Cuando el equipo es un lastre
Que todos nos cansamos cuando la jornada de caza se hace más exigente de la cuenta, es algo normal, después de todo nuestra afición está basada en una actividad muy intensa y que requiere una buena forma física—y psíquica— para afrontar con éxito jornadas de varias horas por terrenos complicados y, a menudo llevando bastante más peso del habitual en nuestro día a día.
Paco Mateo | 07/04/2008
Por un lado, si vamos seleccionando las prendas y complementos más adecuados para nuestra modalidad, y entre ellos los más ligeros ganaremos en rendimiento, y por otro, para aquellos cazadores que por la edad, o por alguna circunstancia que les limite en alguna medida la actividad física, se hace no ya recomendable sino totalmente necesario recurrir a un equipo mucho más ligero de lo habitual para cazar al salto o en mano.
Y es que si la edad es bien y cierto que no perdona, tampoco hay que obsesionarse con aquello de que «de los cuarenta para arriba, no te mojes la barriga»; si salimos al campo con cabeza y sabemos irnos adaptando a nuestras circunstancias, aprovechando todo lo que el mercado especializado en la caza nos ofrece, podemos cazar muchos más años de los que en principio creemos.
El cazador debe ser un buen deportista, pero ello no implica no evolucionar en nuestra forma de concretar el mejor equipo posible, y por supuesto, tener la idea de que el cazador debe ser rudo y esforzado, un titán capaz de proezas como soportar kilómetros y kilómetros con adversidades, o portando kilos de peso extra cada vez que sale al campo. No se trata de ser o no capaz de ello, que a menudo se hace, de lo que debemos estar convencidos es de no olvidarnos que tenemos una amplia oferta en el mercado como para limitarnos por tener un equipo demasiado pesado, y no ser capaces de dar un paso y apostar por prendas y complementos, incluso armas, mucho más ligeras.

Quien siempre asevera aquella frase de que antes se salía como se podía, y no veas la de caza que se colgaba, está anclado en el pasado; ojalá hace ochenta años ningún cazador hubiese tenido que salir a patear campo con unas alpargatas de esparto, seguro que de haber tenido la opción de hacerlo con unas buenas botas, no se lo hubiese pensado dos veces... Escopetas, cartuchos, ropa y complementos de última generación están a nuestra disposición, así que ahora que estamos en esos meses de intervalo en los que el entrenamiento debe ser constante para no perder demasiado nivel —en perros y cazadores—, es un buen momento para repasar nuestro equipo y ver si podemos optar por aligerarlo, seguro que terminaremos mejor nuestras futuras jornadas, y comprobaremos cómo variando un poco, ganamos mucho.
Aprovechando la tecnología
Cazar con un pantalón vaquero, o una gruesa camisa de franela, con un impermeable muy recio, o con unas botas duras, es algo que la mayoría hemos conocido en nuestros comienzos, era lo que había (ropa de segundo uso, la que ya no nos valía para diario), y la verdad, tampoco nos preocupábamos demasiado en ello, aunque sí en investigar los rincones libres para cazar por todos lados... qué tiempos!
Si podemos salir al campo con una camiseta térmica y evitar un grueso jersey, o emplear camisetas que nos permiten evaporar el sudor y protegernos del aire frío, un chubasquero ligero y transpirable, o unas botas ligeras y que nos evitan ir mojados, ¿por qué no hacerlo?
Si lo analizamos, todas son razones de peso como para esquivarlas, si diseñáramos mejor nuestro equipo ganaríamos mucho a lo largo de la temporada, pensemos cuánto nos limita no ya el peso, sino el calor o el frío, y si tenemos equipos ligeros, y que posibilitan mayor confort, es tontería estar encerrados en la dinámica de no querer avanzar, progresar en nuestra afición.

