Huelva

Adiós a uno de los últimos y auténticos perdigoneros

Recientemente falleció en Calañas (Huelva), Diego Cerrejón, para mí uno de los últimos y auténticos perdigoneros. Para empezar, la caza con reclamo fue siempre una prioridad en su vida.


  perdiz con reclamo
perdiz con reclamo

Nació en Calañas en 1938 y tras sus estudios se fue a Madrid buscando un rentable futuro laboral en la banca, que encontró, pero su querido pueblo y su pasión por la perdiz con reclamo le hicieron volverse de la capital de España. Volvió a su pueblo, a esa vida sencilla que quería donde la caza con reclamo era su mayor aliciente. Afortunadamente sus conocimientos bancarios le sirvieron para convertirse en director de una sucursal bancaria que abrieron en su pueblo y en su querida Calañas permaneció hasta su muerte.

Como la mayoría de los perdigoneros de raza, se enamoró de esta modalidad siendo un niño, cuando acompañaba a su abuelo Diego, aficionado también a esta modalidad. Pero cuando realmente se inicia de verdad es a partir de los 17 años, que termina sus estudios y no puede opositar hasta los 20. Esos tres años en compañía de un reclamo que le compró su padre, fueron definitivos para engancharse para siempre a esta modalidad de caza.

En estos años hay muy pocos perdigoneros en el pueblo y pocos cotos, de modo que su coto es prácticamente todo el término municipal que además contaba con una rica y brava población perdicera.

Recuerda con nostalgia su primer puesto ya con 17 años y su pájaro Zarceño, aunque como hemos dicho ya hizo antes cientos con el abuelo Diego. Fue un puesto de alba, el que más le ha gustado a pesar del madrugón, y tiró cinco pájaros, a pesar de terminar empapado porque estuvo lloviendo toda la mañana.

Diego era un purista. Y no me extraña, después de toda una vida teniendo reclamos de campo y cazando perdices salvajes, qué puede aportarle la perdiz de granja, y más en una modalidad donde no importa la cantidad, el número de perdices abatidas, sino la calidad del lance: «Que tu reclamo cante bien, que la perdiz campera le responda y entren en un intercambio de reclamos que termina con la entrada de la campesina en la plaza y el consiguiente recibimiento de la jaula. De los pájaros de granja poco sé, pues han sido muy pocos los que he tenido y no me han convencido nada ni cantando, con ese cante repetitivo y cansino, ni tampoco me ha entusiasmado su comportamiento en el campo ni en su enfrentamiento con las campesinas. La suelta de perdices de granja es un negocio pero prostituye esta modalidad. Muchos quieren ahora cazar el perdigón, y parece que lo único que les importa es la cantidad de perdices abatidas. Y esta no es la verdadera esencia de esta modalidad. Esta modalidad requiere primero un gran conocimiento de lo que se hace, aquí no importa cuántas sino cómo, y por supuesto es el reclamo el verdadero protagonista, no quien dispara».

Generalmente todo perdigonero ha tenido un reclamo preferido, el suyo fue Currito. Le duró 15 celos, y según él, nunca le falló, «ni se alteraba por nada, con la misma postura empezaba, sin inmutarse, y así acababa hasta el final del celo. Tenía unas cualidades inmejorables para el cante, con una variedad digna de admirar, extraordinario en el reclamo de salida, con más de quince golpes sincronizados. Dominaba el titeo, el cañamoneo, piñoneo metálico, un recibo de buche y en una postura alta, sin mover una pluma. Y lo de meter en plaza a viudas resabiadas era para él un juego que dominaba a la perfección. En el puesto del zahurdón en Camacho me quedé sin cartuchos con siete perdices tiro a tiro, o la tarde de La Tallisca le tiré seis hembras y un macho. Las hembras eran su pasión. Se lo compré, en su segundo celo, a un carpintero de La Zarza».

En uno de mis encuentros con él le pregunté cómo era posible que siempre tuviera excelentes reclamos. Y me rebeló el secreto: «comprándolos». Como se lo podía permitir y el reclamo era su pasión, cuando se enteraba que alguien tenía un buen reclamo, lo compraba.

Cuando le preguntaba que por qué el reclamo tenía tan mala prensa él decía que porque la gente desconocía esas intensas emociones que siente un perdigonero cuando caza con su pájaro, porque si las conocieran no podrían criticar esta modalidad. Diego tuvo dos hijos, Alicia y Tatián, que también es aficionado, pero con quien se volcaba Diego era con su nieto Diego, hijo de su hija Alicia. De alguna forma intentaba cerrar el círculo.

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