¿Es que nadie piensa en las liebres?
Hoy he encendido la radio y la primera frase que he escuchado contenía una expresión especialmente evocadora. El locutor estaba hablando, en un programa informativo, sobre una iniciativa que nuestro mejor tenista y deportista de todos los tiempos ha puesto en marcha cuando más se necesitaba la ayuda de todo aquel que pudiera prestarla.
La frase era algo así como: «En momentos como estos, las palabras deben dejar paso a las acciones». Era una locución destinada a elogiar el hecho de que Rafa Nadal ha pasado la noche con el lodo hasta el cuello, achicando agua y barro junto a un grupo de personas que, como él, han decidido pasar a la acción y no quedarse en las palabras, cambiando la raqueta por la escoba.
Un fotógrafo ha inmortalizado el momento pocas horas después de que las lluvias torrenciales arrasaran calles y edificios mallorquines. Además, el de Manacor ha abierto las puertas de la Rafa Nadal Academy para que los afectados que necesiten un techo bajo el que dormir no se queden en la calle tras haberlo perdido todo.
Muchos han sido los que han mostrado su apoyo a los afectados, a los familiares de los muertos y de los desaparecidos, pero pocos, como Nadal, se han manchado las manos de manera desinteresada, demostrando una calidad humana fuera de serie.
El cazador vuelve a dar una gran lección
Salvando las enormísimas distancias y sin querer comparar las tragedias, me ha venido a la cabeza la delicada situación por la que atraviesan nuestras liebres. Lo repito, no se trata de comparar una de las más duras tragedias que hemos sufrido, sino la respuesta de los que han decidido pasar a la acción y dejarse de palabras que no llevan a ninguna parte.
En junio, hace ya cuatro meses, unos agricultores encontraron las primeras liebres con los ojos, boca, mucosas inflamados, el ano y los órganos reproductores afectados, incluso atrofiados, desorientadas, con síntomas de ceguera… Hasta ahora se han encontrado cientos de cuerpos de liebres y el problema parece no dejar de agudizarse.
Cuatro meses después, seguíamos esperando que se tomasen medidas que intentaran poner fin a un brote que ha recorrido cientos de kilómetros y que cada semana llega a nuevos territorios. Las recomendaciones a la hora de actuar ante ejemplares enfermos las conocemos todos (o deberíamos), porque se han publicado en numerosos medios de comunicación y en redes sociales. También se llegó a hablar de permitir la caza, de manera extraordinaria, de los ejemplares enfermos para reducir los focos y la transmisión de la enfermedad. Pero los cazadores amamos demasiado a la liebre como para tirar la toalla.
Y unos cazadores han sido los que han demostrado estas palabras ante toda la sociedad. Han invertido tiempo, dinero y esfuerzo para probar que las liebres pueden ser recuperadas, y que no es necesario eliminarlas. Pero, por encima de todo, han dado ejemplo, se han convertido en los primeros de muchos, han marcado el camino.
Así, hace unos días publicamos la iniciativa de los dirigentes del toledano coto de Villacañas. El sector lo pedía a gritos. No se pierdan las recomendaciones que un experto veterinario nos explicaba en esta misma publicación, porque estamos ante una situación delicada que requiere de las máximas precauciones sanitarias e higiénicas.
Y ahora ¿qué?
Ante la nueva puerta que han abierto estos cazadores, solo queda preguntarse a qué esperan los representantes federativos y organismos que están ahí para luchar por todos nosotros y por nuestros intereses, para dar el siguiente paso. Aquí hace falta dinero, esfuerzo y dedicación, pero de los que realmente deben ponerlo encima de la mesa y continuar la iniciativa de los de Villacañas, los primeros que han pasado de las palabras a las acciones.
Más muestras de acción por y para la liebre
Pero ahí no han quedado las iniciativas de los que realmente se preocupan por la liebre. Todos hemos visto el cartel que reza lo siguiente: «La liebre está pasando un mal momento. Respétala y levanta tu escopeta». Se ha publicado en miles de muros en distintas redes sociales y en grupos de WhatsApp. Y ayer conocíamos que numerosos cotos han decidido no cazarla de manera oficial, cerrando la temporada de caza con escopeta y galgos al haber comprobado que son muchas las rabonas afectadas, por ejemplo, en un coto de Osuna (Sevilla). Decisiones voluntarias que llegan «desde abajo» y que demuestran que la caza no es muerte, sino vida, y que el cazador es el que más se preocupa y, además, lo demuestra.