Un cazador abate un jabalí 18 días después de que le amputaran una pierna
El amor y la pasión del cazador por la caza todo lo pudo. Aún convaleciente de la terrible operación que le llevó a perder una pierna, participó en la montería que él había preparado antes de que la enfermedad le cambiara la vida.
Javier es un ejemplo de superación en la vida y en la caza. Nacido en el municipio madrileño de Navalcalnero, se encuentra afincado en la actualidad en la localidad toledana de Méntrida. Su pasión por la caza se la transmitió su padre, Clemente Díaz, un gran amante de la caza menor al salto junto a sus perros, modalidad que compartió con su hijo prácticamente hasta el día de su fallecimiento. De él heredó la afición por la caza y una perra mestiza que jamás podrá olvidar debido a las grandes habilidades que atesoraba para la caza de pelo y la pluma. Desgraciadamente, Laika dejó de estar entre nosotros el año pasado después de 17 años en la familia.
Javier practicaba la modalidad de la caza al salto de perdices, conejos y liebres en las llanuras castellanas y, en menor medida, la caza mayor, hasta el día en que un trombo, coágulo de sangre en el interior de una vena, provocó que le amputaran una de sus piernas.
Perder la pierna no mermó su pasión por la caza.
Al cazador le cambió la vida en un suspiro
El domingo 20 de enero del año 2019 transcurrió con normalidad. El cazador, como cada día festivo, fue a cazar al coto al que pertenecía en Méntrida. La jornada fue fructífera, ya que, junto a su perra Laika, logró abatir el cupo de piezas establecido en el acotado. El lunes por la mañana, 21 de enero, no tenía que trabajar. Al despertar, notó un intenso dolor en una de sus piernas que se fue acentuando a lo largo de las horas.
Fue trasladado a un centro hospitalario por una ambulancia. La vena femoral de una de sus piernas se había roto debido a un trombo de grandes dimensiones que la obstruía, produciéndole una hemorragia interna. Intentaron por todos los medios salvarle el miembro, pero desgraciadamente no fue posible y tuvieron que apuntarle la pierna a la altura de la rodilla.
Su familia siempre le ha apoyado para que continúe cazando.
La vida le dio una segunda oportunidad
Aquí no acabó su calvario, porque el día 29 de enero tuvo que entrar de nuevo en el quirófano para cercenarle la pierna por la zona cercana a la ingle debido a una infección que padecía. Dada la gravedad de la operación, tuvo que ser hospitalizado en la unidad de cuidados intensivos varios días hasta que fue trasladado a una habitación de planta el día 11 de febrero. Días más tarde le dieron el alta, aún con grandes dolores a causa de las terribles operaciones.
Le dan el alta y se va de caza
El día 16 febrero se celebraba la montería en una finca en la que él había estado preparando la mancha hasta el momento de la pérdida de su pierna. Su hijo, Javier, al ver la tristeza de su padre al no poder asistir a la cacería, le dijo «tú vas a la montería como sea».
Junto a su hermana Silvia, le prepararon el arma y algo de comida y lo montaron en el vehículo. Javier, gracias a su hijo que, a pesar de no ser cazador, hizo posible que pudiera ir de caza, logró abatir ese día un cochino.
Ante la imposibilidad de que lo pudiera acompañar siempre de caza, le propuso comprar un vehículo adaptado con el cambio de marchas automático para que tuviera una total independencia. Y así fue. Con la ayuda de una muleta, comenzó a ir al campo y de caza con autonomía.
Aunque en la mayoría de las ocasiones es acompañado por su inseparable amigo Alejandro Linares, que estuvo en todo momento a su lado. Para él sólo tiene palabras de agradecimiento.
Su perra Laika siempre le acompañó en sus jornadas de caza menor.
Un día de caza de ensueño
Gracias a él y al propietario de la finca, Manuel pudo disfrutar en el año 2020 de uno de los mejores días de caza de su vida, en el que logró abatir decenas de palomas torcaces sentado en una silla giratoria que habitaron para la jornada. Hace pocas noches estuvo de espera, pero la suerte y la astucia del macareno evitaron que pudiera culminar la caza con éxito. Pero, como dice Javier «eso qué importa». Lo importante es que haya podido seguir cazando ya que «si hubiese tenido que colgar la escopeta, hubiese muerto de pena».
Cada día va al campo
A día de hoy, va todos los días al campo, es su vida y el hecho que le impulsa a levantarse cada mañana. Para facilitar su movilidad, utiliza una prótesis de pierna que, con la ayuda de las muletas, le permite poder desplazarse hasta el puesto los días de caza.
Javier muestra su agradecimiento a Javier, su hijo, y a su hija Silvia, por haberlo apoyado en todo momento y hacer posible que pueda seguir acudiendo de caza. A su pareja, Lili, y a su hija solo puede darles las gracias por acompañarlo en las esperas o monterías siempre que sus trabajos se lo permiten.
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