Entre bomberos no nos vamos a pisar la manguera

Uno recuerda lo sencillo que resultaba tomar decisiones cuando era pequeño, usando un método muy simple que consistía en tomar un folio en blanco para, dividiéndolo en dos parte con una línea, poder anotar a la izquierda de ésta todas las razones o argumentos para tomar la decisión a favor, mientras que a la derecha de la línea se escribían todas aquellas que animaban a dejar de lado esa iniciativa o proyecto.


Al final, después de terminar ambas listas, era fácil decidir, pues si las razones a favor eran más que las razones en contra, se ponía en marcha el tema y listo, dejándolo de lado en caso contrario, como es lógico. Por aquel entonces había otro aspecto que a todo el mundo le resultaba simple e igualmente fácil de entender. Cuando existía una estructura piramidal en una organización, fuese empresarial, familiar, de ocio o de cualquier tipo, se sabía que, establecidos unos objetivos, siempre trabajaban todos por lograrlos, siendo la estructura de delegaciones o sucursales un mecanismo que facilitaba alcanzar esos objetivos, pero cuyas partes nunca trabajaban de forma independiente. Que distinto es el resultado cuando un grupo suma esfuerzos conjuntos por un objetivo, que cuando el resultado es la suma de sus esfuerzos individuales. Era algo tan simple que hasta el más tonto lo entendía. El que quería trabajar en grupo por el objetivo común, perfecto, bienvenido. El que no, fuera. Así de fácil, sencillo y claro. Y es que esa simplicidad, en estos dos temas concretos —toma de decisiones y funcionamiento de un colectivo— y en todo en general, se tiende a complicar demasiado en nuestros tiempos. Tiempos de excesiva teoría y escaso resultado práctico. Tiempos de mucho hablar y poco hacer. Tiempos de demasiados individualismos y, digámoslo, intereses personales, egocentrismos y egoísmos, frente a poco objetivo común. Resumiendo, ‘tiempos chungos’, que dirían los modernos. ¿Y la caza? Pues no se escapa a esta situación, evidentemente. Poblada de sargentos chusqueros que juegan a ser generales, o sueñan con ello. De sucedáneos de Maduros que piensan que conducir una nación es como conducir un autobús, Marqueses de Ponteemponpa que ven menos que un muerto boca abajo, que no reconocen sus propias limitaciones y, siendo incapaces, se mantienen empecinados en no escuchar. ¿Pero quién es peor? ¿Ellos, o compañeros, e incluso quienes estando por encima consienten su postura y en ocasiones perjuicios en su entidad a cambio de una cuota, un futuro voto, o un sencillo intercambio de favores? ¿Les aguantan o les admiran? La admiración es hija de la ignorancia y aguantar, ¿por qué?, me lo expliquen, viendo esos objetivos importantes para todos que en ocasiones no se alcanzan por culpa de unos pocos. Uno tiene la triste impresión, ve, que es más fácil criticar a los demás que hacer las cosas bien, ya se sabe, eso de ver la miga en el ojo ajeno y no la viga en el propio. A uno le retumban los oídos con la manida expresión entre los cazadores aludiendo siempre a ‘Los Reinos de Taifas’, construidos dentro de organizaciones que, cediendo antes sus miembros, pierden su objetivo principal y… todos los objetivos, por tanto. ¿Y los medios de comunicación?, ese poder que debería denunciar, dar a conocer, presionar, informar en defensa de sus lectores o usuarios. Pues bien, gracias, pensando seguramente en la expresión «la cura va bien, pero el ojo lo pierde», mientras continuamos elaborando catálogos de marcas publicitarias e instituciones en lugar de informar. Manda huevos con la ética profesional. Joder, que luego llega final de mes y hay que pagar sueldos, teléfono y luz, que la publi es la publi, tío. No, si joder no joderemos, pero ganas tenemos, aunque en este sector casi mejor nos quedamos con lo de ni joder ni jodamos, que todos somos hermanos, que traducido al mundillo cinegético, al final lo terminamos poniendo como reza el título de este editorial, «entre bomberos, no nos vamos a pisar la manguera». Los problemas de la caza son grandes, pues antes de que se inventase la luz ya nos habían cargado la deuda de varios recibos, siendo fundamental unirse y sumar. Pero mientras los cazadores continúen pensando que en las entidades, asociaciones o empresas «todos son iguales» y no precisamente para bien, esas instituciones, medios y todos, continuaremos siendo parte del problema, en lugar de ser parte de la solución. Deberíamos pensarlo, la respuesta es nuevamente simple, seriedad, luego, que cada uno actúe como piense que debe hacerlo y que cada mástil aguante su bandera, pero esto tiene que cambiar ya. Además de trabajo, que para algo se cobra, debemos exigir seriedad, siempre, recriminar y denunciar ese corporativismo egoísta, ese amiguismo y esos encubrimientos por beneficios de unos hoy, para ganar los otros mañana, entre los responsables de las distintas instituciones, medios o cazadores del sector cinegético. Los cazadores no podemos mantenernos en la postura de que mientras se baraja no se pierde. Como diríamos apropiadamente en el sector, tenemos que dejarnos de marear la perdiz y obligar a que todo el mundo que se suba al barco reme en la misma dirección y al que no lo haga… tirarlo al agua, sea capitán, contramaestre o marinero. Exijamos seriedad y que se retire de los cargos al que no la tiene, al que no la puede o no la quiere tener. Basta ya de aguantar que entre bomberos no se pisen las mangueras o nunca pagaremos esos recibos de la luz que nos han cargado.
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