Un corzo enfermo y un gran trofeo: caza y gestión en un lance inolvidable
El esperista decidió abatir al cérvido debido al deplorable estado y a la extrema delgadez en la que se encontraba. Estaba muy enfermo. Han sido tomadas muestras sanguíneas y cutáneas por parte de los agentes de Medio ambiente para diagnosticar qué afectaba al cérvido.
El turolense Rafael Pastor, junto a su hermano Pablo Manuel, decidieron probar suerte en el acotado al que pertenecen e intentar abatir un corzo. Los miembros de la sociedad de cazadores tienen la posibilidad de abatir tres ejemplares a lo largo de la temporada corcera, y esta era su última oportunidad. Sucedió una tarde de la pasada semana, sobre las 19 horas. Su intención era realizar una espera en una siembra.
Aparcaron su vehículo a un kilómetro del cazadero para no asustar a los animales que se pudieran encontrar comiendo en el cultivo. Se dirigieron al lugar de la espera por un camino para evitar efectuar ruido.
Dos corzas y un corcino, invitados inesperados
Cuando se encontraban a unos metros del sembrado, localizaron dos corzas junto a un corcino. Se detuvieron para no ser descubiertos y evitar que los cérvidos huyeran ladrando. Un movimiento brusco de Pablo provocó un ruido que alertó a las corzas que, precipitadamente, escaparon hacia un monte cercano. La habilidad de Pablo a la hora de imitar con su boca la ladra del corzo evitó que estas ladraran y permitió que los ejemplares se detuvieran con total tranquilidad al entrar en la espesura. Su reclamo bucal confundió a los animales, haciéndoles creer que el ruido había sido emitido por otro animal de su misma especie.
Un corzo selectivo
Los cazadores se apostaron en una zona que les permitía visualizar toda la extensión de la siembra. Allí permanecieron durante más de 90 minutos sin que ningún ejemplar compareciera a la cita. Cuando ya pensaban en enfundar el rifle, a las 20:25 horas, pudieron oír cómo un animal se acercaba a la siembra procedente del monte.
En su caminar provocaba un gran ruido, lo que les hizo pensar que se trataba de un gran jabalí. Minutos más tarde, irrumpió en la siembra un corzo que caminaba con dificultad y que, a pesar de la escasa luz que había en ese momento, mostraba algún tipo de enfermedad en la piel, ya que su lomo era prácticamente de color blanco.
Había que abatir al corzo para evitar su sufrimiento
Rafael no lo dudó un instante y, pese a que solo podía ver con claridad la mitad de su cuerpo, ya que se hallaba entre dos pinos, apretó el gatillo. Se trataba de un animal enfermo al que había que aliviar de su sufrimiento y evitar que contagiara a otros ejemplares. La bala que salió del cañón de su rifle de la marca Winchester modelo XPR Short del calibre .270 W impactó en la parte trasera del animal. Al notar el golpe de la bala, de la marca Federal, modelo Accubond, el cérvido avanzó unos metros hasta caer junto a una balsa de agua.
Los cazadores, al percatarse del estado del anima,l decidieron llamar a los agentes medio ambientales, que recogieron muestras de piel y de sangre del corzo para su posterior análisis y diagnóstico de la enfermedad que padecía.
Un inesperado trofeo
La sorpresa de Rafael y su hermano fue cuando pudieron comprobar que el corzo abatido, pese a su extrema delgadez, portaba un gruesa cuerna de 25 cm de largo, con cuatro puntas en cada asta y un bonito perlado.
En la comunidad de Aragón, los agentes medio ambientales tienen en su poder un número determinado de precintos denominados «sanitarios» que son entregados a los cazadores en el caso de abatir un animal enfermo, como ha sido este caso.
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El cérvido, que presentaba un atípico trofeo de tres cuernos con sus respectivas rosetas, muy apreciado por los corceros, pudo ser devuelto al medio sin sufrir daño alguno.
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Toda buena obra tiene su recompensa. Es lo que le ha ocurrido al cazador abulense que hace cinco días liberó a un corzo que se encontraba atrapado por su cuerna en una alambrada.
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