viernes 14 de noviembre de 2025
Crónicas de caza

‘El corzo’: abate un tremendo ejemplar y se lo dedica a su padre

Un cazador turolense consigue un corzo de impresionante trofeo multipuntas de cabeza negra y se lo dedica a su progenitor, de quien ha heredado su pasión por la caza.



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Hablamos con Juanjo Fidalgo Polo, “El Culebra”, el cazador que ha logrado hacerse con el ejemplar de corzo que cualquier amante de esta especie desearía cazar.

Sus inicios

Juanjo tiene 38 años, y lleva dedicándose a la actividad cinegética prácticamente desde que tiene uso de razón. Su pasión por la caza, la heredó de su padre, que era propietario de varios cotos y organizaba jornadas cinegéticas.

Guarda con mucho cariño los momentos vividos con su progenitor, tanto dentro del monte como fuera de él, y asegura que prácticamente todo lo que sabe de caza, lo ha aprendido de “su maestro”. Si bien es cierto que, con el paso de los años y las experiencias vividas, su conocimiento fue in cescendo, el papel de su progenitor en sus primeros años ha sido determinante.

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Es un amante de los recechos, pero cree que todas las modalidades tienen algo especial y le cuesta decantarse por una sola. Algo similar le ocurre con las especies: desde jabalíes a ciervos, pasando por corzos, gamos y muflones, ha tenido la suerte de cazar todos ellos.

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Lo cierto es que el “Duende del bosque” tiene al turolense especialmente enganchado, y ha sido una experiencia reciente la que le ha brindado un ejemplar fuera de serie.

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Un ejemplar único de corzo

La historia del corzo protagonista de estos párrafos, es cuanto menos, peculiar. Al menos respecto a cómo llegó Juanjo a jugar ese lance. Nos cuenta que la bilogía “Andanzas de un Furtivo”, le llegó al corazón. Fueron dos libros que, sin duda, le marcaron como lector y como cazador. Tanto fue así que Juanjo decidió contactar con su autor, Martín Moreno Muñoz, para darle personalmente la más sincera enhorabuena.

El escritor propuso a nuestro protagonista recechar un corzo en una finca que tiene en Ciudad Real. Juanjo no dudó una décima de segundo en aceptar la invitación. Lo que no imaginaba es que ese corzo se convertiría en “El Corzo”. Un ejemplar único.

El pasado fin de semana, Juanjo llegaba a tierras castellano-manchegas con muchas ganas y lleno de emoción. Un Blaser R93 con un visor Zeis V8 y munición Norma, conforman su equipo. Equipo que, junto a su certera puntería, le daría el mejor de los resultados.

El viernes, después de caminar y reconocer el terreno, haciendo caso al propietario de la finca, el cazador se apostó en una zona muy propicia para los corzos. Allí, cuando ya anochecía y justo antes de retirar, vio una silueta que llamó su atención. Un gran cuerpo y una cuerna, en proporción, aún mayor.

Esa noche, le costó conciliar el sueño, quería volver a ver ese corzo y valorarlo… algo le decía que se trataba de un gran ejemplar.

Al día siguiente, en el mismo sitio, volvió a verlo: ¡era él! Y era incluso mejor de lo que la víspera había intuido. Le separaba mucha distancia y la noche estaba cayendo, por lo que sabiamente decidió no hacer la entrada.

El lance ante el impresionante corzo

El domingo, sería su día. Lo presentía. Caminó, oteó con los prismáticos y a última hora de la tarde volvió a probar suerte. Se escondió entre unos matojos, más cerca de donde lo había visto la noche anterior, y esperó. El tiempo pasaba rápido, y parecía que “el duende” iba a ganarle la partida. Sólo lo parecía.

De entre lo oscuro del monte, de repente, apareció. Y se puso a pacer muy confiado a escasos 50 metros del cazador, sin percatarse de que unos ojos lo observaban.

Juanjo muy hábil y sigiloso, apoyó bien el arma, respiró profundo y accionó lentamente el gatillo. Un disparo certero y el corzo hincó rodilla. “Ni se enteró, y eso fue lo mejor. Nada más satisfactorio para un cazador que evitar el sufrimiento de la pieza”

Nuestro protagonista no cabía en sí de gozo, no se lo podía creer. Salió corriendo hacia el animal y al llegar, no pudo contener las lágrimas al recordar a “su maestro”, a quien le dedicó el lance, señalando al cielo.

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Una experiencia increíble, en un paraje idílico y con un final inmejorable: “El Corzo”, uno que Juanjo nunca olvidará.

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