Las variadas membranas con que ahora se dotan a ropa y botas hacen que por un lado ganemos en protección con menor peso encima, y por otro mejoremos el rendimiento al evaporar y no sufrir la condensación del sudor en las prendas tradicionales, o estar toda la jornada con la ropa empapada por el sudor, toda una apuesta por el enfriamiento. Nuestra afición se basa en el ejercicio físico, por ello, busquemos la mejor disposición para rendir en el campo. Si tenemos chalecos de caza muy ligeros, ¿no será mejor emplearlos, antes que esos pesados chalecos largos y amplios de loneta? Con la opción de pantalones preformados y de tejidos sumamente resistentes a pesar de su escaso peso, ¿para qué seguir con unos pantalones recios y pesados?
Con las armas ocurre algo parecido. Olvidadas las iniciales reticencias a los materiales ligeros en las escopetas (sobre todo la resistencia a los polímeros, el plástico que tanto nos preocupaba al verlo en una escopeta hace algunos años), ya no se justifica apostar por escopetas que bajen bastante de los tres kilos —en calibre 12— para poder cazar con menos fatiga, tenemos escopetas de gran calidad y peso muy adecuado, con cañones más cortos de lo habitual que nos permiten un plomeo sin pega alguna para nuestras situaciones habituales de caza.
Algo parecido ocurre con la cartuchería. Pasada va en buena medida la obsesión por lo magnum y sobredimensionado en las cargas, apostar por cartuchería de carga media y suficiente, en torno a los 32 gramos en calibre 12, 28-30 en calibres 16 y 20, no sólo aligera el peso de los cartuchos transportados en la jornada, sino que cada disparo se vuelve mucho más suave, lo que contribuye —aunque no lo relacionemos en principio— a un aumento en el confort de tiro, y con ello, en la caza en sí.
Estamos de acuerdo que hay que conservar nuestras tradiciones, pero no confundamos lo que no pasa de ser simplemente el empleo de materiales más modernos, al menos en las modalidades más exigentes y que exigen un mayor esfuerzo físico, que es donde más notaremos el cansancio por sobrepeso; si en un ojeo o en una montería seguimos con otros criterios más tradicionales, perfecto, allí la exigencia física es mucho menor, y se puede equilibrar mucho mejor la relación equipo-prestaciones-rendimiento.
Cuando se arrastran los pies
Un peso elevado en el equipo, y una escasa buena forma física son aliados que nos envían al coche antes de tiempo en nuestras jornadas de caza, cuando no nos provocan alguna lesión o nos dejan baldados varios días hasta que nos comenzamos a recuperar. Es normal que con la edad tardemos más en recuperar los esfuerzos de las jornadas de caza, un chaval de veinte años se ríe del mundo el lunes después de haber cazado siete horas y haber llevado la punta peor de la mano, y eso con unas cuantas piezas en el morral, y en cambio alguno de nosotros no comenzamos a ser personas hasta el miércoles...

Por ello hay que afinar cada vez más en aligerar nuestro equipo, comenzando por las botas, algo que pocas veces consideramos, salvo para encontrar un número que se nos adapte bien, y lograr buena calidad a buen precio, pensando en la duración de las botas más que en el servicio que vamos a obtener de ellas. Las botas han de estar siempre adaptadas al terreno en el que solemos cazar, y debemos acostumbrarnos a tener unas para la caza de verano y otras para cuando el otoño arrecia y salimos con barro o lluvia; el truco está inventado hace mucho, aunque no todos hacemos caso. Lo mejor es no perder el contacto con nuestras botas de caza en todo el año, las debemos emplear en el campeo de nuestros perros, cuando salimos a buscar espárragos, a dar un paseo por el campo, botas y cazador, siempre juntos.
