La perdiz española desde la visión de Cesáreo Martín

La perdiz española desde la visión de Cesáreo Martín

Hoy entrevistamos al maestro de los periodistas cinegéticos en nuestro país. Cesáreo Martín, llamado por muchos ‘catedrático’ de la prensa de caza, nos habla de su nuevo libro, con la perdiz roja como protagonista.


Cesáreo, tu fuerte es la fotografía y el campo. No esperaba que fueras a escribir un libro. ¿Cómo ha surgido?

Efectivamente, escribir no es lo mío, los periodistas lo sabéis bien. Yo soy más de ciencias que de letras. Cuando a mi mujer Leonor le anunciaron su gravedad de salud, pensé en el viejo refrán «Para no pasar desapercibido por la vida, debes tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro». Era lo que me faltaba y en el campo yo tenía una “querida”: la perdiz roja. Me puse a escribir con mucha pereza.

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Tras incontables libros sobre la perdiz roja, ¿qué faltaba por contar de esta especie?

De la perdiz, a mi criterio, faltaba contar que está presente en el campo, la ciudad, con los apellidos, refranes, nombres de las calles, heráldica… Es decir, su vida, cómo forma parte de la sociedad cazadora, por supuesto, y no cazadora. Antes hasta veías perdices disecadas en hoteles y restaurantes.

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En el libro “La perdiz española” veo que te has rodeado de catorce coautores para llenar 168 páginas. Ha resultado un compendio muy completo para hablar de tu querida perdiz, que bien conoces. ¿Por qué?

Todo en la vida tiene una explicación. Empecé a escribir el libro yo solo, desarrollé mucho la incongruente legislación autonómica y el comercio que la rodea. Unos verdugos para mi querida perdiz que la llevaban a la extinción. Entonces me dije por qué no compartir la historia de la Alectoris rufa con el buen elenco que tengo de compañeros y colaboradores de mis medios. Así nació el interés de compartir con un historiador, un genetista, propietarios de fincas, cazadores… Todos enamorados de la perdiz roja.

La gastronomía, ¿qué tiene que ver con la caza y las modalidades de caza?

Uno de mis eslóganes es «la caza no termina en el campo, termina en la mesa», de ahí que he pedido como broche de cierre recetas en los fogones más ancestrales del mundo venatorio.

Has escrito una cita en la página 20 que dice: «Un estudio realizado a finales de los 80 revelaba que, en terrenos agrícolas sin tratar con fitosanitarios, un pollo de perdiz tenía que recorrer diariamente una distancia aproximada de 1,7 km para conseguir insectos para alimentarse. En terrenos tratados con insecticidas esa distancia se multiplica por diez». En tus múltiples reportajes de conservación de las especies dices cosas similares.

Es que cazar no es matar. Bastante predación natural tiene la perdiz que es cazada por águilas, los nidos espoliados por lagartos, culebras, zorros y jabalíes… para que el hombre sume herbicidas para matar… hierbas. Hay que conservar una densidad de poblaciones, con calidad de vida como se dice ahora. Que estén sanas y fuertes, que vuelen con potencia de un reactor… Si el cazador respeta y la Administración destruye, llegamos a un futuro incierto. La sobrepoblación produce, como con el jabalí, actualmente daños a las cosechas y accidentes de tráfico, o las plagas de conejos en la agricultura, por poner algún ejemplo. Los veteranos recordamos los ojeos de perdices que se daban con más de mil en el tapiz cinegético. ¿Hoy? Todo de bote.

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Hablando de todo, supongo que habrás abatido muchas perdices. ¿Qué modalidades son tus preferidas?

Mi querida perdiz, solo la he cazado, como decía Miguel Delibes, con escopeta al hombro y perro por delante. En mano, generalmente con mi cuadrilla de caza, y al salto. No he compartido otra modalidad porque no me gusta. Quiero verla volar con potencia huyendo de mí. Sí me gusta la caza de perdices vivas con lazos de mi amigo Cristóbal en Menorca. El reclamo, para el abuelo que ya no puede caminar…

¿Qué perros has utilizado?

Ja… ja… tú eres un enamorado de los perros de caza y te reirás de mí, pero la verdad es que yo solo he cazado con perros cruzados y garabitos y me ha ido muy bien, porque les enseñaba a ir a mi paso y no como en algunas competiciones, rápidos de lazos larguísimos. En poco tiempo tienen que levantar las piezas ahora sembradas. No estoy en contra de las competiciones, pero tampoco a favor.

¿En tu interior el libro se lo has dedicado o se lo dedicas a alguien?

Es una pregunta que no me había parado a pensar, pero ya que me la haces, sí. A mi mujer, que me verá desde el cielo, que nunca me recriminó que fuera de caza o de pesca, solo que volviera pronto. De alguna forma la tuve engañada, nunca supo que yo tenía una querida (era muy celosa, Leonor): mi querida perdiz española.

Eres un enamorado de la liebre, de su caza con galgos. Siempre se te ve en las mejores competiciones con tu cámara, compartiendo momentos con galgueros… ¿Esperamos un libro similar sobre la liebre en un futuro?

La liebre para mí es la caza de poder a poder. Algo extraordinario, pero para dedicarles un libro… Ya me coge mayor y la pluma la uso muy poco. Esos lances, esas carreras que te ponen el corazón a cien, mirando el tiempo de duración de la carrera o la distancia que tiene hasta el perdedero. Tiene documentales impresionantes. Se la honra mejor visualmente que en imágenes quietas.

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