Cazadores geolocalizados
No voy a criticar lo del cupo digital para la caza de la tórtola, me quedo con poder volver a cazarla legalmente después de que la Fundación cinegética Artemisan se haya inventado lo del cupo digital que nos permitirá a muchos cazadores poder volver a abatir cuatro tortolitas y hacerlas en salsa.
La cosa es más o menos así: la Unión Europea, tras el acoso sistemático de los poderosos grupos ecologistas europeos, donde destaca la Sociedad Española de Ornitología, empeñados todos en prohibir la caza porque no les gusta, esgrimieron en esta ocasión que la población de tórtola europea, esa que todas las primaveras viene de África para criar en nuestro territorio, había descendido drásticamente y que, por tanto, no era sostenible cazarla.
A la Unión Europea, no muy procaza, en cuanto escucha un argumento creíble, no le tiembla el pulso para prohibir su caza, y así lo hizo. Pero las asociaciones cinegéticas tenían en esta ocasión un as en la manga y pidieron a Europa que no prohibiera la tórtola, o sea, que no la sacase del listado de especies cazables y la metiera en el listado de las protegidas.
Esto es lo que querían los ecologistas, porque volver a cazar una especie declarada protegida es una tarea casi imposible. Así que los cazadores pidieron a Europa que dejasen la tórtola como especie cazable, pero con cupo cero. O sea, la tórtola seguía siendo cazable, pero, por el momento, no se podía cazar porque parecía que sus poblaciones estaban muy mermadas.
Los cazadores, a través de la Fundación Artemisan, aseguraron que iban a comenzar un riguroso estudio sobre el estado poblacional de la tórtola y aplicar medidas de gestión para ayudarla a recuperarse, para, lógicamente, volver a cazarla. Pero la tórtola ya no se puede volver a cazar como antes, tiene que haber unos controles.
Se inventa así el cupo digital, que, a grandes rasgos, funcionará así: la Fundación hace un muestreo de la tórtola que pasa a Europa cada primavera y ese número aproximado lo divide entre los países que tradicionalmente la han cazado. España es el país que más tórtolas recibe y donde más se ha cazado con diferencia, por lo que tiene derecho a cazar un gran número de ellas. Este número también tiene que repartirse entre las comunidades más tortoleras, o sea, Castilla-La Mancha, Extremadura y, sobre todo, Andalucía.
Luego, las tórtolas repartidas entre las comunidades autónomas se deben repartir entre los cotos que realicen gestión y se comprometan a cazar con el cupo digital. Después de varios trámites selectivos, cada coto recibe un cupo de capturas a repartir entre los socios. Finalmente, el cazador del coto tal podrá cazar cinco tórtolas, pero antes deberá registrarse en una aplicación a través del móvil y, cada vez que abata una tórtola, lo registrará en esa aplicación, y cuando diga que ha cazado esas cinco tórtolas, ya no podrá cazar más, legalmente se entiende.
O sea, que si la autoridad le sorprende llevando tres tórtolas, deberá justificarlo llevando su móvil y demostrando que su cupo era de cinco y que esas tres que lleva ya las dio de alta en la aplicación. En el momento en el que el cazador diga en su aplicación que cazó una tórtola, esa información pasa en el acto a un gran banco de datos en el que quedará registrado que el cazador Agapito Pérez, del coto la Aliseda, en el término de Calañas (Huelva), ha abatido una de sus cinco tórtolas.
La tecnología permite hoy esto, que, si a priori es una herramienta muy potente para gestionar globalmente una especie, por otro lado se me antoja una amenaza por la pérdida de nuestra libertad. En el momento en que un cazador dé parte de su captura en la aplicación, quedará automáticamente geolocalizado en tiempo y lugar. Esto no significa que vaya a llegar la autoridad para pedirte la documentación y comprobar que ha dicho la verdad —por supuesto que no—, pero a nadie le gusta que personas desconocidas sepan dónde estás y, para más inri, cazando tórtolas. Y mucho me temo que este cupo o precinto digital pasará, tarde o temprano, a otras especies. Si los planes técnicos recogen el número de especies que puede cazar cada coto, ¿qué problema hay en que dicho cupo haya que validarlo telemáticamente?
Ya lo han intentado con el corzo en Castilla y León, pero la falta de cobertura o fallos en la aplicación han ocasionado problemas, y algunos cazadores han tenido que llamar a la autoridad por teléfono para decirles que habían cazado un corzo, pero que no podían legalizarlo porque no tenían cobertura o la aplicación no funcionaba. De esta forma, si se topaban con la autoridad, podían demostrar que no eran furtivos.
Pero los problemas técnicos se solucionan. Y, si no hay cobertura o la aplicación no funciona, si el cazador ha dicho a su teléfono que ha abatido un corzo o tres tórtolas, esa información quedará ya grabada de alguna forma y no se puede cambiar. Lo que, a mi modo de ver, cambia con este sistema es la propia filosofía de la caza. Uno de los mayores alicientes de la caza es la libertad. El cazador se pone su traje de paleolítico —en el buen sentido de la palabra— y se sumerge en la naturaleza, escapando del asfalto, del ruido y ahora también de la geolocalización y de las cámaras lectoras de caras. Y en ese escenario aún virgen intenta cazar una de sus preferidas criaturas silvestres y salvajes.
Inteligencia frente a instinto, una lucha libre y anónima. Pero ya no: con esto del precinto digital, hasta cazando nos tendrán controlados. Al dicho del maestro Delibes para definir la caza de verdad de «hombre libre, en campo libre sobre pieza libre», hay que añadir ahora, para que sea verdad: ¡Y sin móvil!