanas, un pájaro que no merecía el gasto de los cartuchos empleados, a ser hoy buscado por miles de aficionados que ven en ellos la única posibilidad de seguir abatiendo caza salvaje, ante el declive que sufren las especies que tradicionalmente han sustentado la caza menor en España. Favorece también su aún modesto precio, si bien cada día cuesta más el conseguir un buen coto zorzalero, una tarjeta o una tirada, y la tendencia es, sin duda, alcista, merced a la fuerte demanda que se está creando alrededor de estos túrdidos, especialmente por parte de cazadores extranjeros, italianos y alemanes al frente, muchos de los cuales ya no visitan nuestro país empujados por el ojeo de perdices, sino sólo por las tiradas de zorzales.
Su caza

Los zorzales comunes cada día se están haciendo más esquivos debido a la presión cinegética a la que se ven sometidos, lo que, unido a su gran capacidad de adaptación al alimento disponible (todo tipo de arañas, tijeretas, caracoles, lombrices, frutos, bayas, brotes...) hace que algunos años sea difícil encontrar un paso para tirarlos, ya que apenas saldrán del monte, pues les ofrece lo que buscan al iniciar la migración: tranquiliad y comida. © Guy Fleury.
De los cuatro zorzales que podemos cazar en la mayoría de las autonomías que configuran nuestro territorio, dos son los que soportan la mayor parte de las capturas: el común y el charlo. Ambos presentan poblaciones nidificantes en el norte de la Península, aumentando en otoño su densidad con la llegada de gran cantidad de congéneres provenientes del centro y norte de Europa. Los otros, el alirrojo y el real, son estrictamente migratorios, y en España dependemos totalmente de los ejemplares que se desplacen desde Europa huyendo del frío.
Zorzal común: el preferido
Es el más abundante y conocido entre los aficionados. En el País Vasco y Navarra goza de gran popularidad, cazándose desde puestos fijos y numerados, y celebrándose sorteos diarios desde las distintas sociedades de caza.
A finales de septiembre y primeros de octubre comienzan a llegar los primeros zorzales comunes, produciéndose las mayores entradas durante octubre. Emigran durante la noche en grupos no muy numerosos, pero que se mantienen en permanente contacto con su típico chip-chip, eligiendo especialmente para la pasa noches de luna llena. También en días nublados con ligera lluvia se ven importantes movimientos de estos viajeros. De ahí que el buen zorzalero se asome en estas fechas a media noche a la ventana a escuchar si sus amigos llegan, localizándose rápidamente entre estos aficionados los días de fuerte entrada.
Al llegar el amanecer, suelen buscar una zona tranquila y con comida para descansar, o bien continúan alguna hora más si encuentra condiciones meteorológicas favorables, buscando su destino final en la mitad sur de la Península Ibérica, Baleares y norte del continente africano. Sin embargo, algunos también se asientan en los bosques norteños de Cantabria, Asturias, Galicia y noroeste de Castilla y León, así como en los bosques pirenaicos y regiones limítrofes, alimentándose en los huertos, prados y bosques, donde se realiza su caza al salto auxiliándose el cazador de un perro para cobrarlos; una caza sin grandes perchas, pero entretenida.
Pero en esos destinos finales es donde se dan las mayores concentraciones, sobre todo hábitats que comprenden zonas de olivar con áreas de monte o sierra. También los viñedos dan buenas perchas al inicio de la temporada, cuando en su periplo migratorio paran a descansar y comer las pocas uvas que quedan tras la vendimia. Aquí la caza se hace en puestos colocados en los pasos diarios entre dormideros y zonas de alimentación; también al salto en solitario con un perro cobrador; y, finalmente, entre varios cazadores formando una mano que intentará poner a tiro los zorzales que haya por la zona. Hay cuadrillas que combinan todas estas modalidades, apostándose parte de los cazadores en ciertas zonas, y el resto de la cuadrilla los va cazando en mano en la dirección en la que se encuentran sus compañeros para que tiren a los que van moviendo los componentes de la mano.
Tras el charlo
El charlo es el de mayor tamaño, más forestal que sus congéneres y también más esquivo, siendo difícil conseguir una buena tirada sobre estas desconcertantes aves, que cambian con frecuencia de zonas de alimentación y descanso. Son sociales y suelen viajar en bandos más numerosos que el común, aunque no son raros los ejemplares solitarios o grupos de tres o cuatro individuos. Su vuelo es potente y boyante, con profundas oscilaciones, y su silueta de vuelo es la más alargada de los zorzales, siendo fácil de distinguir. Suele volar más alto, lo que, unido a su desconfianza, hace que su caza sea complicada, escaseando en las típicas perchas zorzaleras.

