Un guarda rural que escribe poemas y relatos sobre la brava perdiz roja
Miguel Osuna es uno de los guardas rurales que forma parte de la plantilla del ayuntamiento de Fuentes de Andalucía. Lleva más de 20 años desempeñando esta profesión y 15 años escribiendo obras relacionadas con la actividad cinegética y la perdiz roja.
El guarda, además de realizar funciones de vigilancia, seguridad privada en el entorno rural, labores de conservación de las diferentes especies que habitan en el municipio sevillano y colaborar con la guardería del coto deportivo de caza de la localidad, imparte actividades de divulgación de la naturaleza y de los valores medioambientales en los colegios y en redes sociales.
Poemas y relatos sobre la perdiz roja
El guarda de 48 años nacido en Fuentes de Andalucía ha colaborado en numerosas ocasiones con un periódico local y ha efectuado publicaciones en revistas cinegéticas. Dice inspirarse en su trabajo y en la naturaleza a la hora de escribir sus obras.
Vuelos de vida de la perdiz roja
Una pluma de fuego y tierra,
surca el aire con gracia ligera.
Ala extendida, un velo de seda,
la perdiz alza el vuelo, despedida, pero ya no vienen pachones tras de ella.
Contra el cielo, su bravura, un hechizo entre el gris y el ocre, un destello de vida que vuela, un bello anhelo.
Ahora comienza su celo y se las reta en la plaza, ahora que valientes defienden su casa.
Con brío, esmero y salvaje
traza su curso, el poema en vuelo.
Ay, qué pocas quedan, me digo cuando las veo.
La tierra abajo, un susurro distante, su vuelo un canto al aire, instante tras instante.
Aquí en la campiña donde el sol se despereza, la perdiz roja es un símbolo, una belleza.
Sus ojos brillan con la chispa del alba, y los cazadores, con una pasión que no acaba,
la buscan con anhelo, en cada rincón, con la esperanza ardiendo en el corazón.
Sus pasos son sigilosos tras los terrones, su mirada atenta,
cada ruido en el aire, la emoción aumenta.
Una tradición que se entrelaza con la naturaleza, en cada cacería vive la fortaleza.
Con perros leales que siguen su rastro, los últimos cazadores sienten el pulso del astro.
La perdiz roja, un desafío y un sueño, un encuentro cada vez más fugaz que despierta el empeño de unos cuantos locos
No solo es un trofeo; es el arte del instante, un baile ancestral entre hombre y amante.
Y cuando al fin el vuelo se encuentra atrapado,
hay respeto en el aire por lo que ha volado.
La pasión por la caza no es solo por ganar, sino por vivir momentos, por verlas volar.
Así en la llanura o en la ladera, donde el viento las acaricia, los cazadores rinden homenaje a la vida.
Con cada perdiz roja que danza en su vuelo, se celebra la esencia de un amor sincero, del cazador que las respeta y las reta en duelo.
Sueños de una tarde
¿Qué duda cabe que detrás de cada perdigón hay un sueño?
Yo me crie entre perdices, entre reclamos curicheos y piñones. La banda sonora de mi casa era eso, un "soberao" y un patio con una parra lleno de ellas, pero ninguna igual que otra, unas en sus jaulas y otras en su terrero.
Porque, aunque al profano todas les pueden parecer iguales, él las conocía incluso por su canto y de dónde era cada una, los celos que tenían.
Y es que, un buen reclamo es una fantasía, un orgullo, un anhelo, en definitiva, un capricho, y, como bien sabemos algunos, los caprichos sólo pueden pertenecer al mundo de los sueños.
Sueños que son eso, solo sueños. Hoy he soñado que escuchaba el ruido del motor de aquella moto y te esperaba en la puerta de casa, que era aquel chiquillo que te esperaba con ansias a tú llegada del campo después de tu jornada.
Sentado a tu lado, aprendí tanto mientras picabas hojas de rábano en tu gorra para encelarlos con delicadeza se las repartía a todas ellas.
Contigo aprendí que algunas señales que percibimos cuando vemos el campo tienen su explicación. Me enseñaste a mirar el campo de otra forma.
Te gustaba por este tiempo del celo del rabanillo tantear tus pájaros, sacarlos en sus jaulas de varetas, todos ellos con su pinturero plumaje y su collar negro punteado.
Cómo recuerdo las nubladas tardes de otoño sacar tus reclamos al campo. El celo del rabanillo decías tú, y nos íbamos a aquellos olivos donde la tarde se despedía con reclamos de perdiz. En un puesto de varetas, sentados en las sayuelas escuchando el final del día, arrecido de frío en aquellos blanquizales. Ojalá los sueños se revivieran. Tú seguro que sigues haciendo lo que te gustaba, seguro que andas por esos terrones, seguro que estás probando los mejores de tus reclamos, seguro.
La Reina de la Campiña Fontaniega
Pocos sonidos hay más típicos en la campiña que el de la perdiz roja: "cuchichí, cuchichí, cuchichí", canto que alimentó la inspiración a rústicos trovadores para construir onomatopeyas con él.
Nuestra patirroja se ha ganado por méritos propios ese título. Ave con una forma de ser única: llamativo su canto, veloz su vuelo, ágil su caminar, potente musculatura, fiereza en la lucha, fértil en su legado, sin duda, un ave única. Algo que la hace ser admirada y codiciada, su valor es su condena.
Fotos de Juan Carlos Rubio