Busquemos los modelos más ligeros, y miremos las prestaciones justas y necesarias, si no hace falta caña alta, pues baja, si no nos hace falta una suela súper dura, pues más blanda, buscando entre los materiales más livianos y con protección para poder emplear las botas con frío o lluvia, pues si esos días recurrimos a botas más altas y duras, —también más pesadas— ellas podrán con nosotros... Que sean un poco amplias, lo justo para el juego del pie provisto de dos calcetines de caza (uno muy fino, y encima otro más grueso, evitaremos las rozaduras, aunque tengamos domadas las botas), un ajuste recio pero sin apretar, evitando dejarlas un poco sueltas pues esto requiere más esfuerzo en el pie y tobillo para caminar por el campo. Insisto, las más ligeras que encontremos, incluso unas botas o zapatos de treking nos pueden venir de maravilla en muchos casos.
En el mercado hay además unos prácticos escarpines para evitar que se nos pegue el barro en las botas y éstas transporten de forma gratuita —pero penosa para nosotros— una buena ración de barro; se colocan encima de las botas y la verdad es que el efecto es repelente hacia el barro, no se pega, lo cual puede venirnos bien para cazar en ciertos momentos en terrenos muy embarrados.
Lo que más tememos es el peso del barro, y lo que tenemos que hacer es evitar las zonas peores, y si nos dejamos caza allí, pues por allí estará para otro día, pero meternos en un barbecho embarrado es apostar por acabar agotado en un rato, y tal vez cuando debiéramos estar atentos y con brío para aprovechar unos lances, ya estaremos fuera de combate.
Escopeta y cartuchos ¿de sobra?
Aquí hay mucho que tratar para que nuestra escopeta sea siempre aliada y nunca un peso del que queremos desprendernos cuanto antes pasadas unas horas de caza. A menudo empleamos escopetas pesadas cuando el mercado actual nos ofrece alternativas muy serias e interesantes con pesos más contenidos. Y es que si hace unas décadas salíamos al campo con la escopeta que teníamos, y nos daba igual lo que pesaba, lo que alejaba en el disparo y los gramos de los cartuchos, porque lo que queríamos era cazar y cazar, ahora la factura del tiempo nos reconduce en la mayoría de los casos a buscar escopetas más ligeras para que la práctica de la caza sea llevadera jornada tras jornada.

En este sentido cabe diferenciar dos casos, el del conejero y el del cazador al salto y en mano de piezas de pelo y pluma, también del perdicero estricto. En el primer caso, si los brazos se nos resienten por llevar varias horas la escopeta en las diferentes posturas mientras cazamos conejos, podemos optar por escopetas más ligeras y mucho más especializadas en esta modalidad. Para cazar conejos no hace falta una escopeta de 71 cm. de cañón, con una de 61 para tiraderos espesos y de corta-media distancia, vamos más que sobrados, mientras que si el tiradero es más variable, además de esta opción, tenemos los 66 cm. Tenemos buenas referencias en este sentido en algún modelo especializado para becada, que lo es también para cazar conejos, y entre ellas destacamos, por la valentía por innovar y por el acertado equilibrio, el modelo Beccaccia de Benelli, una semiautomática de poco más de dos kilos y medio, muy equilibrada, con el guardamanos muy corto (lleva el espacio de dos vainas, lo legalmente permitido), y que se encara de forma rápida y eficaz. Y si aún necesitamos más ligereza, este año se comercializa en calibre 20...
Hay cazadores que apuestan por cortar los cañones de su escopeta para buscar ligereza, pero para no afectar al plomeo ni al equilibrio del arma, siempre es más recomendable comprar un modelo específico con las medidas buscadas.
Para cazar en mano y al salto hay dos opciones básicas, recurrir a escopetas ligeras (casi todas las marcas tienen algún modelo ligero) que bajan entre doscientos y trescientos gramos el peso del arma, o bajar de calibre, tal vez lo más indicado para buscar una solución definitiva. En este sentido, el calibre 20 está aún por descubrir por muchos de nuestros veteranos compañeros que a media jornada ya comentan que se cansan.