Si nos gusta disparar zorzales al salto o en mano, nos podremos acompañar de alguna raza continental como bretón, braco, perros levantadores, etc. o, en definitiva, cualquier perro con unas excelentes cualidades cobradoras.
Se trata, fundamentalmente, de espacios con abundancia de frutos como el escaramujo, las bolas de los acebos y servales, bellotas e incluso manzanas. Hay que ser cuidadoso en el acercamiento y asegurarse al menos los primeros disparos, porque en cuanto sientan movimientos extraños empezarán a desplazarse, saliendo rápidamente del entorno. Además, si la presión de caza es elevada, no dudan en abandonar la zona de forma definitiva, de ahí que las piezas abatidas en puestos fijos sean raras y puntuales.
El alirrojo, al paso
El alirrojo es más tardío en visitarnos que los dos anteriores. Suele atravesar los puertos pirenaicos a finales de octubre y, sobre todo, en noviembre. Es frecuente escuchar su reclamo característico tsiiii por la noche, sobre todo si son nubladas y con lluvia ligera. Es más gregario que los otros zorzales, formando bandos más numerosos, alimentándose en grupos en terrenos abiertos próximos a bosques.
Su caza se realiza mayoritariamente al paso en las zonas de entrada a la Península. Es algo más confiado y entra muy bien a los reclamos, sobre todo a los electrónicos, prohibidos para la caza, pero de los que algunos abusan realizando perchas del todo excesivas demostrando poca sensibilidad y respeto por las piezas que cazamos.
Zorzal real: el más escaso
El real es el más elegante de los zorzales. Es, igualmente, muy gregario, y, salvo en inviernos muy rigurosos en Europa, no es un visitante muy habitual de la Península, aunque suele verse en buen número por la zona norte de nuestro país casi todos los inviernos. Su reclamo es un agresivo y sonoro tchac-tchac-tchac.
Es difícil dar también con un buen día tras ellos, de modo que en los puestos y pasos del norte es cuestión de mucha suerte lograr un día en que haya un paso bueno de estas aves, pero esto forma parte de su caza en dichos pasos, y el pensar si mañana habrá movimiento de aves en función de los partes meteorológicos de Centroeuropa y la climatología reinante en las zonas de entrada, te anima a pegarte el madrugón para ir al puesto.

Para el zorzal charlo la caza que mejor resultado da es al salto, ayudándose de un perro cobrador, en zonas de descanso de los movimientos migratorios y áreas de invernada de esta especie. © A. Mata.
Durante su invernada en la Península frecuentan huertos de frutales, campos y bosquetes en busca de alimento, y si tenemos la suerte de encontrar una zona a la que vayan a alimentarse podemos lograr tirar a unos cuantos pájaros que entran allí a comer y pasar una buena mañana tras estos erráticos zorzales. Nos podemos ayudar de un perro, si es un retriever (labrador, golden…) mejor, sobre todo si cazamos en puesto, ya que difícilmente podremos tirarles en campo abierto.
Estamos, pues, ante una caza en auge, con unas aves que todavía presentan poblaciones importantes y estables, y con unas cualidades capaces de satisfacer las expectativas cinegéticas de muchos aficionados, así que cuidemos este pequeño regalo que nos viene del norte de Europa todos los años, para así poder seguir disfrutando de su caza durante mucho tiempo.
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