Llevar una escopeta de alrededor de dos kilos y medio no es lo mismo que hacerlo con una que pesa seiscientos gramos más, y ello durante horas con calor o frío, portando un peso considerable con los cartuchos, resto del equipo, y la caza abatida. Lo peor llega en la segunda parte de la jornada, justo cuando la caza muchas veces comienza a salir más cerca, a tiro, y entonces nuestros encares son tardíos y lentos, y solemos cabecear la punta de los cañones pues ya las fuerzas están escasas.
Con los cartuchos cabe un sólo y único comentario para quienes ya van pensando en aligerar peso en las jornadas de caza: ¿dónde vamos con tres cajas de cartuchos a cuestas? Una solución lógica y suficiente es llevar la canana (las hay de 25 y 30 cartuchos), y cuatro o cinco cartuchos en cada bolsillo, que son los que gastaremos primero, de forma que el peso de la cartuchería siempre lo llevemos en la cintura mejor que en la espalda (morral o chaleco, esto cansa mucho más y antes). Con caja y media de cartuchos tenemos para un buen número de lances, y lo normal es que salvo cacerías muy concretas, regresemos al final con un buen número de cartuchos sin tirar.
¿Nos volvemos blandos, o es cosa de la edad?
Yo creo firmemente que la forma de vida actual nos deja embotados de sentidos, y nos lleva, desgraciadamente, a volvernos más blandos, con menos fondo y empuje, incapaces a veces de sobreponernos a la simple adversidad que supone cazar un barbecho en condiciones durante unas horas. Le tememos a los cazaderos difíciles. Parece una tontería, pero los hábitos cambian y la forma de entender y sentir la caza, también, lo que nos lleva a un escenario donde muchos aficionados salen al campo, dan una o dos manos hasta media mañana, y luego se vuelven a casa, o al bar, dando por concluida la jornada de campo, para continuar con la de salón. Y ojo, que es totalmente respetable la forma de entender y respetar la caza de todo aquel aficionado cabal que sabe respetar el campo.

Con la edad parece que debemos ir mermando empuje y fuerza, es la lógica de la maquinaria humana, y así se constata, unos antes y otros más tarde, pero todos notamos cómo vamos cambiando y cómo ese brío que nos acompañaba cuando teníamos poca idea de cazar y sí muchas ganas de practicar la caza, ahora se torna progresivamente en cadencia sostenida a ritmo de medio gas. Por esto debemos ir variando nuestro equipo, para contribuir a que todo favorezca que estemos en el campo las horas que sean, pero en las mejores condiciones, poniendo de nuestra parte nuestra preparación física, de la mano de un equipo principal y unos complementos nos faculten a cazar con mayor confort durante más tiempo.
Esta pasada temporada, cazando en un coto perdicero de llano y media sierra, me crucé en varias ocasiones a un cazador veterano, de cabello blanco y edad ya metida en la madurez, que además de su escopeta y la canana, sólo llevaba una mochila de ciclista de ruta, de esas que llevan en su interior agua y de la que podemos ir bebiendo a través de un macarrón de plástico. Estábamos en octubre, con unas temperaturas de verano, y ese cazador acertaba de lleno, lo que necesitaba, además de su escopeta y los cartuchos, era agua para hidratarse continuamente. Y nada más. La verdad es que me quedé sorprendido al comprobar cómo nuestros compañeros más veteranos se adaptan a sus circunstancias de la edad y a la respuesta física si aún quieren seguir a un ritmo vivo de caza; quedarse anclado en tiempos pasados, saliendo al campo con un equipo tal vez más tradicional, es apostar a la par por rendir peor y cansarnos mucho antes, así que al igual que si viajásemos en globo, lastre fuera, y a volar... que las del pico rojo aún pueden colgar de nuestra percha.
Fotos: Alberto Aníbal Álvarez y archivo de Cazar Más
Me á encantada leer su articulo.
Un gran saludo ...de Andarilho
Tal como me imaginaba no me ha defraudado, y pondré en práctica algunas de tus ideas, pues no tenía idea de cómo hacerlo.
Gracias y un fuerte abrazo.
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